Huelva

Desesperación a las puertas del camping de Mazagón

  • Usuarios del campamento, impotentes al no poder acceder a recoger sus cosas

  • Entre llantos y protestas, narran el pánico vivido cuando fueron desalojados tras huir a la playa

Los nervios, la impotencia y la desesperación de los usuarios del Camping Doñana, del que fueron desalojadas unas 1.500 personas en la madrugada del domingo, era patente en sus rostros. En la mañana de ayer, muchos de ellos se agolpaban a las puertas de este alojamiento rural de Mazagón para poder entrar a recoger sus caravanas y sus pertenencias. Otros no tuvieron tanta suerte.

A las puertas de esta infraestructura que ha sido en gran medida pasto de las llamas -desde la valla, cortada por la Guardia Civil, se apreciaba el estado desolador de buena parte del recinto- se escuchaban protestas, llantos y había rumores de que el fuego se había reavivado en el interior. Los campistas querían entrar, pero el paso estaba clausurado y esto les llenaba de frustración. Querían irse de una vez y borrar de su memoria la tragedia vivida dos noches atrás.

Lo material me duele, pero no le deseo a nadie el infierno que yo pasé en la noche del sábado"

Pero a Rocío va a costarle mucho, si es que lo consigue. "Lo material me duele porque tengo cerca de 20.000 euros metidos ahí, pero el infierno que yo pasé durante la noche del sábado -con una niña de diez meses que relié en una toalla para irme corriendo a la playa- desde luego que no se lo deseo a nadie".

Esta palerma asegura que cuando se tuvo conocimiento de la cercanía del incendio, la puerta del camping se convirtió en "un cuello de botella, con mucha gente intentado salir para ir hacia el agua". La joven pudo llegar a su casa en Palos de la Frontera desde Bollullos y Matalascañas, dado que la otra vía estaba cortada. Tardó una hora y media que se le hizo eterna. Ayer se afanaba en poder entrar para coger su caravana, pero no fue posible.

"Mi hija está con un body. No tengo nada. Salí con un bikini y unas chanclas. Dentro no se ha llegado a apagar el fuego y hay muchas bombonas en el restaurante, así que no me garantizan que recupere las cosas. Tengo el parque de mi hija, el andador, los portátiles, la televisión, los juguetes, la bicicleta de mi niño... No tengo nada en mi casa", comentaba desesperada.

Juan Calvo y Javier Rubio también pudieron conservar sus caravanas. Procedentes de Coria del Río y de Los Palacios, vivieron sus particulares calvarios de distinta manera. El primero aguantó en el camping hasta las seis menos cuarto de la mañana y el segundo se dirigió a su pueblo tras permanecer en la playa entre la una y las cuatro de la madrugada.

Y es que "hubo una espantada a eso de la una y media. Luego pidieron calma y mandaron a la gente para la playa. Y después dijeron que el fuego estaba controlado y que ya avisarían, pero a las cinco y media de la mañana empezaron a evacuar porque el humo estaba muy metido", explicaba Calvo.

El coriano, que ha pasado la noche junto a su mujer en el estudio de un amigo en Matalascañas, aseguró que tendrán que esperar hasta hoy para poder acceder al recinto. En un principio, según confesó, estaba tranquilo porque "sabía que tenía escapatoria al haber una vía libre por la que poder circular" cuando el fuego se acercaba. Pero poco después sí que se puso nervioso, justo "al coger la carretera y poder avanzar". Ahí empezó a temblar. Su mujer recuerda con estupor los gritos de los clientes del camping cuando se fue la luz: "Todos lloraban, se oían chillidos y yo pasé muchísimo miedo. La verdad es que hasta que no llegamos a Matalascañas no me quedé tranquila".

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