Sevilla

Despertar con el agua en el umbral

Los vecinos de la barriada de Huertas, Lapuente, Barquete, Santa Brígida y de la avenida Doctor Fleming amanecieron con el agua en el umbral de sus casas. A las seis de la mañana recibieron el primer aviso de Protección Civil para que pusieran sus bienes a salvo. El Genil estaba a escasos metros de sus viviendas. Media hora después la calle estaba anegada. Empezaba así un día que difícilmente olvidarán. Familias incomunicadas y vecinos asomados a balcones y terrazas mientras que la corriente de agua discurría por sus puertas. La imagen era dantesca.

A Lupe Hidalgo la avisaron a las 6:00. Apenas tuvo tiempo de coger un impermeable y unas botas de agua. Su marido y su hijo decidieron permanecer en el domicilio. Al poco tiempo llegó su hija Valle, que vive fuera de la localidad, para acompañar a su madre. A mediodía aún no sabían las horas que aún les quedaba por pasar en la calle. La incertidumbre cundía en los vecinos de la zona sur de Écija. Nadie les decía cuándo podrían volver a sus casas o salir de ellas. La información era escasa: a las seis desaparecía la alerta naranja y el riesgo de fuertes lluvias. Después se comunicó que la situación se mantiene hoy. Demasiado tiempo de espera.

Elisa Gavira tenía turno de noche el lunes. Cuando ayer llegó a su piso no pudo entrar. Delante del portal de su bloque había más de un metro de agua. Su hijo se había quedado dentro. La única comunicación que tenía con él era por el balcón y el móvil. "Al menos tiene comida para aguantar el día de hoy. Yo me tendré que ir a casa de mi otro hijo. Así hasta que nos den una solución", explicaba Gavira. A su lado, Evaristo Martínez, astigitano de 60 años, recordaba que la útima inundación de estas dimensiones tuvo lugar en 1997. En aquella ocasión el Genil se adentró aún más en el centro de la ciudad.

En Doctor Fleming Ángel Antonio Romero achicaba agua con su familia de un almacén de productos textiles. El agua y el barro habían afectado a la mercancía, guardada en cajas de cartón. Ahora toca hacer recuento de las pérdidas. La peor secuela de la lluvia.

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