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En Granada calan a Trump

  • Un estudio de la Universidad concluye que el presidente de EEUU padece un trastorno narcisista de la personalidad

Donald Trump ayer en el Museo del Holocausto, en Jerusalén. Detrás su esposa Melania.

Donald Trump ayer en el Museo del Holocausto, en Jerusalén. Detrás su esposa Melania. / gali tibbon / efe

Lo que muchos piensan, que Donald Trump no está lo que se dice bien, tiene ya marchamo científico. La mayoría ha llegado a esa conclusión por mera observación. Y no requiere demasiado esfuerzo ni excesiva concentración, con ver y oír al presidente de Estados Unidos en televisión es suficiente. Se asiste como telespectador a esa parodia -en este caso nada chistosa- del hombre más poderoso del mundo y, en efecto, se acaba concluyendo que a Trump le pasa algo. Lo que coloquialmente se conoce como un "toque dado". Pero de los fuertes. Para hacérselo mirar.

Es lo que han hecho en la Universidad de Granada (UGR). Concretamente el departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico, que ha encontrado un filón en el magnate convertido en presidente. La disección de Trump ha estado a cargo del catedrático Vicente Caballo, que residió durante cuatro meses en Estados Unidos como investigador visitante de la Universidad de Boston. Allí vivió de primera mano las elecciones que llevaron al multimillonario a la Casa Blanca.

En su estudio, Caballo recoge que Trump cumple con todos los criterios para ser diagnosticado como un alguien con un trastorno narcisista de la personalidad, la enfermedad mental que lleva a quien la padece a apreciarse a sí mismo, considerarse distinto y sentirse merecedor de un trato especial desde posiciones extremas. Es decir, el individuo tiene un sentido grandioso de la importancia. De la suya, claro.

Él es el presidente. El presidente no se equivoca, lo hacen los demás. El presidente dice la verdad, son los otros los que mienten. El presidente lleva razón, el resto no tiene ni idea. "El narcisista no es simplemente bueno, es el mejor", comenta Caballo. "Esto es sin duda aplicable a Trump, quien continuamente tiene que distorsionar la realidad y decir que los medios de comunicación se inventan noticias falsas para que esta realidad pueda encajar con la idea grandiosa que tiene de sí mismo", explica el catedrático en un comunicado.

Otro de los criterios de diagnóstico analizados es la preocupación por fantasías de éxito, poder, belleza o amor ideal ilimitados, algo que se refleja en el uso desmedido que Trump hace de conceptos grandilocuentes en sus intervenciones, con palabras como "tremendo", "impresionante", "fantástico", "maravilloso", "genio", "asombroso" o "especial". El presidente estadounidense está convencido de que es especial y único y que sólo pueden comprenderlo, o sólo debería relacionarse con otras personas especiales o de posición elevada, lo que es precisamente otro síntoma del trastorno narcisista de la personalidad.

En su trabajo, publicado en la revista Behavioral Psychology, el investigador de la UGR ha puesto distintos ejemplos de entrevistas en las que se refleja este hecho en Trump, como cuando durante la campaña electoral dijo: "Soy más listo que cualquiera de ellos... y puedo demostrarlo. Todos ellos son tan estúpidos como la gente estúpida que dirige el Gobierno en este momento".

Encantado de haberse conocido, el mandatario, carente de empatía, también "exige una admiración excesiva mientras le importa poco el bienestar de sus subordinados", dice Caballo, que insiste en que Trump, como narcisista a tiempo completo, vive en la creencia de que "todo el mundo envidia su éxito, que todo el mundo quiere ser Trump". En efecto, para hacérselo mirar.

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