Andalucía

Valderas rectifica y será candidato por Huelva ante la oposición de los críticos

  • Su renuncia deja inalterable la decisión de las bases en Sevilla, siendo Sánchez Gordillo el candidato al Parlamento y Martín Recio al Congreso · Propone un armisticio en el partido hasta las próximas elecciones

Tercer intento consecutivo de aspirar a la Presidencia de la Junta de Andalucía por Huelva del candidato de IU, Diego Valderas. La pretensión de relajar las tensiones previas entre oficialistas y críticos a la XVI Asamblea Andaluza, que arrancó ayer en Matalascañas (Huelva), pareció pesarle más que sus dos fracasos anteriores que le dejaron fuera del Parlamento. Por sorpresa, anunció que no sería un cunero y emprendería el regreso a su circunscripción, después de un periplo de meses por distintas provincias hasta enrocarse en Sevilla, aunque negó que en momento alguno llegase a decir que o iba por esta provincia o por ninguna.

Esta propuesta, lanzada en el último asalto de la comisión bilateral creada para que el cónclave comenzara sin dos facciones enfrentadas y aprobada por unanimidad, incluyó por tanto el respeto total a la decisión adoptada por las bases sevillanas por lo que el líder del CUT, Juan Manuel Sánchez Gordillo, será el aspirante al escaño al Parlamento, y Sebastián Martín Recio, al Congreso. La tercera lectura de su decisión comprendió que el presidente ejecutivo del PCE, Felipe Alcaraz, hará uso de nuevo de su billete de ida y vuelta político, en este caso para el retorno.

El encabezamiento de la lista onubense por Valderas contó con el beneplácito de esta delegación, en la que dijo que siempre tuvo las "puertas abiertas", al igual que en las demás provincias, salvo Sevilla, aunque quiso dejar claro que en nada significa que en esa provincia no se le quiera, porque "si hubiera un acuerdo PCA-CUT, habría tenido apoyo, pero estaba fuera de cualquier acuerdo cupular".

La retreta de Valderas y del PCA a quien más satisfechos dejó fue a la corriente crítica y CUT, por cuanto dejaba inalterable la decisión adoptada por la militancia en sus votaciones, llegando a apuntar esta claudicación como la "gran victoria de las bases". Entre las filas comunistas, división de opiniones. O un ejercicio de coherencia en virtud de una necesaria unidad electoral o una cesión sin parangón.

Pero la dimensión de la proposición oficialista tuvo más contenido que el esclarecimiento de las candidaturas. Éstas formaban parte de un decálogo de intenciones de cohesión bajo la fórmula de armisticio con fecha de caducidad. Como pidió Valderas a los cerca de 400 delegados asistentes a la Asamblea -de los 23.000 militantes existentes, repartidos en 400 asambleas-, en IU se deben "deponer las armas", al menos, hasta la convocatoria electoral del 9 de marzo, mantener la unidad durante la campaña electoral, donde los únicos "adversarios" deben ser externos, ser corresponsables con los resultados de las urnas y la aceptación y respaldo a todas las candidaturas. Después de esta fecha pareció dejar abierto el fin del alto el fuego que, con toda probabilidad, se abrirá de nuevo a nivel autonómico y feredal.

Con este documento, que también obtuvo el respaldo de la Ejecutiva Regional -sólo hubo cuatro abstenciones procedentes de Jaén, molestos por el expediente informativo abierto a esta provincia, y Concha Caballero, que se negó a votar- y aplaudido por buena parte de los asistentes, Valderas quiso inaugurar el debate para el "imprescindible" programa electoral, relegado a un segundo plano en estos meses de trifulca de listas, y en el que deberán demostrar su proyecto "de izquierdas, con los pies en el suelo, anticapitalista y transversal", donde las "muchas voces" existentes en la federación se aúnen en un "solo discurso" que demuestre que para IU prevalecen "más las propuestas que los propuestos".

Una vez despejado el posible horizonte que planeaba de dimisiones o rupturas, Valderas se mostró convenido de que de la asamblea saldrán vencedores capaces de ofrecer una alternativa al bipartidismo. Y más aún cuando de esta crisis interna en poco apreció que se había resentido el electorado. Una bajada de unas décimas en una intención de voto rayana en el 7 por ciento, le hizo calibrar la "solidez y fortaleza" de medio millón de votantes.

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