Andalucía

"El acusado aprovechaba la camaradería para satisfacerse sexualmente"

  • La juez que ha emitido un voto particular considera que Francisco Javier López Luna es autor de seis delitos de abusos sexuales

Ana Rubio Encinas, la magistrada de la Sección Tercera que ha emitido un voto particular contrario al de sus compañeros de tribunal, considera que el ex director de Salesianos es autor de dos delitos de abuso sexual a menores de 13 años, un delito de abuso sexual a mayores de 13 años y tres delitos continuados de abuso sexual a mayores de 13 años.

En su voto, Rubio Encinas expone que "el acusado aprovechaba la camaradería con los alumnos para tocarles sus órganos genitales o tirarles de los mismos, todo ello para satisfacerse sexualmente". En este sentido, la juez sostiene que López Luna mantuvo una relación de "superioridad y prevalimiento" respecto a los chavales, a diferencia de lo que defiende el resto del tribunal, que habla de una figura jerárquica desdibujada.

Bajo el punto de vista de la magistrada, cuando el ex responsable del colegio golpeaba a los alumnos, les hacía el 'abrazo del oso' o el 'goldfish', sentía "placer" y lo mostraba "riendo y sacando o mordiendo la lengua". Estas prácticas eran llevadas a cabo en su despacho, "a veces con la puerta cerrada con llave" y con las cortinas corridas.

Según la juez, "el ánimo libidinoso" de estos juegos con los que el sacerdote "disfrutaba", pasaban sin embargo desapercibidos a algunos niños, de manera que se fueron reiterando hasta julio de 2013, fecha en la que varios menores "que no consideraban normal esta actitud" contaron lo que sucedía a la madre de uno de ellos, que formuló la denuncia que ha dado lugar a este caso.

Rubio Encinas rechaza "la sugestión grupal" a la que se refieren los otros dos magistrados de la Sección Tercera. Para ella, las vicisitudes en las que se han visto envueltos los chicos a lo largo de este procedimiento (con detractores y defensores del cura enfrentados) no han afectado a sus testimonios.

"El acusado colocó a los niños con su juego en una situación en la que era muy difícil denunciar o pedir ayuda a un adulto. Los embaucó para que subieran a su despacho a jugar o a tomar golosinas y fue transformando su actuación de modo que empezó a pedirles que a cambio se dejaran dar cates, abrazos de oso, goldfish, palizas… y también, a cambio de ello, les justificaba lo injustificable para cualquier otro salvo él, que era la máxima autoridad en el colegio: el faltar a las clases sin motivo. Esto hacía complicado acudir a un tutor, profesor o padre para denunciar, pues al mismo tiempo tenían que decir que habían engañado, que la justificación de su falta a clase era una mentira y que era a cambio de dejarse pegar por el director en su despacho, lo que podría acarrearles al menos una reprimenda", expone el voto particular.

Además, para la magistrada en minoría, el cura había encandilado a los alumnos de tal modo que lo consideraban como un "amigo" o un "padre", de manera que demandarlo también significaba traicionarlo a él y a todos los amigos, porque en cuanto uno hablase, se les acababa el "chollo" de faltar a clase enfrentándose así a la impopularidad en el colegio y a la soledad, "lo que siempre es duro, mucho más cuando se trata de un adolescente, su personalidad se está formando y la sensación de pertenencia a un grupo es apremiante".

Ana Rubio Encinas no sólo valora como "veraces" los testimonios de las víctimas, sino que además descarta cualquier móvil de venganza. "La mayoría de los chicos dicen que el director les caía bien, era su amigo y le siguen teniendo aprecio. De hecho -subraya- no declararon todo al principio, porque no le querían traicionar ni arruinar la vida". Si los afectados han cambiado o ampliado su relato de los hechos denunciados se debe "a su deseo y entendimiento de que tenían que contar la verdad".

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