josé Luis gómez. actor y director teatral, académico de la lengua

"Los andaluces somos un pueblo amestizado, y a mucha honra"

  • El onubense recibe el miércoles la distinción de Hijo Predilecto de Andalucía como gran hombre de la cultura

  • Anima a aprovechar la singularidad y riqueza andaluzas para avanzar

El dramaturgo onubense José Luis Gómez

El dramaturgo onubense José Luis Gómez / Inma Flores

El miércoles parará su frenética actividad para recibir el título de Hijo Predilecto de Andalucía, que le llega camino de los 78 años y sin ninguna intención de dejar de trabajar. Sólo se dará tregua para volver a Huelva y darse esos baños renovadores en el Atlántico de Punta Umbría que mantienen ese vínculo vital con su tierra.

-El jueves dijo que se sentía muy abrumado tras recibir la noticia.

-Fue una sorpresa porque, sobre todo, uno tiene conciencia -y está bien que así sea- que nunca es profeta en su tierra. Digo siempre que la plaza más difícil con la que me ha tocado lidiar es Huelva: he actuado realmente en medio mundo y en el Gran Teatro hace como un cuarto de siglo que no. Pero tampoco es una cosa con la que sufra en ningún caso. Lo digo con inmenso cariño y sin ninguna reticencia.

-A Alemania emigró, como tantos, pero en busca de formación.

-En ese momento, Alemania era (y sigue siendo) un potentísimo foco cultural. España tiene -y diría Andalucía también- todas las posibilidades de convertirse en un foco cultural, aunque para eso hacen falta un enorme esfuerzo y una enorme aplicación, sobre todo por la lengua que tenemos.

-Ya ha dicho que la patria verdadera que hay es la lengua.

-Sin duda. La que condensa todas las esencias de lo que llamamos patria es la lengua.

-¿Ahí debe radicar el sentido de pertenencia, más en la distancia?

-La lengua va irisada con todas las acepciones fonéticas, sonoras, del sitio donde has nacido, y en el caso de Andalucía eso es potentísimo porque es muy particular la manera en que se emite el español. Y muy vinculante. Para mí lo es porque, aunque por razones de profesión he tenido que hablar el mejor castellano posible, cuando paso Despeñaperros vuelvo a hablar como siempre hablé.

-Todavía hay quien menosprecia a los andaluces por su habla.

-Eso es ignorancia. No puede haber menosprecio al habla andaluza como no puede haberlo a las latinoamericanas, que están profundamente condicionadas por el idiolecto andaluz. Es absurdo.

-Pero la lengua se utiliza también como elemento diferenciador por el independentismo.

-En España, lo queramos o no, hay diferentes lenguas. La lengua universal que hablamos es el castellano, y las otras son particulares, propias de territorios. Ahora, dentro de un Estado, utilizar la lengua como elemento de secesión es doloso, de una gravedad enorme. Las lenguas particulares tienen toda la justificación porque una lengua es un patrimonio riquísimo. Ese es un aspecto de la cuestión, y el otro es que, dentro de un Estado, utilizar la lengua como elemento de exclusión es doloso; es un delito, un atentado a la convivencia.

-¿La integración cultural en Andalucía durante siglos ha alejado los nacionalismos?

-Andalucía es un crisol tremendo de culturas, quizá la región de España donde se han mezclado más, y eso es de una riqueza extraordinaria. Por otra parte, pone totalmente en cuestión la pureza de la raza que los fascismos han intentado preconizar siempre. Somos un pueblo amestizado, y a mucha honra, y eso no nos puede ni debe extrañar. Somos una gran gran mezcla en la que el elemento judaico, además, tiene un gran peso.

-¿Todos los localismos, en este mundo cada vez más global, son signo de una involución?

-Es evidente. Se puede convivir en Europa, y hay que hacerlo, con lenguas diferentes en perfecta o en delicada unidad. Pero de cualquier modo nos queda mucho trabajo que hacer a los españoles. Duele la escasa presencia de la cultura española en las instituciones europeas, y que el español no haya conseguido afirmarse como una de las lenguas centrales europeas.

-¿Pesa mucho el pasado reciente? ¿Hay que tener más presente el legado de Unamuno y Azaña?

-Esgrimir lo que ocurrió durante la Guerra Civil por parte de algún nacionalismo es malintencionado. La Segunda República intentó dar cauce político a las identidades. Azaña, los gobiernos republicanos, otorgaron los estatutos catalán y vasco, y no llegó más lejos porque tampoco tuvo tiempo. Tampoco estoy seguro de que la proliferación autonómica sea una panacea. No soy un politólogo y no me siento autorizado, pero es una sensación. Y me parece que es malintencionado y fuera de sitio porque evidentemente la Constitución del 78 otorga libertades y funciones a las autonomías que, ya se sabe por constituciones comparadas, en muchos casos son superiores a las que existen en otros países.

-¿Se deben cultivar más los vínculos entre ellas?

-Unamuno es un hombre que intenta continuamente crear vínculos entre los españoles. Y éste es un tema muy necesario de esgrimir, de hablar y de cultivar. Emilio Lledó habla de la philía (término griego) como elemento vinculador entre los humanos. La philía es un sentimiento amoroso que existe, por extensión, en la vida personal de los ciudadanos, con sus familias, con sus allegados, y que existe también en los ciudadanos entre sí. Hay un sentimiento amistoso de convivencia y es algo a cultivar, a potenciar.

-¿Qué Andalucía dejó cuando se fue y cuál se encuentra ahora?

-Yo me fui de una Andalucía y de una España muy muy atrasada, gris. No obstante hay un salto inmenso en la sociedad española y en la andaluza. Después de la Transición, tocaba quemar etapas para ponernos al día: democráticamente, económicamente, científicamente, culturalmente... Y en este proceso, sin querer poner en cuestión el trabajo de nadie, es eficaz y oportuno preguntarse si hemos quemado las etapas que eran necesarias. En muchos casos, sí, y en muchos otros no. Andalucía es un territorio de una complejidad y riqueza extraordinarias, quizá la mayor de toda España, por su composición, su extensión, la diversidad de sus provincias... Me gustaría poder decir que son absolutamente ilusionantes los horizontes que tiene Andalucía por la riqueza de posibilidades y perspectivas. ¿Pero la estamos aprovechando? No lo sé, realmente. A veces dudo. Desde siempre me dije: ¿no sería posible avanzar más en una fusión de los elementos que nos constituyen? ¿No sería posible conservar la riqueza de nuestra cultura, la diversidad y multiplicidad de formas, colores, hábitos, costumbres, influencias, y fundirla en una síntesis moderna sin traicionarla, y, al mismo tiempo, ser justos con un mundo que es igualmente de una complejidad creciente y pide una enorme eficacia? Ahí no sé si somos lo suficientemente eficaces.

-¿Se corre el riesgo de perder la identidad andaluza?

-Creo que no. Pero ése es el desafío: conservar lo realmente constitutivo y fundirlo en una síntesis mayor, más alta, añadiendo a estos valores innegables otros más.

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