Pedro Sánchez

Un líder con su mochila

  • Tanto los propios como sus adversarios destacan su frialdad, incluso en las circunstancias más adversas; su caída tras el Comité Federal de octubre le ha facilitado la coartada para intentar su regreso

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / Rosell

El único momento en el Pedro Sánchez se relajó para transmitir una sensación de alivio durante las casi dos horas de debate que el pasado lunes mantuvieron los tres candidatos a las primarias, fue al principio. La moderadora había anunciado a los contendientes que el control de los tiempos correría a cargo de árbitros de la federación madrileña de baloncesto. Un soplo de esperanza en el territorio hostil de Ferraz. Allí el pasado 1 de octubre en un Comité Federal del PSOE forzaron su caída. Había intentado sin éxito convocar un congreso exprés para que los militantes refrendaran su liderazgo y librarse de las ataduras de los barones. Pero mientras sus vicarios aparecían con los rostros desencajados, a medida que se acercaba su derrota, él permanecía impasible, sentado la mayor parte del tiempo en el puesto de secretario general que poco después tendría que abandonar.

Cayó después de dos derrotas históricas y ante el temor de que su decisión fuese la de mantenerse al frente del partido a cualquier precio. Pero la operación que le defenestró fue precipitada y sus verdugos le facilitaron uno de sus principales activos para su actual intento de reconquistar el poder, nueve meses después: el papel de víctima. El de héroe numantino de la resistencia frente al propio PSOE. Le proporcionaron el carisma del que careció cuando atrajo durante más de un mes todos los focos de la actualidad en las negociaciones de su fallido debate de investidura para que, finalmente, el impávido Rajoy rentabilizara en la segunda vuelta de las urnas su escasa capacidad de comunicación.

La teatralización de sus lágrimas en la despedida humanizaron su inexpresivo perfilEra un prometedor pupilo de José Blanco y se curtió en el aparato que ahora combate

La teatralización de sus lágrimas en la escena de su renuncia al escaño en el Congreso, previa a la abstención socialista, terminó por humanizar su hasta entones inexpresivo perfil y redactar el simple ideario con el que aspira a reconquistar este centenario partido: "No es no". En términos políticos, era un muerto viviente, pero ha caminaba con lentitud para transmutarse en un atractivo zombi capaz de arrastrar a una legión de militantes, ávidos como él por construir una segunda parte de su serie. El dicho popular determina la temperatura del plato en el que puede servir su venganza. Con frialdad.

Sánchez se relajó el lunes al conocer quién manejaría el cronómetro. En su Sobre mí de su página web, preparada para la carrera que hoy culmina, después de su lugar de nacimiento y estado familiar, el ex dirigente socialista destaca que estudió en el Ramiro de Maeztu de Madrid y que hasta los 21 años fue jugador de baloncesto del Estudiantes. De las etapas "mejores de su vida", recuerda. No especifica el puesto que ocupó con su 1,90 de altura, pero por su reacción no parece que en aquella época discutiera mucho las decisiones arbitrales. Luego se alejó de la canasta para embarcarse en sus dos grandes pasiones confesas: "La economía y la política".

Para el debate escogió una camisa azul. Algún experto comentarista temió que las manchas le dejaran en evidencia ante las cámaras del improvisado plató. Pero ninguna invectiva de Susana Díaz consiguió alterar visualmente la sudoración de sus poros. Tres años atrás, Pedro Sánchez elevó a la fama una pequeña mochila deportiva que siempre le acompañaba en los viajes que realizó en solitario por toda España. Sin mentores oficiales, decidió ganarse el liderazgo kilómetro a kilómetro. Pero entonces, su camisa de recambio para las charlas ante los militantes era de color blanca. Los que le conocen, aseguran que era un socialdemócrata al uso, alejado de las ideas de izquierda más radical qué ahora exhibe. Lógico. Fue asesor en el Parlamento Europeo de la diputada socialista Bárbara Duhrkrop y jefe de gabinete del Alto Representante de Naciones Unidas en Bosnia durante la Guerra de Kosovo, Carlos Westendorp, ex ministro de Exteriores y uno de los principales consejeros de Felipe González. Era un prometedor pupilo del secretario de Organización José Blanco, y se curtía como miembro de los comités de campaña de la Ejecutiva Federal. Estaba catalogado de "tecnócrata" y pudo escalar sin despertar recelos hasta posicionarse para lograr la Secretaría General del PSOE. Ahora es el gran fustigador del aparato del partido en el que creció, al que acusa de maniobrar para impedir la voz de las bases.

"Sencillo, directo, tranquilo y frío", con esas cuatro palabras resume su personalidad un histórico ex dirigente andaluz y uno de sus principales colaboradores en la comunidad. Sus más arduos defensores proclaman que "ha madurado" y niegan que el rencor sea uno de los motores de su comportamiento actual. Aunque creen que es la mejor opción para la encrucijada actual del PSOE, también admiten que no representa "un liderazgo ciego, no es como con Felipe", aclaran. Pedro Sánchez en público no admite la posibilidad de una derrota. En privado ha confiado a sus íntimos que tiene un plan B si ésta se produce: volver a la docencia. En 2012 ejerció de profesor en la Universidad Camilo José Cela. Al paro ya se apuntó en otoño. Pero confía en su mochila.

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