Día de Andalucía

"No hay peor compañero que la autocomplacencia"

  • Susana Díaz admite problemas y roza la autocrítica en un día dedicado al triunfalismo melancólico sobre el pasado.

"No hay peor compañero en la política que la autocomplacencia, conozco los problemas, los que vienen del pasado y los generados ahora". La presidenta andaluza, Susana Díaz, no ha sido ajena a los estallidos de malestar que se dejan ver en algunos sectores en Andalucía, asumió en su discurso en la entrega de medallas del 28-F que hay problemas, lo que ya es un paso en un día de triunfalismo melancólico dedicado a la exaltación de victorias pretéritas. Sin embargo, la presidenta dedicó una buena parte de su discurso a elevar el tono reivindicativo ante otras administraciones, en este caso al Gobierno central, de quien demandó el final del bloqueo ferroviario, por insuficiente o inexistente, que sufren ahora la ciudad de Granada, la provincia de Almería y el puerto de Algeciras. "Sin autocrítica no se progresa", admitió al reconocer que el problema, nuestro gran problema, es el desempleo, a diez puntos de la media española, y ese dato –habría que apuntar- no lo alivia ni los cantos a las civilizaciones que pasaron por Andalucía ni las menciones a los poetas ni las conmemoraciones del 28 de febrero. Y es que si los pueblos que desconocen su historia están condenados a repetirla, tampoco se debe abusar de los avances sobre el pasado como un analgésico de los males del presente.

"La sanidad es la joya de la corona, pero una cosa es la denuncia, la crítica, pero otra el interés de quienes quieren acabar con ella en beneficio de intereses privados". Ésa es la tesis del Gobierno andaluz, que en efecto hay problemas en la sanidad pública, aunque en el malestar expresado en estos meses hay una mezcla de sus defensores con quienes apoyan el modelo privado. El otro problema, latente, pero que comienza a asomar es el de la educación. Son los dos pilares del Gobierno socialista, pero casi una década de restricción presupuestaria comienza a asomar como grietas en el basamento. Justo en este momento, se aproxima un nuevo período electoral en el que está en juego, además, el relevo en la Presidencia de la Junta en el caso de que Susana Díaz marche a Madrid.

Después de 35 años de la apertura del primer Parlamento andaluz, después de 10 años de la aprobación del segundo Estatuto de autonomía y después de cinco mandatos de otros tantos presidentes, la celebración del 28-F ha alcanzado una liturgia propia: entre el viejo Hospital de las Cinco Llagas, sede de la Cámara, y el Teatro de la Maestranza, escenario donde se entregan unas horas después las medallas a modo de premio, se descuelga la oposición más levantisca. Cuando Javier Arenas tenía la victoria en un bolsillo falto de un zurcido de seguridad, los dirigentes del PP faltaban a la entrega de las medallas. Entre el Parlamento y la Maestranza, los parlamentarios de Podemos han tomado el relevo. Junto a los dirigentes de IU, celebran el 28-F en la calle, en una manifestación popular, de protesta, lo que no quita que el diputado José Antonio Castro luciese una inhabitual corbata, roja, como muestra de respeto a este día de construcción de costumbres, mitos y liturgias, donde la autocrítica siempre se ha marchado de puente. En la oficialidad, claro, porque el discurso del poeta Luis García Montero, al recibir el título de Hijo Predilecto, fue un aldabonazo contra las redes de la desinformación y a favor de la educación. Lo mejor del día.

El presidente del Parlamento, Juan Pablo Durán, hizo referencia a la conmemoración de los 10 años de la aprobación del Estatuto de 2007, que fue el último intento de amarrar la deriva asimétrica de Cataluña. No lo oirán nunca en los discursos oficiales, parte de nuestra autonomía se ha construido con un espejo catalán enfrente. Durán sostuvo que cualquier cambio territorial en España debe contar con la aprobación de Andalucía, y en cierto modo ésa ha sido la historia del autonomismo de este país. El 28 de febrero fue el intento, exitoso, de que Andalucía contase con un autogobierno similar al de las llamadas comunidades históricas, y la reforma del Estatuto de 2017 fue el intento, fallido, de volver a amarrar a Cataluña. La escasa participación en ese segundo referéndum demuestra que sólo fue un asunto de las élites políticas del país: a diferencia del primero, hasta el PP lo apoyó. Se asimiló el espíritu del Estatut, se llegaron a copiar artículos, pero la evolución de Cataluña derivó por unos derroteros nunca previstos. La anulación por el Constitucional de una parte del texto y la demanda de una autonomía fiscal como la del País Vasco, llevó a Cataluña a ese callejón sin salida que es el independentismo.

Juan Pablo Durán, en un discurso mil veces oído, sostuvo que Andalucía no permitirá un retroceso de la igualdad entre las comunidades, pese al intento soberanista de conseguir nuevos privilegios. Pero nada más, si fuese por los discursos oficiales, Andalucía sería una comunidad donde la culpa de lo que sucede siempre la tienen otros: el Gobierno de Madrid y Cataluña.

La liturgia que se repite. El líder de IU, Antonio Maíllo, nexo de unión en Andalucía con Podemos, se pone al frente de una manifestación que es el prólogo de una candidatura de unidad popular para futuras elecciones. Teresa Rodríguez intenta liderar, dentro de la izquierda, una vuelta al nacionalismo andaluz perdido, el rescate de una posición soberanista que nunca arraigó en el sur. Los populares volvieron hace tiempo a la ceremonia de la entrega de medallas, Juanma Moreno ha seguido con una tradición que comenzó Juan Ignacio Zoido en sus tiempos de líder del PP. El ministro del Interior participó en los actos de ayer. Y como en otras ocasiones, desde hace ya un par de años, estuvieron ausentes los ex presidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán.

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