Big Ben vintage

Acaso los sonidos del Big Ben se añoren por genuinos, por vintage, ante los mudadizos tonos del smartphone

El silencio del Big Ben, durante los próximos cuatro años, después de haber estado marcando, de manera prácticamente ininterrumpida, durante siglo y medio, los cuartos de hora de cada día y de cada noche, en la Torre Isabel, aledaña al Palacio de Westminster, sede del Parlamento del Reino Unido, en Londres, constituye un acontecimiento porque las costumbres arraigadas hacen importante su alteración. Todavía más, como es el caso, ya que la torre donde se emplaza la campana -pesa casi 14 toneladas- del reloj, con una esfera en cada una de sus caras, es un símbolo universalmente reconocido. Reparaciones y mantenimientos importantes, que afectan tanto al reloj como a la estructura de la torre, son motivo del silencio de la campana y de la añoranza que muchos habitantes de Londres sentirán casi cada cuarto de hora. Luego al Big Ben no le afecta, claro está, la obsolescencia programada.

Distintas son las razones que hacen anticuados objetos, productos o tendencias, aunque con la obsolescencia programada particularmente se aluda a aparatos tecnológicos, electrodomésticos, mecanismos o piezas que tienen contado su tiempo salvo la excepcional circunstancia de que "nos salgan buenos". De ahí que el mercado y el beneficio se acrecienten con los cambios y reposiciones. Si bien, una obsolescencia es de sobra conocida y sus efectos evidentes: la de las modas, con las consiguientes renovaciones de los armarios casi cada año. Ahora bien, frente a la obsolescencia el vintage. Termino que en principio designaba un vino de gran calidad, por su cosecha o añada, pero que se ha extendido para denotar todos aquellos productos antiguos y de calidad; así como objetos de culto, sobre todo de la moda o el diseño, para coleccionistas. Suelen considerarse, entonces, como vintage, prendas y objetos que tienen aceptación, atractivo y uso veinte años después de su creación, de modo que se conviertan en "clásicos" con valor. De ahí, por ejemplo, que una conocida marca de lavadoras haya decidió premiar a quienes sigan usando en casa un modelo vintage de hace décadas. Afirman los analistas -siempre los hay de guardia y atentos a cualquier disquisición- que el vintage es una manifestación posmoderna del desencanto con el progreso y las innovaciones propias de la modernidad. Acaso, entonces, los sonidos del Big Ben se añoren por genuinos, por vintage, ante la posmodernidad de los mudadizos tonos del smartphone.

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