Hacer pedagogía

Cuando algo no se entiende o percibe como corresponde a la realidad, es reiterado el apremio de hacer pedagogía

Cuando algo no se entiende o percibe como corresponde a la realidad caben, cuando menos, dos explicaciones. Una debida a la cortedad de las propias entendederas, que dificultan conocer, primero, y comprender después. Y la otra no deriva de la mengua de las facultades, sino del torcido ejercicio, de las intenciones tergiversadoras, del que enseña o instruye. En ambos casos, sin embargo, se manifiesta la necesidad de "hacer pedagogía", de tener el concurso de la didáctica -del arte de enseñar-, de modo que quienes han de conocer, entender y comprender no solo salven sus limitaciones sino que se percaten, genuinamente, de los hechos y la realidad. Los litigios y controversias independentistas, que aventuran disgustos en la cena de Navidad, además de la crecida internacionalización de los mismos, son buena muestra de lo antedicho. Así, un representante de los empresarios catalanes, a los se pretende descalificar como españoles, ha señalado la apremiante necesidad de "hacer pedagogía" para que se aprecie el estado real de la cuestión sin interpretaciones sesgadas o de sobra improcedentes. Luego hasta la pedagogía es reclamada en este contencioso donde no faltan secuencias pintorescas, como la exaltación de las varas de mando tornadas de atributo y símbolo de autoridad legítima a palos amenazantes tan a propósito, por otra parte, para la asimilación jocosa. Además de las explicaciones cromáticas -rojo y azul dan morado- a fin de excusar intenciones de propaganda republicana en la indumentaria de la no menos marcada -la Roja- selección española de fútbol.

Esta invocación a la pedagogía, para que desvele las confusiones y la instrumentalización, concierne, entre otros ámbitos, a la docencia, dada la competencia profesional que se reconoce o supone a los profesores. Por esto mismo, si buena parte de una sociedad se manifiesta en abierto discrepancia frente a los principios que establecen la realidad es que el sistema educativo, además de otras instancias, no lo ha evitado o, todavía peor, ha podido propiciarlo. Aún más se complican las cosas si, a la desviación de la realidad, se une la poco sesuda adhesión de los conversos, porque en las generaciones que suceden a los andaluces que emigraron a Cataluña prende el dogma excluyente y separatista.

Hacer pedagogía, en fin, cuando ni siquiera ayuda hacer magia.

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