Me gusta

La apariencia personal y los contenidos en las redes buscan la aprobación del "Me gusta" a una realida virtual

Cuando la satisfacción se colma, o el desánimo mella, por el contador del "Me gusta", en el desenvolvimiento de muchos adolescentes y jóvenes, pero también de adultos mayores, ha hecho de las suyas algún desarreglo de la propia estima. Hasta se entiende que no son necesarias explicaciones de la razón del "Me gusta" porque, en el analfabetismo posmoderno, podría incluirse ignorar el funcionamiento de las redes sociales. La aprobación de los amigos y seguidores virtuales, a los contenidos que se comparten en la red, tienen ese refrendo -"Me gusta"- que pone signo al ánimo y tiempo, mucho tiempo, a procurarlo. Destacan, en este caso, las "autofotos", los "selfis" con la cámara del teléfono, cuidadosa y obsesivamente retocadas hasta mostrar la compostura que más pueda gustar. O que resulten expresión directa de un estado, generalmente de felicidad expansiva, capaz de recibir la aprobación y la adhesión de quienes, incluso desconocidos o con identidades cambiadas, acompañan sin estar. Algo tienen también algunos intercambios en las redes sociales de pública intimidad, contradicción flagrante pero que puede materializarse porque, aunque expuestos al escrutinio de muchos seguidores, los relatos o las imágenes se cuecen en solitario, sin vérselas frente a frente con los otros. Como si cupiera desdoblar la identidad y el perfil de la red resultara una existencia virtual y alternativa, ajena a la realidad. Producto de la apariencia, no pocas veces, que desvirtúa la naturalidad y desequilibra la estima si no consigue gustar según los modos de esa existencia fingida. Así las cosas, no se trata de levantar una causa general contra las redes sociales, ni de extender más allá de su alcance, si bien crecido, los efectos del mal uso al amparo de la falta de regulación, el anonimato y otras características que hacen tan atractivas como reprobables sus utilidades. Cuando, además, la falta de proyectos vitales a medio y largo plazo, como mal presagio que afecta a quienes más los necesitan, empuja a esas formas de satisfacción inmediata, de reconocimiento de otros, de felicidad alicorta o fingida que las redes procuran ocupando entonces el tiempo y la atención. Para que el círculo vicioso lleve a comportamientos propios de un síndrome de abstinencia, al darse por desdibujada la identidad, la existencia que más puede complacer, si no se atiende el modo virtual de representarla a fin de que recompense con el "Me gusta".

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