Andalucía

"La próxima vez, 400 kilos"

  • El sumario que recoge las investigaciones del porte de cocaína en el buque escuela revela que para la singladura de 2015 algunos marineros habían apalabrado trasladar un gran alijo

En Cartagena de Indias, una de las escalas habituales del buque escuela Juan Sebastián de Elcano, los marineros tenían un conseguidor. Todos los veteranos lo conocían. Era Luis Mondongo, el taxista que esperaba la llegada de los marineros para facilitarles durante sus cuatro días de estancia todo tipo de placeres que la ciudad les pudiera proporcionar. Mondongo "es la persona que consigue a la dotación del buque alojamientos, alcohol, mujeres, así como droga". La declaración es del cocinero del buque, Manuel Sirviente, 18 años de singladuras, y figura en la parte del sumario a la que esta redacción ha tenido acceso y que recopila la investigación del contrabando de droga en el Elcano, sobre la que el juzgado togado número 12 de Madrid ha levantado recientemente el secreto. En ella se relata la relación de seis marineros y el cocinero con esta actividad, que finalizó con la incautación de 127 kilos de cocaína en la Bahía de Cádiz en julio de 2014.

Sirviente y Mondongo son personajes claves para averiguar quiénes estaban en la trama que utilizaba el buque como un magnífico negocio de tráfico de drogas. En sus declaraciones, el cocinero asegura que él se limitaba a poner en contacto a los marineros con Mondongo, al que conocía hace mucho tiempo, y que luego era cuestión de ellos si le encargaban ocio en Cartagena de Indias o negocios. Lo corrobora otro de los marineros que declaró ante la juez Patricia Moncada, que instruye el caso: "Cuando llegamos en abril de 2014 a Cartagena, Mondongo nos ofreció taxis, casas, cocaína, putas. Lo que quisiéramos".

Pero lo cierto es que la investigación parece dar más galones al cocinero en la trama, ya que se ha comprobado que "Sirviente tendría un nivel de vida muy elevado, resultando que su pareja realizaba un viaje paralelo al del buque, trasladándose en avión y pernoctando en hoteles de lujo en las escalas que hacía el barco". Además, según consta en el sumario, el cocinero apremia a dos de los marineros que fueron posteriormente detenidos a que entregaran droga que habían conseguido a través de Mondongo en Cartagena en Nueva York, ya que iban con retraso. Uno de esos marineros declaró ante la juez que el cocinero les reclamó una comisión si iban a seguir dedicándose a ese contrabando en próximos viajes. Sin embargo, lo que declara Sirviente es que, efectivamente, les trasladó el mensaje de Mondongo de que entregaran ya el "paquete", pero que también les advirtió que lo que "había ahí dentro les podía meter en líos" y que podían "jugarse la vida con esa gente con la que estaban tratando".

El cocinero admitió en la declaración policial que pretendía cobrarse una comisión por trasladar el mensaje a los marineros. Supuso, declara, que la cosa iba de droga porque Mondongo le ofreció 4.000 dólares por darles el mensaje. Cuando quiso cobrarlos, Mondongo le sugirió que se lo demandara a los camellos neoyorquinos, a lo que Sirviente contestó que "se dejara de rollos y le mandara el dinero". Ya en sede judicial cambia su declaración y afirma que lo que le dijo a Mondongo fue que "era un sinvergüenza y que no quería líos". Y que tampoco quería el dinero. Al exponerle la juez la contradicción en sus declaraciones, el cocinero opta por una tercera versión y declara que lo que le dijo a Mondongo fue "tú no vas a mandar el dinero" y que cuando trasladó el mensaje a los marineros, éstos dijeron que ya habían entregado la mercancía y que gracias. Afirma que no cobró nada.

Los whatsapps descargados por la UCO en el móvil de otro de los marineros detenidos por el traslado de 127 kilos de cocaína a España revelan que los marineros contrabandistas se iban a volver más audaces. Para la singladura del siguiente año, la de 2015, Mondongo había apalabrado con uno de los marineros acusados, Vanoni Calderón, la posibilidad de introducir en el barco entre "300 o 400 kilos de cocaína". Vanoni le contesta que no ve problema y le informa de que el trabajo que pensaba hacer solo, lo ha tenido que realizar con más personal del buque, se entiende que teniendo que repartir ganancias. Mondongo, en un tira y afloja acerca del dinero que debe cobrar por la intermediación, le insinúa que él ya trabaja con más gente del buque, por lo que el trabajo que le ofrece para 2015 lo puede hacer cualquier otro.

Esto es corroborado posteriormente por un marinero arrepentido el pasado noviembre. En su calidad de protegido, permanece en el anonimato, aunque se sabe de él que es un cabo destinado en la fragata Victoria, que forma parte del operativo de la Armada española en el Índico en la misión Atalanta para proteger a los atuneros de los piratas somalíes.

Su declaración alerta a la juez de que dentro del Elcano el movimiento de droga no es aislado. Asegura que embarca en 2013 sabiendo ya que en el buque escuela se trafica en las escalas. El primero que le entra pocos días antes de llegar a Cartagena es un marinero destinado en cocina que no es Sirviente. Pero a él no le convence el trato al que se pretende llegar con él y se decide por otra oferta. Era difícil no caer en la tentación y era difícil no enterarse de cómo hacerlo. Según su declaración, no menos de 50 personas, según sus cálculos, se dedicaban a esta actividad dentro del Elcano. Él, en concreto, pagó 3.000 dólares por tres kilos de cocaína, que introdujo en el buque en unos pantalones de playa. Meter la droga era tarea sencilla, la vigilancia era relajada. "No había controles ni dentro, ni fuera, ni tampoco en aduanas". Al llegar a Nueva York entregó la mercancía a quien se le indicó y cobró por ella 15.000 dólares. Ganó 12.000 dólares en unos pocos días. Su negativa a trabajar con la intermediación de Mondongo le supuso amenazas, le dijeron que le iban a hacer "la vida imposible".

También relata cómo cree que se introdujeron los 127 kilos de cocaína que se incautarían posteriormente en la operación de la UCO en San Fernando. Según él, podría haber sido el último día de estancia en Cartagena, cuando vio cómo Sirviente y Mondongo llegaban en una "pick up blanca" al portalón en el que embarcan el personal y los suministros. Vio descargar unas cajas rotuladas como café. Sin embargo, la Guardia Civil sospecha que la droga se introdujo oculta en ropas aprovechando que en Cartagena la entrada al buque para visitarlo es libre y siempre hay mucho trasiego de gente.

El principio del fin de este movimiento de droga se va a producir en mayo de 2014 en el barrio del Bronx. La DEA barría los teléfonos de dos traficantes de Cartagena, Jorge Luis Hoayeck, alias Peter, de 51 años, y Jorge Alberto Siado-Álvarez, de 52. Estas dos personas, detenidas el pasado mes de enero en una acción conjunta de la DEA y la Policía colombiana, tenían una sólida red de distribución de droga por Sudamérica, lo que hacían con la tapadera de un negocio de combustible. La droga iba diluida en ese combustible. Paralelamente, tenían otras redes de introducción de droga en Estados Unidos a través de camiones y barcos. El Elcano era una de sus fórmulas y Mondongo era su intermediario.

En esas comunicaciones en clave de los dos traficantes colombianos, cuya transcripción figura en el sumario, los agentes norteamericanos deducen que marineros del buque escuela llevarán su mercancía a dos camellos de Nueva York, igualmente colombianos, conocidos como Pepe y Messi. Preparan el dispositivo y les cogen con las manos en la masa. En la operación caen los camellos y los marineros españoles son identificados, por lo que se alerta a la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. "Esas niñas se estrellaron... los datos de lo que sucedió están en internet, fue en el Bronx...", le informa Sidao a Peter al conocer el fracaso de la entrega. Peter contesta tranquilo: "De igual forma tienen que responder por eso. Eso se paga".

Una comisión militar espera al Elcano en su escala en Bueu (Pontevedra), entra en el barco, detiene a los marineros identificados por la DEA en Nueva York, pero no encuentra nada. El 30 de julio de 2014, cuando el buque ya está fondeado en la Bahía de Cádiz, con la colaboración del comandante de la nave, la Guardia Civil entra con los perros y encuentra lo que espera en un compartimento de difícil acceso, donde se guardan las velas de reserva. La pureza de la cocaína era del 66%.

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