Educación Polémica por una denuncia

Profe, me ofende...

  • La mayor parte de las denuncias de los padres contra profesores en Andalucía tienen que ver con política y religión, pero apenas las hay por la calidad de la educación

En las oficinas de Inspección de la Delegación Provincial de Educación de Cádiz dibujan dos abscisas. Una marca, de mayor a menor, la gravedad del problema de un alumno en un momento dado; en la otra se mide la reacción del padre del alumno. Esto, explica uno de los inspectores, genera varios cuadros. El más preocupante, el más habitual a efectos estadísticos, es la reacción desaforada, a veces violenta, de un padre ante un problema menor. Lo sucedido en La Línea hace dos semanas, cuando el profesor de Geografía José Reyes fue denunciado ante la Policía por el padre de un alumno musulmán por hablar de los jamones de Trevélez, forma parte de esa zona preocupante y, más allá de la noticia, convenientemente exprimida en las televisiones con la presencia incluso del menor en algún programa, preocupa no como hecho a los profesionales, ya que, como decidió la Fiscalía el pasado jueves, no hay hecho, sino como síntoma.

En este no hecho se parte de una frase nunca dicha: "Vete a tu país", dice el padre que dijo el profesor al alumno ante 27 testigos, el resto de los compañeros. Los padres del niño musulmán de 13 años del Instituto Menéndez Tolosa nunca escucharon esa frase. Tampoco los 27 testigos. Se lo contó su hijo. "Los padres se convierten en abogados defensores de sus hijos. No quieren conocer la verdad, sino buscar el modo de exculparle, para lo que utilizan las estrategias de cualquier abogado defensor, es decir, ocultar las partes menos defendibles de su patrocinado y hallar defectos de forma que les beneficien. Parece que esos padres que juegan en la zona preocupante de nuestra tabla, la de matar moscas a cañonazos, no se dan cuenta de que el único al que perjudican es a su hijo, que toma como modelo en esa defensa desaforada de su testimonio, que el niño sabe perfectamente que es falso, el todo vale con tal de salir indemne. Es un modelo de educación que preocupa porque es más habitual de lo que debiera", afirman en Inspección.

Inspectores y orientadores de la Consejería de Educación han aceptado trazar un perfil para este reportaje sobre cómo son las denuncias más habituales que llegan a Inspección y a las direcciones de los institutos acerca de la relación de los profesores con los alumnos. Para empezar, no son muchas, pero las existentes se podrían dividir en dos grandes grupos, las relacionadas con la política -casi todas derivadas de la asignatura Educación para la Ciudadanía- y las que tienen trasfondo religioso -los crucifijos en las aulas dan mucho que hablar y mucho trabajo en las inspecciones-. Curiosamente, apenas existen (este curso ninguna) denuncias por escasa calidad educativa.

Veamos un ejemplo sobre esto último. La Consejería asigna un profesor ciego para Lengua y Literatura en un instituto de Puerto Real. Durante un tiempo el profesor imparte las clases. Hay un serio problema, ya que su deficiente visión le impide corregir correctamente los trabajos que los chicos hacen en clase. La Inspección actúa de oficio. Hay protestas de algunas asociaciones por la igualdad de derechos y la integración y de la propia ONCE. La Delegación intenta explicar que, lamentablemente, el profesor no puede impartir Lengua y Literatura a estos chicos. Ningún padre de ese curso denunció que sus hijos no progresaban en la materia, que se les aprobaban exámentes con clamorosas faltas de ortografía... Nadie protestó porque se experimentó una mejoría milagrosa en las calificaciones de sus hijos. Los doses de los años anteriores se hacían cincos, los cincos sietes y los sietes nueves. Ningún padre estaba descontento con el profesor ciego, pese a que las evaluaciones realizadas por Inspección mostraban que, en realidad, los chicos no estaban aprendiendo nada.

En la película de Francois Truffaut Los cuatrocientos golpes aparece por primera vez de niño su alter ego, Antoine Doinel. En ella, Antoine llega tarde al colegio después de haber hecho rabona el día anterior. Al ir a ser reprendido por el profesor, Antoine se rebela: "Mi madre (que está muy viva) ha muerto", dice. Y el profesor cambia su actitud hacia él. Antoine se siente mimado por ese profesor que lamenta tan terrible y falsa pérdida. "A los padres hay que recordarles cuando eran niños. Cuando éramos niños mentíamos sin pensar en las consecuencias a medio plazo, sólo queríamos solucionar el problema inmediato", dicen en Inspección para relatar un caso antiguo que les trajo de cabeza, el que conocen como el caso del niño que se cagó.

Ocurrió con un chico de nueve años de un colegio de Cádiz capital. En un momento de la clase, el chico se lo hizo todo encima. Fue salvando la jornada como buenamente pudo hasta que llegó a su casa y su madre descubrió el pastel. Para evitar la reprimenda, el chico se defendió y afirmó que la profesora no le dejó ir al servicio. La madre denunció a la profesora, pero la investigación de Inspección hablando con los chicos de la clase demostró que no había sido así. A la madre no le importó, creyó ciegamente a su hijo y mantuvo la denuncia. Fueron meses de papeleo, pero no llegó tan lejos como el caso de la familia extorsionadora.

En este nuevo caso un clan entero, con abuelo incluido, se presenta en la delegación de Educación para denunciar un caso truculento que le sucede a una niña de cuatro años. Según su versión, la niña es encerrada a menudo en un cuarto oscuro, es continuamente golpeada por la maestra... Es extraño, ya que la profesional en cuestión tiene una larga trayectoria sin ninguna denuncia parecida a sus espaldas. La obcecación de la familia hace que el caso llegue a los tribunales exigiendo una indemnización. Allí se descubre cómo la familia ya ha utilizado a la niña para una denuncia anterior contra el SAS, que tiene otra interpuesta contra su casero y otra más contra la comunidad de vecinos. Son expertos en ello y la niña está en medio, son conscientes de lo que hacen, no como en el caso del niño maltratador.

Poco después del suicidio del joven Jokin, un joven guipuzcoano de 14 años que durante un año sufrió el acoso de algunos de sus compañeros, se produce un suceso en un instituto de Puerto Real. Dos jóvenes agarran a un compañero y, mientras un tercero hace que graba con el móvil, un cuarto le golpea brutalmente. Educación decide la expulsión de los participantes en la agresión por quince días. El padre del joven que sostenía el móvil se presenta en la delegación para expresar sus quejas por la gravedad de la sanción, ya que, explica, su hijo no pudo grabar la agresión con el móvil porque éste estaba sin batería. No negaba su participación en la agresión, presenciada por decenas de testigos, sino que lo hubiese grabado. El padre defendía una actitud indefendible de su hijo, pero era su hijo...

No se niega desde la Consejería de Educación que puedan existir malas prácticas y se invita a denunciarlas. "Los niños son clientes de un servicio del que no se pueden defender, no pueden saber si el servicio que reciben es bueno o malo. No es como si un adulto va a un dentista que es un desastre y le exige responsabilidades. Para eso están instancias que pretenden corregir los defectos del sistema, pero no nos podemos perder en lo insustancial y someter a los niños a batallas absurdas". Pero el temor a la denuncia se ha instalado en las aulas. Colegios de Primaria han enviado circulares a los padres pidiéndoles autorización escrita para que sus hijos puedan ser grabados en las actuaciones navideñas por otros padres. Hay padres que no dan la autorización, pero exigen que sus hijos participen en estos teatrillos. Ante esta situación, y para evitar disputas legales, los profesores han decidido que esos niños hagan un papel en la obra... disfrazados de árbol.

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