Alberto Rodríguez. Director de cine

"La Historia se nos olvida muy rápido"

  • El cineasta estrena 'La isla mínima', contundente intriga ambientada en las marismas del Guadalquivir durante la Transición. El largometraje cautivó a público y crítica en San Sebastián.

No parece algo premeditado en un director poco dado a solemnidades como Alberto Rodríguez (Sevilla, 1971), cuyo mayor propósito siempre ha sido lograr la conexión con el público, pero el cineasta está trazando, en una filmografía tan sólida como amena, una cartografía del tiempo que vivimos. Retrató la Sevilla de la periferia en 7 vírgenes, la Andalucía pre-Expo en Grupo 7 y, ahora, las tensiones de la Transición en las marismas del Guadalquivir, donde son enviados dos policías (Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez) a investigar la desaparición de unas jóvenes. La isla mínima llega hoy a los cines tras la entusiasta acogida en San Sebastián y el presentimiento de que los próximos Premios Goya sonreirán a este director tan dotado para la acción como preocupado por la introspección psicológica. Ya le toca.

-En el futuro podrán ver su cine como un excepcional documento sociológico sobre estos años.

-La verdad es que yo no me doy cuenta de lo que estoy haciendo. El otro día, un periodista me dijo que había hecho dos comedias, dos dramas y dos policiacos... y estaba en lo cierto, pero yo no lo había pensado, no me lo había planteado. Las historias han ido viniendo durante este tiempo, yo me las he ido encontrando y me he ido diciendo: merece la pena que esto sea contado, esto no...

-Esa versatilidad, esa diversidad de géneros que le ha interesado hasta ahora es fruto del azar, entonces.

-Incluso que comenzara con el cine fue una casualidad. Cuando me fui a inscribir en la universidad me eché a cara o cruz con un compañero, Paco Baños, que era amigo desde la infancia, si estudiar Periodismo o Imagen y Sonido, y salió Imagen. Descubrí que aquello me permitía contar historias, que era lo que a mí me gustaba, pero con un lenguaje y una complejidad que trascendía lo escrito. Aquello me pareció un invento del que me quedé enamorado. Yo era de los friquis de la facultad que iba a ver la película que ponían a las ocho de la mañana...

-Desde el principio de la cinta, en que un guardia civil califica como "fáciles" a las chicas que han desaparecido, y, luego, principalmente, a través de la historia de la madre de esas jóvenes, La isla mínima habla de la opresión y la falta de oportunidades que sufre la mujer en un entorno cerrado.

-Sí. No de una manera obvia, pero la mujer, al final, está presente en la trama desde la ausencia. Del personaje de la mujer del barquero, por ejemplo, que interpreta Nerea Barros, se sabe poco. Contamos la historia de ésta sin desvelar qué es lo que está pasando entre ella y su marido, pero creo que el espectador puede intuir por cosas sutiles y leves lo que está ocurriendo en esa casa cada vez que los protagonistas se van. Para los crímenes nos inspiramos en 2666, de Roberto Bolaño. En esa novela se hace una descripción continua de los asesinatos de Ciudad Juárez, que en el libro se llama Santa Teresa, y nos parecía muy interesante lo poco que importa que se sucedan los asesinatos, es algo que dice mucho de la situación de la mujer y es algo de lo que habla también la película. En los años 70 una mujer tenía que pedir permiso a su padre o a su marido para abrir una cuenta en un banco o sacarse el pasaporte. La Historia se nos olvida muy rápido. Y en los 80 había un debate con el aborto que, cuando nosotros escribimos la película en 2012, se había vuelto a abrir...

-Dice que la Historia se olvida muy rápido, pero también se reinventa. Se ha vendido una Transición idílica que no se corresponde con la realidad, como se cuenta en La isla mínima.

-Rafael Cobos [el coguionista] y yo vimos dos documentales, Atado y bien atado y No se os puede dejar solos, que tratan acerca de ese período, pero lo interesante es que están editados en el 81, creo, y no hay perspectiva histórica. Es un documento de primera mano, no es la versión oficial de todos a una. Te encuentras con que había muchísima ilusión, por supuesto, pero que el año 80 fue complicadísimo: por la crisis económica, por la fractura social, por la cantidad de gente que se fue fuera, por el debate territorial que había en ese momento... Uno de los dos documentales cuenta que Milans del Bosch escribió un artículo diciendo que España va en mala dirección y que aquí hay que dar un vuelco. Hay un policía que se adhiere con una carta a un editorial de El País en contra de esas declaraciones. Milans del Bosch dio un golpe de Estado seis meses después, y al policía lo quitaron del puesto. Eso refleja la tensión que había en ese momento. En ese policía está inspirada la historia de Raúl Arévalo.

-Ese personaje representa la España de valores democráticos frente al de Javier Gutiérrez, muy activo durante el régimen de Franco. Pero, como en sus anteriores películas, la ambigüedad moral, las contradicciones, predominan en ambos.

-El personaje de Raúl es un tipo con ideas, pero que está completamente amargado. Y el otro personaje está sacado de mucha documentación que manejamos sobre una parte muy oscura del franquismo. Sí es cierto que ninguno es del todo bueno o del todo malo, nos gusta escribir personajes poliédricos que resulten humanos.

-La isla mínima retrata unas marismas del Guadalquivir con unas terribles condiciones laborales, donde campa a sus anchas el caciquismo... ¿Encontró algún eco de todo eso en la zona cuando rodó?

-Hay cosas de la Historia que han pasado ya, afortunadamente. Sigue siendo, eso sí, un paisaje desconocido para muchos sevillanos. Isla Mayor tiene una particularidad: tú vas allí y cuando atraviesas el pueblo se acaba la carretera, empiezan los campos de arroz. No lleva a ningún sitio, no vas de paso a ninguna parte, por eso es muy inexplorado. Es un paisaje hermosísimo, tiene una gastronomía maravillosa. Es un sitio alucinante. Y ésta es la época en la que están los pájaros, los flamencos, por allí.

-Bajo sus órdenes, Jesús Carroza, Joaquín Núñez o Julián Villagrán han ganado el Goya; Juan José Ballesta logró la Concha de Plata... Los actores suelen estar soberbios en sus películas, y La isla mínima no es una excepción.

-Es que al final el trabajo de la dirección consiste en tener un guión potente en el que crees y convertirlo en algo lo más real posible. Me da seguridad dedicar un mes, más o menos, de ensayos, a ayudar a los actores a construir sus personajes. Muchas veces elaboro un cuentecito o una historia que no sale en la película, pero que considero que define al personaje de una manera u otra. Quizás sea el proceso que más disfruto: comprobar que esas criaturas que durante un tiempo han sido una nebulosa, con una forma parecida a la de los personajes literarios, empiezan a hacerse carne y formar parte de lo real. Eso es muy satisfactorio.

-Aquí también combina actores más conocidos por el público con rostros menos evidentes.

-Bueno, eso no depende de mí, sino de los productores, que me dejan hacerlo [ríe ]. Más allá de Javier y de Raúl, y de otros personajes principales, intentamos que el resto fueran actores no muy conocidos para el público, para que así éste tuviera la misma sensación que los protagonistas cuando llegan a ese pueblo: no tenemos ni idea de por dónde van a venir los acontecimientos y no tenemos una cara conocida a la que agarrarnos.

-Toda la proyección que está alcanzando La isla mínima, ¿impulsará esa película aplazada sobre el espía Fernando Paesa?

-Probablemente en breve sabré algo del proyecto. No depende tanto de la taquilla, sino de que haya una decisión y la película se ponga en marcha. Esperemos.

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