El Festival de San Sebastián consagró anoche a una voz "turbadora, delicada y única", tal como calificó el jurado a uno de los creadores más audaces y personales del cine español, Carlos Vermut, que conquistó la Concha de Oro con Magical Girl. El realizador, que presentaba en el certamen donostiarra su segundo largometraje tras la sorprendente Diamond Flash, que se vio en circuitos de distribución alternativos aunque supo llamar la atención desde los márgenes, logró además el premio al mejor director, un doblete que no se daba desde que Claude Chabrol se hizo con estos dos galardones en 1997, cuando concursaba con No va más. "El cine se hace por amor", proclamó Vermut tras dedicar su éxito a su novia, "y es un viaje que va del fondo hacia la forma, pero que no se hace solo".

El reparto de premios puso de manifiesto la pujanza de las cintas españolas exhibidas en el certamen. Una de las claras favoritas de este año, que fue largamente ovacionada tras su proyección, La isla mínima, de Alberto Rodríguez,se alzó con los reconocimientos al mejor actor (Javier Gutiérrez) y la mejor fotografía (Álex Catalán). Además, la cinta de Rodríguez se había llevado horas antes el I Premio Feroz Zinemaldia que otorga la prensa especializada y que entregó Ricardo Darín. "Nos avisaron con tan poco tiempo que ni siquiera llegábamos a recogerlo. Menos mal que andaba Raúl Arévalo por allí y pudo hacerlo en representación del equipo", contaba anoche a este periódico Gervasio Iglesias, productor de La isla mínima.

Fue Arévalo también quien subió al escenario del Kursaal en nombre de Javier Gutiérrez, que no pudo asistir a la clausura del festival -"vendrá más tarde, a celebrarlo", anunció su compañero en la película- por estar embarcado en la producción teatral Los Mácbez, un texto de Juan Cavestany a partir de Shakespeare que interpreta junto a Carmen Machi. "Por sus compromisos se ha perdido el pase en San Sebastián, el estreno en Sevilla...", apunta Iglesias sobre el galardonado, "pero ahora tiene una Concha de Plata que han ganado tantos y tan grandes actores", celebra el productor, que añade que "es como premiar el trabajo de los dos, también de Arévalo, porque en La isla mínima no se entiende el trabajo de uno sin el del otro". El actor de Los girasoles ciegos y Los amantes pasajeros leyó ante Nastassja Kinski, miembro del jurado, una carta que había escrito Gutiérrez en la que defendía que "el Sur también existe, y de qué manera", recordó esa admiración por la que Fernando Trueba divinizó a Billy Wilder y dijo que Alberto Rodríguez era su Dios, y lamentó "el maltrato y la indiferencia" del Gobierno de Rajoy con el cine.

Entretanto, Álex Catalán no quiso centrarse en su labor y aseguró que, al premiar la fotografía de La isla mínima, estaban distinguiendo "la atmósfera de la película, algo que no es sólo un mérito de mi departamento", antes de dirigir calurosas palabras a Alberto Rodrígez, "al que admiro como director y aprecio como amigo". Los galardones obtenidos por la producción andaluza reforzarán la excelente posición con que el filme ha entrado en los cines. "Ayer [por el sábado] estaba la segunda en la taquilla pero con la mejor media de recaudación por copia con diferencia", informa Gervasio Iglesias.

Por lo demás, el jurado del Festival de San Sebastián también se acordó de dos de los largometrajes más aplaudidos en la Sección Oficial: Silent Heart, un drama sobre la eutanasia que emocionó al público y que endereza la errática carrera de Bille August, con la que Paprika Steen fue galardonada como la mejor actriz; y La entrega, de Michael R. Roskam, una muestra de cine negro por la que el escritor Dennis Lehane logró el premio al mejor guión. En una carta, el autor de Mystic River y Adiós, pequeña, adiós, dedicó su triunfo al desaparecido James Gandolfini, que interpreta el filme junto a Tom Hardy y Noomi Rapace, y del que dijo que "hacía que las palabras de cualquier guionista sonasen y brillasen como el oro".