Cultura

Erasmo en Tralfamadore

  • Malpaso reúne en un volumen nueve discursos de Kurt Vonnegut pronunciados en graduaciones universitarias: un festín de sabiduría y diversión .

Que levante mi mano quien crea en la telequinesis y... Kurt Vonnegut. Trad. Ramón de España. Malpaso. Barcelona, 2014. 128 págs. 17,50 euros.

Recientemente descubrí una página web estadounidense a través de la que se podía adquirir un amplio merchandising de escritores y filósofos, con postales, pegatinas, peluches, camisetas, tazas, lapiceros y otros accesorios dedicados a los soportes de la civilización occidental desde Sócrates. Uno de los autores con un mayor surtido de productos, junto a Freud y Edgar Allan Poe, era Kurt Vonnegut (Indianápolis, 1922 - Nueva York, 2007), autor de novelas fundamentales como Las sirenas de Titán (1959), Cuna de gato (1963) y, especialmente, Matadero Cinco (1969), con la que revolucionó para siempre el género de la ciencia-ficción al partir de un presupuesto autobiográfico (Vonnegut combatió en la Segunda Guerra Mundial y fue detenido por los alemanes en Dresde, a comienzos de 1945, poco antes del bombardeo aliado que, inexplicablemente, arrasó casi por completo la ciudad germana, que hasta entonces apenas había acusado el curso de la contienda, cuando el final de la guerra en Europa ya estaba cantado) para bordar, mediante viajes en el tiempo y abducciones extraterrestres, uno de los retratos generacionales más brillantes de la historia de la literatura norteamericana (la poca mala uva que se le quedó en el tintero le dio para otra magistral novela, El desayuno de los campeones, publicada en 1973). No es extraño que Vonnegut se haya convertido en un referente simpático para los descafeinados hipsters del presente, merced a su amor por el jazz, su humor sardónico, su querencia alucinógena y su identificación plena con los solitarios cuerpos celestes ("Soy un vagabundo espacial llamado Kurt", dijo en cierta ocasión para alborozo de muchos). Pero conviene andar con pies de plomo a la hora de colgarle sambenitos a Vonnegut: ya los hippies y los profetas de la contracultura lo intentaron y el tiro les salió por la culata. Cierto, la página web a la que me refería antes es de producción norteamericana; pero también a este lado del charco conviene volver a Kurt Vonnegut para hacer(le) justicia.

Paradójicamente, una oportunidad de oro viene ahora brindada con un libro tan profundamente americano como Que levante mi mano quien crea en la telequinesis y otros mandamientos para corromper a la juventud, que acaba de publicar en España Malpaso y que reúne nueve textos correspondientes a un género de muy escasa tradición en este país como objeto literario: el discurso dirigido a la población universitaria en los actos de graduación. Tal y como explica en el más que jugoso prólogo Dan Wakefield, Vonnegut, que nunca llegó a graduarse, se hizo muy popular entre los estudiantes universitarios estadounidenses antes de que llegara a serlo para el gran público con Matadero Cinco. Sus primeras novelas, como Las sirenas de Titán, que apenas habían merecido una atención discreta en Estados Unidos, se distribuían a porrillo como si de material clandestino se tratase entre los futuros valedores de la nación. En Que levante mi mano, sin embargo, Vonnegut se dirige directamente a ellos, los garantes del porvenir. Los nueve discursos seleccionados por el mismo Wakefield fueron pronunciados entre 1978 y 2004 y en todos ellos late la pasión del gran humanista (Vonnegut sucedió a Isaac Asimov en la Presidencia de la Asociación Humanista Estadounidense), el firme divulgador del sapere aude kantiano, en la plenitud del término.

Vonnegut opta en sus alocuciones por un estilo sencillo, no en virtud del consabido prejuicio respecto a los oyentes (como es tan habitual), sino de la convicción de que la mejor exposición de los asuntos importantes es extremadamente sencilla. Vonnegut se presenta a sí mismo con humor ("Tal vez hayáis leído la novela de Arthur C. Clarke El fin de la infancia, una de las escasas obras maestras que ha dado la ciencia-ficción. El resto las he escrito yo") pero invierte su mayor esfuerzo en exponer a los jóvenes su personal visión del mundo cuyas riendas se disponen a tomar. Resulta conmovedora en este sentido su aproximación al odio, motor de la humanidad "desde que el Código de Hammurabi introdujera la fórmula 'Ojo por ojo y diente por diente', luego incorporada al Antiguo Testamento". Vonnegut, ateo, humanista y amante de la ciencia, sitúa como gran excepción a Jesucristo: "¿Habéis leído el Sermón de la Montaña? Nada que ver con el ideario republicano. Si lo que dijo Jesús estaba bien, ¿qué más da si era o no era Dios?". El escritor pide a sus oyentes, ya entrado el siglo XXI, que prefieran los libros a las pantallas, y defiende así su ideal de docencia: "El ordenador enseña al niño lo que el ordenador puede dar de sí. La persona culta enseña al niño lo que el niño puede dar de sí". Aquí hay, en fin, algo más que un rostro con bigote para decorar tazas: posiblemente, un referente vivo (vivo, sí) que alivie de una vez el lastre de la orfandad.

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