De libros

Las otras especies

  • Seix Barral publica la poesía reunida de Agustín Fernández Mallo El volumen incluye también su nuevo poemario, 'Ya nadie se llamará como yo'.

YA NADIE SE LLAMARÁ COMO YO + POESÍA REUNIDA (1998-2012). Agustín Fernández Mallo. Frontispicio de Antonio Gamoneda. Prólogo de Pablo García Casado. Seix Barral. Barcelona, 2015. 615 páginas. 21,90 euros.

No sé qué fue antes, si el AVE o Agustín Fernández Mallo. Los poetas discutiblemente jóvenes de hoy han crecido con el AVE y con Fernández Mallo (La Coruña, 1967), y han llegado a muchos sitios mediante ellos, seguramente sin entender demasiado ninguna de las dos cosas. Madrid-Barcelona en poco más de dos horas. Un siglo nuevo en poco más de 600 páginas. Alta velocidad. Que si era necesario, que si es una estafa, que si que no, pero ahí están. Ningún país con más kilómetros de alta velocidad; un volumen con 15 años de poesía que quitaron años a la poesía, y la salvaron de sí misma. 

Ahora, en su nueva entrega, Ya nadie se llamará como yo, el poeta avisa, previene ante lo que vendrá después, ante lo que el lector se va a encontrar en las próximas 600 y pico páginas: "No busco revelaciones sino herramientas / con las que abrir las cosas como se abre / una conserva". Y después de esos kilómetros de alta velocidad por 14 años de poesía y de herramientas, el lector queda con la sensación de que verdaderamente Fernández Mallo ha conseguido abrir muchas cosas en una poesía que quería tratarse más como conserva que como género en contacto, mutante, vivo. Es cierto que la poesía necesitaba un cambio radical, como lo es que él fue uno de esos pocos valientes que se adentraron por lugares donde no le esperaba nadie. Así lo expuso en Postpoesía, trabajo que fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo en 2009: "Hablamos de la necesidad de un cambio tan radical como en su día lo operaron las vanguardias". Es cierto que la poesía no tiene la obligación de decir nada nuevo sino de decir lo fundamental con no demasiadas palabras, pero si con no demasiadas palabras se dicen cosas muy nuevas, e incluso fundamentales, tampoco vamos a ser tan cafres de mirar para otro lado. Para que se dé este fenómeno no necesitamos nada extraordinario: un poeta con ganas de coquetear con herramientas, y un lector que entienda que poesía es aquello que infringe los límites. Y entonces las cosas se abren y la poesía brota tranquila, sin que nadie le exija demasiado. Ya en el prólogo del libro Amor.txt de David Refoyo lo apunta de nuevo: "El reto de la gran poesía -con independencia de escuelas y estilos- siempre ha sido crear naturaleza". 

Ante unas generaciones esclavizadas en la búsqueda de la voz, que muchas veces no es más que un funcionariado poético cuando llega (porque si llega llegará tarde, y menos mal), Fernández Mallo se apropia de lo que ronda a esa voz, sea eso lo que quiera ser, y se apropia de lo que ésta desprecia, sea eso lo que pueda ser; como indica Pablo García Casado en el prólogo que abre el volumen, la poesía de Fernández Mallo es una "apuesta por la superación de la poesía como reducto intelectual historicista y esclerótico, por un discurso activo, potente, lleno de actualidad y significado. Por poemas que saben nombrar el caos, la acumulación sucesiva de mensajes y palabras, la comunicación en el mundo contemporáneo". Se coincida o no con sus intenciones o tono, es incuestionable el papel de este poeta de poner a la poesía en su sitio incómodo, en un momento donde ésta necesitaba sitios incómodos en buenos poemas. 

Abrir su poesía reunida con su último poemario, partir desde el ahora para entender y quizás justificar el pasado, es una prueba de honestidad desde un nuevo libro que se sostiene sobre lo confesional, sí, pero que no rehúye de la imaginación y la vanguardia de sus libros anteriores, de la madurez entendida como posibilidad de hablarle a la cara a la muerte y no parecer ridículo: "Ahora sé que la muerte existe / y es analfabeta", para después acabar en otros lugares más inverosímiles, en esos lugares que tanto le gustan: "Hoy como luz / y vomito luz". El cuerpo, siempre presente, tubo fundamental de ensayo, empieza a ser ahora el centro consentido de todas las cosas, las que están y las que ya no están, cuando antes el cuerpo era mero descarte, expectativa de algo que confluía con otra cosa mejor: "sellaron aquello con cemento / más blanco que un ojo ciego. / Fue la primera vez que no vi llorar a mi madre", y por ahí insiste: "eché de menos cuando en cualquier comarcal / acelerabas y nos adelantábamos al tiempo". Con las mismas herramientas deja ahora de mirar hacia fuera, a dejar de huir de la emoción, para caer en ella, y así explicarnos al hombre antes que a la materia. "No lo sabía: El mármol se friega como se friegan / unas escaleras". Visión más que voz: "todo animal en movimiento genera individuos / de otra especie". Y por ahí anda, con nombre singularísimo de una especie por fin familiar.

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