De libros

La Sevilla de Lara Bosch

La vida de José Manuel Lara Bosch se asemeja, probablemente, a la de algunas de las historias que leyó y editó a lo largo de tantos años. Porque es una vida de pasión y de riesgo.

Lara vivió junto a -que nunca bajo- la larga sombra de su padre, un sevillano de El Pedroso que marchó a Barcelona a correr mundo y descubrió un feraz y exitoso Planeta. Un universo del que jamás faltó Sevilla, como referente, como compromiso, como vocación. Como se heredan las costumbres, las aficiones y hasta los oficios, Lara Bosch recibió en herencia a Andalucía, y por eso gustaba de llamarse "cataluz".

Pero nunca fueron sólo palabras para bien quedar o para continuar con la peculiarísima manera de expresarse y sentir del patriarca. José Manuel Lara Bosch fijó casa y empresas en Sevilla, impulsó la fundación que lleva el nombre de su padre y apoyó cada iniciativa que supusiera prosperidad, trabajo y buena imagen para la que era, de facto, su segunda ciudad y la de su mujer, Consuelo García Píriz, sevillana de adopción y eterna enamorada de esta tierra.

No en vano se habían conocido aquí en el Premio Ateneo de Sevilla y en los salones del hotel Alfonso XIII. Lo que la cuna le dio a este sevillano de excepción el amor se lo dobló con creces: estaba destinado a ser uno de los nuestros. Y uno de los mejores y más comprometidos.

A lo largo de su vida, este "editor de corazón", en palabras del también editor Jorge Herralde, visitó los infinitos mundos paralelos de los libros, y a pesar de todo siguió manteniendo con Sevilla, quizá tan lejos de Barcelona pero seguro que tan cerca de sí mismo, un vínculo siempre vivo, hecho de visitas esporádicas y del recuerdo permanente de la obra y vida a las que siempre quiso emular.

Fruto de ese cariño y también de su afán de emprender e invertir en cultura, nos eligió como sede de la Fundación José Manuel Lara, en la que tantos artistas y almas inquietas han encontrado desde entonces cobijo y ánimo para sus espíritus. Podría haber estado en cualquier otro lugar de Hispanoamérica y, sin embargo, no dudó en entregarnos ese regalo. Desde su apertura, en 1992, su labor le ha permitido a Sevilla abrir aún más sus alas para llevar su cultura, y con ella la andaluza, a todos los rincones del mundo, y para fortalecer ese bullir de letras del que nuestra ciudad es casa privilegiada, con un contacto constante materializado en los actos que organiza cada Feria del Libro o con los encuentros de poesía en Vandalia, el bello nombre latino de Andalucía.

Esa suerte tuvimos y tenemos, porque su legado, el legado de Lara, continúa vivo y activo, siempre presto para sumar en la irrenunciable lucha de hacer de la cultura un modus vivendi, sabiendo que es también motor económico, que la cultura es empleo y riqueza, que la cultura alimenta bocas y corazones y hace crecer a las ciudades y las coloca en la Historia. Que la cultura conjuga el pasado, el presente y el futuro y nos hace, como ciudad, inmortales.

Cuando Lara Bosch recibió el reconocimiento como Hijo Adoptivo de Sevilla dedicó parte de su discurso a cubrirnos de elogios. Dijo de nosotros que somos una ciudad sensible para la cultura, rica en academias, que aprecia los valores humanos y sociales y que está viva y con futuro.

Es un orgullo para Sevilla no sólo haber causado tan grato recuerdo e impresión en quienes la miran desde fuera, sino que esas palabras provengan de un sevillano más, de corazón y por derecho. Un sevillano que, sin duda, nos ha hecho más fuertes y mejores. Ése es el legado que hace que su nombre y su obra sigan con nosotros. Que Lara sea ya parte de una ciudad a la que amó y en la que deja una huella viva.

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