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Entre el oro y el lloro

  • La vela regala la tercera corona en un día con tres podios y otro hito de Jamaica · Emoción con Beitia y el drama de Sánchez

Quedan horas para que eche el telón Londres 2012 y se abra paso Río 2016. El penúltimo día de la trigésima edición fue un cóctel de emociones, subidas y bajadas, gloria e infierno en los Juegos que elevaron más a los altares a Phelps, Bolt, Farah, Rudisha... España también pasó de la gloria a algún lamento. Entró en el Top 20 en el medallero gracias a la tercera corona olímpica, un hito logrado por tres muchachas que hace unos meses estaban fuera y se colocaron paso a paso en el escaparate mediático en una disciplina de vela, Match Race-Elliott 6, que no estará en Brasil. Ya es casual que dos oros españoles no tengan continuidad en Brasil dentro de cuatro años: el windsurf de Marina Alabáu y la modalidad practicada por el trío Támara Echegoyen, Ángela Pumariega y Sofía Toro dicen adiós a los Juegos después de dar trofeos dorados a nuestra delegación, siendo el deporte más laureado de España en toda la historia olímpica con 19 medallas.

Esta terna, con la plata asegurada desde el viernes, se conjuró para vencer a las australianas tras cinco regatas a cara de perro, venciendo a un equipo imbatible hasta el momento en Weymouth. El Xiquitas Team, como ellas se denominan, ha dado una campanada dorada en Londres, que tranquiliza a más de uno por la inquietud de recompensas de primer nivel en la cita británica. A falta de la plata, o el oro, del baloncesto masculino, España se ha embolsado 16 preseas, a dos del número conseguido en Pekín.

Una de ellas se la colgó por la mañana Saúl Craviotto, desparejado respecto a China y que demostró que el vínculo de España con el agua está más que justificado. La plata del catalán en el K1 200, que colma sus aspiraciones por completo, no dio el suficiente empuje a sus otros dos compañeros que volverán con la rabieta interior de esa cuarta posición tan agradecida a veces y tan ingrata más a menudo. A Sete Benavides, jovencísimo canoísta, le quedó un palmo para ser bronce en C1 200, mientras que a Teresa Partela, paisana de David Cal, le pasó tres cuartos de lo mismo. Dos diplomas, dos cuartos puestos.

Echada ya la noche en Londres, otro diploma, otro cuarto puesto. No lloró Ruth Beitia. Al contrario. Se va del atletismo saltando dos metros, una marca que le hubiera dado el bronce... si la estadounidense Barrett no hubiese brincado por encima de los 2,03 metros, el mejor registro de su carrera. No estaba triste la cántabra, aunque no olvidará que el metal estaba para ella como guinda a su carrera.

Entre la plata de Craviotto y las medallas de chocolate de los palistas y de la atleta, el bronce. Las guerreras de Dueñas dispararon la tensión de todo el país dejando pasar oportunidades para liquidar a las surcoreanas en el tiempo reglamentario -dos penaltis fallados al final- y también en la primera prórroga. La fe de este anónimo equipo de balonmano derribó la pared de las asiáticas, vencedoras en el estreno olímpico de España, y en el segundo tiempo extra se anotaron un triunfo que las instaló en el tercer escalón del podio. Tres puestos por detrás, la selección masculina de hockey, que no superó el varapalo durísimo de sentirse robado en el último partido de grupos ante los anfitriones y salieron al campo muy desmotivados contra Bélgica, superior de cabo a rabo.

Con seis Juegos a sus espaldas y, por tanto, con edad y experiencia para opinar, Jesús Ángel García Bragado no desaprovecha la ocasión para reprochar la gestión al presidente Odriozola. Dijo en la víspera que le pagaría una ortodoncia al septuagenario dirigente, pero no podrá cumplir su promesa: vigésimo. No está mal con 42 castañas. En la prueba de los 50 kilómetros marcha, el ruso Kirdyapkin no tuvo compasión y con un ritmo infernal destrozó a todos sus rivales para ganar con menos de tres horas y 36 minutos, récord olímpico. Más de media hora después llegaba el murciano Benjamín Sánchez, protagonista de una de las imágenes olímpicas, luchando por concluir bajo un sufrimiento dramático, andando muy despacio, no marchando, durante los últimos cinco kilómetros. Lloró como un crío, su deseo era llegar, aunque muriera en el intento, dejándose el alma con la única recompensa, con un valor extraordinario, de llevar a gala que no se bajó del tren, que no abandonó, que aguantó como un titán. No sólo vive el hombre de los triunfos...

María Vasco, décima, y María José Poves, duodécima, no desentonaron en los 20 kilómetros marcha, aunque Elena Lashmanova puso en evidencia el potencial de los rusos en este deporte, necesitando hacer récord del mundo (1:25.02) a su compatriota y defensora del título, Olga Kaniskina, a la que destronó en los últimos 300 metros.

Por la tarde, el que pagara entrada en Stratford para ir al Estadio Olímpico se lo pasó bomba. Los británicos acudieron en masa para animar a Mo Farah, el séptimo hombre de la historia que buscaba el doblete de 5.000 y 10.000. Al fondista llegado de Somalia no le hicieron trabajar los etíopes y los kenianos. En una carrera muy lenta, inscribió su nombre como el mejor en los cinco kilómetros, aunque esta vez no lo acompañó en el podio su compañero de entrenamientos, el estadounidense Rupp, como en los 10.000.

Si leyenda es Farah, ¿qué decir de Usain Bolt? A Jamaica no hay quien le eche un pulso en la velocidad. El plusmarquista mundial abandonó Gran Bretaña con su tercer oro, media docena en total en sus dos participaciones olímpicas. El relevo corto caribeño, con Blake, Carter y Frater como socios del icono Bolt, reventó el crono: nuevo récord mundial (36,84) y los estadounidenses sin saber cómo atajar esa supremacía jamaicana, una dinastía inquebrantable.

Ni Semenya ni Jelimo, el cetro en los 800 femeninos se lo quedó Savinova. La rusa ejecutó a la keniana al sprint, la sudafricana remontó para adquirir en propiedad la plata y Poistogova, compatriota de la vencedora, apartó del podio a la africana. Una favorita sin gloria. Como en la jabalina masculina. Keshorn Walcott, de Trinidad y Tobago, estaba contento en Londres tras ser oro en el Mundial júnior hace unas semanas. Con 84,58 metros, el lanzador de 19 años sorprendió y los grandes aspirantes -el checoVesely, el noruego Thorkildsen y el finlandés Pitkamaki- no pillaron ni siquiera un metal.

Brasil soñaba con romper la maldición olímpica en Wembley y el mal de ojo deberá quitárselo de encima en su feudo dentro de cuatro años. México le ganó la final al poderosísimo equipo canarinho (2-1), que sí cumplió en la final femenina de voleibol, venciendo 3-1 a Estados Unidos.

Las norteamericanas no perdonaron en baloncesto. Esta apisonadora no pierde en los Juegos desde el pasado siglo. Francia tampoco pudo, pero España sí quiere en la final masculina, y quizás pueda hacerlo hoy contra el Dream Team. Éstas son las gestas.

Echegoyen, Toro y Pumariega

se coordinan en la última

regata de Elliott 6, donde se

llevaron la medalla de oro.

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