Granada - Atlético de Madrid · la crónica

Pastel con sabor a Primera (0-0)

  • Granada y Atlético de Madrid firman un pacto de no agresión para acabar el partido en empate y así lograr sus objetivos. Sandoval, el hombre milagro: del descalabro a la salvación.

El Granada será equipo de Primera División una temporada más, y con la que viene serán cinco las campañas consecutivas del club rojiblanco en la máxima categoría desde el regreso en 2011. Que se haya llegado a este punto parecía imposible. Peor. No lo parecía. Lo era. Durante toda la temporada, el Granada no había ofrecido ninguna muestra para creer en él. Sin embargo, unos rivales lamentables, que no han sabido aprovechar la nefasta temporada de todos los de la zona baja, con una permanencia fijada en 35 puntos tras la disputa de todo el calendario, han permitido que, con un final milagroso, el Granada se haya salvado. 

Al final, cuando se hace balance de una temporada, el equipo rojiblanco se ha salvado gracias, aparte de por la irrupción de un huracán llamado Sandoval, también merced al frugal botín logrado por Caparrós y Abel, que manda narices. Sin la victoria en la primera jornada contra el Deportivo (con el sevillano al mando) y el empate logrado contra los gallegos en el debut de Abel, la permanencia no hubiera sido posible. 

Encima, el Granada y el Atlético de Madrid se permitieron ¿jugar? el partido bajo el signo de una entente cordiale, un pacto de no agresión, un pasteleo infame, vergonzante para el deporte... Pero, al fin y al cabo, tremendamente válido. Para unos y para otros. Se trataba de ser listos e inteligentes. Los rivales del Granada habrían hecho lo mismo si hubieran tenido la misma posibilidad. 

Fue un no-partido. Rojiblancos y colchoneros fueron los actores secundarios de toda la jornada. Mientras en Barcelona, Eibar y Almería se partían la cara por ganar los rivales del Granada, en Los Cármenes, granadinos y atléticos especularon durante todo el partido. No pasó nada. Nada de fútbol, claro. Parecía como si cada uno de los veintidós futbolistas que estaban sobre el césped del estadio zaidinero tuvieran un transistor incorporado, sabiendo en cada momento lo que pasaba en todos los campos. Ni cuando marcó el Almería, ni cuando lo hizo el Valencia, ni en el empate del Deportivo, ni desde el minuto quince en el que estaba ya sentenciado el Eibar-Córdoba. En ninguno de esos momentos, clave durante toda la tarde, el Granada y el Atlético variaron el guión pactado, escrito con anterioridad. 

¿De fútbol? Bien poco. El Granada tuvo un inicio atrevido, con más mordiente e intensidad que los del Cholo Simeone, con descaro buscando por velocidad las bandas. Sin embargo, todo estaba marcado claramente por los marcadores que se estaban produciendo allende Los Cármenes. El gol de Barcelona se cantó en todo el estadio, y quizás casualidad o no, los rojiblancos se relajaron y el encuentro se adentró en un trote 'cochinero' que calmó hasta a la grada, que se quedó fría con los dos goles del Eibar y, sobre todo, el del Almería. Se estaba pareciendo mucho a la primera parte contra la Real Sociedad, con la salvedad de que los rojiblancos eran de Segunda casi nada más empezar el partido. 

No hubo ni momentos de miedo, por mucho que el Cholo se desgañitara en la banda. Lo importante era no cometer errores de bulto para facilitar un gol al rival, algo que nadie quería. Lo más 'peligroso' de la primera mitad fueron un contragolpe marrado por Griezmann en una acción nacida en una pérdida de Iturra, y un centro de Piti hacia El Arabi que se paseó dentro del área de Oblak. 

El partido, sobre todo en la segunda parte, fue un rondo eterno, un tuya mía con cambio de posesión cada vez que el balón salía de banda o de fondo. A pesar de que los marcadores en los demás campos no estaban claros, los límites eran cristalinos. Tanto que si alguno atacaba un poco más de lo pactado, el otro respondía. El único tiro a puerta fue de Koke en el minuto 56. Acto seguido respondió el Granada en una jugada trenzada entre Fran Rico, El Arabi y Rochina que acabó despejando la zaga atlética. 

Para facilitar más el trabajo, en el último cuarto de hora ya estaba casi todo el pescado vendido en Almería y en Barcelona. Es decir, que ya el partido fue una fiesta contenida en un tenso transcurrir de minutos, una calma chicha que las noticias de campos ajenos se encargaba de relajar: el Almería necesitaba dos goles para hundir al Granada y el Deportivo, después de haber igualado un 2-0 en el Camp Nou, le pedía al árbitro de forma encarecida pitar el final. Miel sobre hojuelas. 

Los minutos finales sirvieron hasta para el reconocimiento. Parecía también el partido-homenaje a Siqueira, al que Simeone quitó en el 90' para que Los Cármenes le ovacionara y alabara al que fuera su ídolo. Acabó Granada, acabó Barcelona y acabó Almería. Con el césped invadido, el equipo supo que se quedaba en Primera. Lo imposible. Ha sucedido.

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