La pelota de papel

El vacío imposible

  • Neymar se postula con fútbol y compromiso como paliativo para la baja de Messi, pero eso no le basta al campeón. A la fragilidad atrás se une que los rivales lo respetan menos sin el 10.

Neymar hizo su mejor partido de la temporada en Sevilla. Una buena noticia envuelta por otra no tan buena: la esforzada y por momentos brillante actuación del brasileño no le sirvió a su equipo para salir indemne de esa espinosa visita. Muy raro, casi imposible, es que una actuación convincente de Messi no lleve aparejada la victoria del Barcelona. Ahí empieza la diferencia entre el argentino y el hombre encargado de poco menos que un imposible, como es cubrir el vacío que deja la ausencia del 10, posiblemente hasta que asome el clásico del Bernabéu allá por el 22 de noviembre, jornada 12ª.

Hasta entonces, los 68 kilos de músculo, hueso y algo, muy poco, de grasa que pesa Neymar van a tener que soportar un mayúsculo peso. Las miradas convergen en él, sobre todo en él. Por algo es considerado ya por muchos el tercer mejor futbolista del mundo. Lo escruta Luis Enrique. Lo buscan sus compañeros sobre la hierba. Lo animan miles y miles de seguidores desde la grada. Y lo analizan y califican decenas de periodistas, muchos de ellos afines a la causa. Y tantas miradas juntas pesan más que un remordimiento.

El chico, por ahora, no mete la cabeza en el primer agujero que ve. Todo lo contrario, la pide siempre, se desmarca lo que puede e interviene mucho. Acepta el rol. Fue un látigo imposible de sujetar para los sevillistas. Remató a puerta siete veces, seis de ellas entre los tres palos. Si sólo hizo el gol de penalti fue por la sobresaliente actuación del portero Sergio Rico, sobre todo en esas tres intervenciones seguidas entre los minutos 63 y 65: una mano fuerte y ágil en ese zigzagueo del brasileño de izquierda a derecha, hasta soltar un derechazo; una salida para tapar los ángulos en otro remate cerca del palo derecho y otra estirada a su poste izquierdo tras otra rosca del ex jugador del Santos.

El diestro Neymar partió de la izquierda, como suele. Y desde ahí desplegó su enorme talento por todo el frente del ataque. Como hace el zurdo Messi desde el otro perfil. Y aunque no es lo mismo, al menos por ahora, si el Barcelona no encarriló el partido ante el Sevilla no fue por el paulista. En el minuto 14, hizo una jugada a lo Messi, la que ha ejecutado el argentino decenas de veces. Recibió en tres cuartos de campo, algo escorado a la derecha, y de un seco giro, en un control orientado, dejó atrás a dos sevillistas, arrancó y cuando atrajo a todos los zagueros, descargó a su izquierda. Allí, en el área, recibió Luis Suárez. El uruguayo estrelló la pelota en un defensa, lo que, evidentemente, no es responsabilidad de Neymar.

En el minuto 23, una acción similar, en un contragolpe, acabó con falta sobre el brasileño, que tuvo tiempo de pasar de nuevo a Luis Suárez. Éste se hallaba en fuera de juego y el árbitro, Gil Manzano, pitó el golpe franco directo. El perfil aconsejaba un zurdo como Messi. No estaba y lanzó un diestro como Neymar. Lo hizo con maestría. La imagen de la pelota yendo de palo a palo por la línea de gol, tras rebotar en Sergio Rico, es candidata a ser la más curiosa de esta Liga.

¿Debió ganar el Barcelona en Nervión? Qué más da. El Sevilla usó sus armas y aprovechó su momento: del minuto 46 al 60, el campeón, frágil hoy en defensa, se fracturó, abrió enormes pasillos y por ahí se colaron Gameiro, Coke, Krohn-Dehli, Iborra. Posiblemente, con Messi esperando la pelota en su rincón favorito, el carril del 7, si no bajando a recibirla, el Sevilla se lo hubiera pensado más a la hora de salir a apretar tan arriba. Posiblemente, el Barça hubiera traducido su dominio en algún gol en la primera mitad. Pero Messi no está. Pedirle cuentas al hombre que viste hoy sus ropajes, Neymar, se antoja injusto. Da lo que puede, que es muchísimo. Rezuma compromiso y más al no tener que viajar a Brasil, por su sanción, para repartir sus esfuerzos con la selección. Ocurre que cubrir el vacío que deja el 10 es un imposible. Luis Enrique es el primero en saberlo.

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