La pelota de papel

Dos soles eventuales

  • Luis Suárez se confirma las últimas semanas como el gran sostén de un espeso Barcelona y Bale es el faro del Real Madrid en espera de Cristiano.

Después de seis temporadas con un vuelo altísimo por la energía de los polos opuestos de Messi y Cristiano Ronaldo, nos encontramos con un final de Liga en el que dos estrellas alternativas son las que realmente sostienen las aspiraciones de sus equipos. Luis Suárez y Bale disfrutan de sus momentos más dorados en España. Barça y Madrid bien que lo aprovechan en espera de que los dos Balones de Oro vuelvan a su mejor versión.

La efervescencia de Luis Suárez contrasta con la atonía de su equipo. Algún recién llegado al vestuario de Can Barça se muestra extrañado por la suavidad de los entrenamientos que dicta Luis Enrique. Quién lo diría recordando los kilómetros que recorría el asturiano cuando triunfaba a las órdenes de Bobby Robson o Louis van Gaal. O viendo la afición del entrenador azulgrana por un deporte de esforzados de verdad, el triatlón.

Lo cierto es que el Barcelona juega sin el apetito que se le presupone a un equipo que depende de sí mismo para ser campeón de Liga. Es como si ya se hubiesen visto campeones en su día, cuando viajaban a 8 puntos del Atlético y 12 del Real Madrid, y ahora les resultara imposible volver a activarse para tal empresa. Encima, que los espartanos de Simeone lo descabalgaran de la Champions les ha terminado de gripar el motor: si los entrenamientos son tibios, no competir entre semana ha terminado de espesar el juego colectivo de un equipo que, si ha marcado el paso al resto del mundo los últimos meses, ha sido por la inigualable circulación de balón dentro de un colectivo con un superlativo talento natural.

Ante el Betis, hasta Iniesta jugó como si condujera un balón medicinal. Neymar se limitó a dos escarceos por la izquierda. Messi jugó andando. Aun así, el argentino se metió en la segunda parte a actuar a lo Xavi, cerca de la media luna, y decidió con sus creativos y precisos pases al corazón del área.

Lo normal es que el Barça saque adelante sus partidos en casa ante el Espanyol y en Los Cármenes ante el Granada. Aunque juegue con esa parsimonia, le debe llegar. Pero el vecino no le va a poner una alfombra roja este domingo y los nazaríes igual se juegan la vida en el último acto.

La opinión común apunta a que, si el Barça tropieza, el título va para Madrid. El Atlético tiene por delante un calendario mollar: Levante en Valencia y Celta en casa. Los célticos ya le hicieron una faena en la Copa, pero es posible que acudan al Calderón sin mucho en juego. Los colchoneros no están sacando sus últimos partidos de Liga con la solvencia habitual. Acusan las rotaciones y no es lo mismo Vietto que Griezmann. La mayúscula distracción de la Champions.

Si el Real Madrid sigue también a la expectativa, es sobre todo por Bale. Otra vez tiró del carro en Anoeta, la plaza realmente complicada que le quedaba a los de Zidane. Ahora reciben en el Bernabéu a un Valencia que ya mira sólo a los despachos y cierran con el Deportivo en Riazor. Puede que los gallegos se jueguen aún la permanencia en el epílogo. Pero después de haber ganado un partido de los últimos 20, no parece que los coruñeses sean capaces de frenar a esa fuerza de la naturaleza que atiende por Gareth Bale. Al galés sólo lo frena... su propia fragilidad muscular. Ora acero, ora cristal.

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