Ocho meses después de los atentados que costaron la vida a 130 personas en París, el Tour de Francia afronta su 103ª edición con excepcionales medidas de seguridad debido al estado de emergencia por la amenaza yihadista.

A un día del inicio de la carrera en el Mont Saint-Michel, resulta difícil discernir cuánto ha supuesto el incremento de la seguridad, ya que al Tour siempre lo acompaña un importante despliegue policial, pero las autoridades francesas aseguran que en esta edición el control será aún mayor.

El Ministerio del Interior aseguró que en total se desplegarán 23.000 agentes, policías o gendarmes, una cifra récord hasta la fecha. Pero la principal novedad no reside en el número de uniformados, sino en su composición. Por primera vez, el Tour será seguido por un equipo de élite de la Gendarmería, el reputado GIGN.

Esta unidad estará compuesta de una decena de agentes, la mitad de los cuales seguirán el Tour en un helicóptero para acortar al máximo el tiempo de intervención.

Los organizadores y las autoridades francesas son conscientes de lo difícil que resulta blindar el evento deportivo gratuito más seguido del mundo. Más de diez millones de espectadores aplaudirán al pelotón en algún punto de los 3.519 kilómetros de recorrido hasta la llegada a los Campos Elíseos de París el 24 de julio.

El despliegue policial servirá para tratar de detectar posibles atentados. Para ello se ha habilitado un sistema de cámaras térmicas, se ha desplegado un equipo de fisonomistas, destinado a la búsqueda de personas fichadas, y se procederá a cacheos aleatorios entre el público. En cada una de las ciudades de llegada, las fuerzas del orden instalarán un puesto de mando que coordinará todo el dispositivo de seguridad. Éste persigue reducir al máximo los riesgos, aunque sin mermar el espíritu alegre y festivo que siempre impera en el Tour.

Tampoco se quiere reducir el margen de maniobra de los ciclistas y de todo el séquito que los acompañan en carrera.