Análisis

El órdago de Mario Draghi

  • Las medidas inesperadas del Banco Central Europeo han tenido un efecto positivo en los mercados pero España debe profundizar las reformas sin caer en la complacencia.

ANTE el preocupante estancamiento del núcleo de la Eurozona, (Alemania, Francia e Italia), organismos internacionales como el FMI y la OCDE y personalidades como Christine Lagarde y Angela Merkel, ponen de ejemplo a España como el país que mejor está superando la crisis. España está haciendo los deberes de la consolidación fiscal y de las reformas estructurales, lo cual le está permitiendo recoger frutos tempranos en términos de crecimiento y creación de empleo. En esta misma línea el ministro de Economía, Luis de Guindos, ha afirmado que los riesgos que acechan a la economía vienen más de fuera que de dentro, refiriéndose al estancamiento de la Eurozona, la debilidad de los países emergentes y los conflictos geopolíticos. ¿Están fundamentadas estas afirmaciones?

El órdago de Mario Draghi

Las medidas extraordinarias e inesperadas que recientemente ha adoptado el BCE tuvieron una repercusión inmediata y positiva en las bolsas y la prima de riesgo de los países del Sur de Europa. La primera lectura de los mercados fue optimista. El BCE estaba dispuesto a combatir, a cualquier precio, la deflación y el bajo crecimiento. Pasados los días, se está haciendo una segunda lectura: el BCE ve cada vez con mayor temor y más probabilidad que Europa esté al borde de la deflación y una tercera fase de la recesión. Por primera vez reconoce que nos enfrentamos a una crisis, no solamente de oferta sino también de demanda, admitiendo que las reformas estructurales y la consolidación fiscal no son suficientes y que tienen que venir acompañadas de políticas de demanda europea que impulsen el crecimiento y neutralicen los efectos negativos sobre el empleo que, a corto plazo, pueden tener la reformas estructurales. Aboga por un plan europeo de inversión pública y privada, y anima a los países con mayor margen fiscal, como Alemania, a que practiquen políticas presupuestarias expansivas. Aboga por la flexibilidad en el complimiento de los objetivos de reducción del déficit y de la deuda pública, a cambio de un firme compromiso de los gobiernos con las reformas estructurales.

No cabe duda que la gravedad de la situación económica de la Eurozona está provocando un giro importante en la, hasta ahora, estricta ortodoxia del BCE: con la austeridad fiscal como única política económica la Eurozona no superará la crisis. Se debe flexibilizar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, dentro de los márgenes que el propio pacto contempla, y acometer políticas de demanda a escala europea, con el firme compromiso de los gobiernos de avanzar en las reformas estructurales. Está claro que se está dirigiendo no solo a los países del Sur, sino también a las grandes potencias europeas como Francia, Italia e incluso Alemania, cuyos gobiernos todavía no han pasado de las palabras a los hechos y siguen si acometer las reformas estructurales necesarias para garantizar el crecimiento a largo plazo.

EL BCE está trabajando en absoluta soledad. Como ha afirmado Mario Draghi, la Política monetaria no puede superar, por si sola, la recesión. Tan sólo puede ganar tiempo para que los gobiernos acometan la consolidación fiscal y las reformas estructurales con el menor costo posible en términos económicos y sociales. A Alemania no le ha gustado el último discurso de Draghi. Sigue desconfiando del compromiso de los gobiernos de los países periféricos con las reformas y la consolidación fiscal. Francia e Italia y el nuevo Presidente de la Comisión Economía Europea, abogan por un gran plan europeo de inversión pública y privada en sectores estratégicos. La próxima Cumbre Europea abordará sin duda el reto que les lanza Mario Draghi desde el BCE. Hay que superar la parálisis e inacción de algunos gobiernos y de la propia Comisión Europea y resolver el conflicto entre austeridad y crecimiento.

El riesgo de complacencia

En cuento a España a pesar del reconocimiento internacional del trabajo realizado, el Gobierno español no puede caer en la autocomplacencia, cuando todavía tenemos una tasa de paro del 25% y una deuda pública que sigue creciendo aproximándose a 100% del PIB. Es cierto que los desequilibrios de flujos entre ahorro e inversión y renta y gasto privados se han reestablecido. Como consecuencia de ello, la capacidad de financiación de nuestro país ha mejorado sustancialmente. Pero la deuda, tanto interna como externa, siguen siendo muy altas y apenas se han reducido. Es preocupante que en los últimos dos trimestres el saldo en la balanza en cuenta corriente, que expresa las necesidades de financiación externa del país, y que había mejorado espectacularmente, ha entrado nuevamente en déficit. Mantener en saldo positivo la balanza en cuenta corriente, expresión de nuestra autosuficiencia financiera, es vital para nuestro país, ya que es la única manera de reducir el altísimo endeudamiento externo de España.

Debemos alegrarnos de que el consumo de las familias y la inversión empresarial, es decir la demanda interna, estén despegando y acompañando a él, hasta ahora, buen comportamiento de las exportaciones. Pero no es bueno que la demanda interna haga un relevo total de la externa. Necesitamos que ambas crezcan en paralelo. En los últimos meses las exportaciones están perdiendo vigor y las importaciones se han disparado arrastradas por el despegue de la demanda interna. La balanza comercial vuelve a deteriorarse. En los próximos meses comprobaremos cuan profundo es el cambio del modelo productivo español hacia una mayor apertura exterior. Tenemos que evitar, a toda costa, lo ocurrido en otras crisis y que nuestras empresas no abandonen los mercados exteriores cuando el mercado nacional vuelve a recuperarse. Necesitamos que la demanda interna y externa actúe en positivo durante mucho tiempo, para reducir el alto endeudamiento externo y conseguir un crecimiento sostenible basado en la mejora de la productividad y la competitividad.

El que España este recogiendo sus primeros frutos en términos de crecimiento y empleo, con las reformas y la consolidación fiscal todavía a medio camino, debe ser un estímulo para que el Gobierno acentúe su voluntad reformadora y llegue hasta el final. No debe de caer en la complacencia.

Un segundo semestre con menor crecimiento

Las previsiones para el segundo semestre son de desaceleración del crecimiento económico de España. El consumo de las familias, la inversión empresarial y sobre todo las exportaciones vuelven a dar señales de debilidad .La creación de empleo en el segundo semestre va a ser menor que en el primero. No obstante el crecimiento anual de este año estará en el entorno del 1,2% y no hemos perdido la esperanza de que el PIB crezca el 2% y el empleo el 1,5 % en 2015. El estancamiento de la Eurozona y la creciente debilidad de los países emergentes no nos van a ayudar. Tampoco lo va a hacer la escalada de conflictos geopolíticos internos (Cataluña) y externos (Ucrania, Iraq, Palestina, Siria). En el lado positivo la reciente depreciación del Euro, como consecuencia de la política expansiva del BCE, impulsara nuestras exportaciones.

Por todas estas razones debemos de seguir trabajando, perseverando en las reformas y aumentando la productividad de nuestra Administración Pública, de nuestros mercados y de nuestras empresas, única garantía de un crecimiento sostenible a largo plazo.

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