Tribuna Económica

Gumersindo Ruiz

El Día de la Tierra en Andalucía

Las cifras del Día de la Tierra: grupos medioambientales, iniciativas, seguidores, son espectaculares; pero como ocurre con casi todo lo que tiene un ámbito internacional, es gratis, y sólo supone la manifestación de una voluntad.

NO deja de ser paradójico que dedicar un día internacional al movimiento ecologista surgiera en Estados Unidos, donde se ignoran los acuerdos internacionales sobre el medio ambiente, y donde la contaminación como consecuencia de la producción es sinónimo de progreso. Pero esta iniciativa nace precisamente allí, en 1970, en el momento de más intensidad de la contracultura, la vuelta a la sensibilidad por la vida en la tierra, y un cambio filosófico sobre la visión del papel de los humanos en el planeta, que se hace más humilde frente a la arrogancia de dominarlo y explotar sus recursos.

Las cifras del Día de la Tierra: grupos medioambientales, iniciativas, seguidores, son espectaculares; pero como ocurre con casi todo lo que tiene un ámbito internacional, es gratis, y sólo supone la manifestación de una voluntad o un deseo, es dudoso que cambie significativamente los comportamientos y las políticas públicas. En el portal de la Junta de Andalucía encontramos las actividades que se han desarrollado este año. Son pocas y se limitan a excursiones y juegos culturales en algunos de nuestros parajes emblemáticos. Quizás se habría podido aprovechar la fecha para concretar el compromiso de nuestra comunidad autónoma con el medio ambiente, y sobre todo darle un enfoque técnico y aplicado a la realidad productiva, porque el medio ambiente afecta a todas las consejerías, y no sólo a la que lleva este nombre, junto con la ordenación del territorio.

El compromiso medioambiental tiene que darse en cualquier forma de producción. También el turismo es un sector altamente contaminante, y tenemos que exigir energía limpia para los aviones, reducir el impacto de las concentraciones de población en el espacio, en forma de residuos, ruido, consumo energético y de agua, y el de la construcción vinculada al uso turístico. Por otra parte, no hay mejor forma de mostrar nuestra voluntad ecologista que premiando desarrollos tecnológicos que ahorren energía en las viviendas, en el comercio y la industria, y favorezcan una agricultura ecológica. El día dedicado a reforzar la conciencia sobre la necesidad de preservar la tierra en que vivimos y sus recursos debería ser también el de las tecnologías para el medio ambiente.

En un valioso librito titulado: La edad de hielo, Jamie Woodward demuestra que durante centenares de miles de años la tierra ha sufrido cambios ambientales muy notables, y que estos cambios no son lineales, del calor al frío y del frío al calor, sino con periodos intermedios que igual pueden evolucionar hacia un clima tropical, templado, o glaciar. Por la medición de emisiones que han quedado atrapadas en burbujas en el hielo, sabemos cómo influyó en el pasado la concentración natural de dióxido de carbono sobre el clima, y el daño que podemos hacer ahora con nuestras emisiones. Los humanos y la naturaleza han sido capaces de adaptarse a un clima hostil y sobrevivir, pero en los dos últimos siglos la humanidad, por primera vez en su existencia, ha alterado el clima de la tierra. La tecnología que lleva a la catástrofe puede también, junto con la sensibilidad del pensamiento ecologista, salvar la tierra.

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