Tribuna Económica

gumersindo / Ruiz

La edad y sus circunstancias

La demografía importa muchísimo. Aumentan los 'súper viejos' y disminuye la tasa de natalidad, por lo que se necesita un cambio mental profundo que transforme el modo de afrontar esta tendencia y distribuir equitativamente los frutos.

La semana pasada estuve con el profesor Amlan Roy, una autoridad en demografía, pensiones e inversiones. Me enseñó que tres ideas comunes sobre la evolución de la población son falsas. La primera, que la demografía se relaciona sólo con la longevidad, cuando es una cuestión, o un problema de generaciones, como cuánta gente joven hay y va a haber, qué educación tiene, y -como estamos viendo últimamente- si hay trabajo para ellos. Aunque en España el problema del paro juvenil es gravísimo, la tasa global de paro de los jóvenes ha ido subiendo en los últimos veinte años en todos los países. La segunda idea extendida es que los movimientos demográficos son predecibles, lo cual es falso, ya que la esperanza de vida cambia de forma diferente según los grupos de edades; aparece así el fenómeno de los "súper viejos", de más de 80 años, que hace 50 años no llegaban en los países desarrollados al 1% de la población, y en la actualidad pueden representar el 8%. En los países emergentes más representativos, mientras el grupo hasta 14 años crece un 38%, los de más de 80 lo hacen en un 394%. Y, en tercer lugar, pensar que la demografía es un problema de largo plazo es una actitud peligrosa, porque no nos deja ver que muchos de los problemas que tenemos y vamos a sufrir en poco tiempo están relacionados con la demografía.

En Andalucía la pirámide poblacional se ensancha poco a poco en su cúspide, al tener una tasa de mortalidad de sólo 7,90 por cada mil habitantes, inferior incluso a la media española, de 8,48, que es de las más bajas del mundo; esto se complementa con una caída de la tasa de natalidad debida en parte a la crisis. El profesor Roy profundizó en las consecuencias del cambio demográfico al menos en tres líneas. Una, que afecta a las pensiones, pues no hay un solo país que pueda hacer frente a futuro a los compromisos futuros de pensiones, con los niveles y condiciones actuales. Dos, a las migraciones, pues nos obliga a plantearnos para cuántos inmigrantes hay trabajo, cuánto tiempo se espera que permanezcan, y a qué beneficios sociales podemos comprometernos, ahora y a futuro; en España y sobre todo en Andalucía, la fortísima inmigración entre 1996 y 2006 contribuyó al crecimiento económico, principalmente en la construcción, pero no era un movimiento productivamente sostenible, como se ha demostrado. Tres, toda la economía está relacionada con la demografía, como los ahorros que se necesitan para una vejez cada vez más larga, la rentabilidad que puede sacarse a ese ahorro que es casi nula, o la inversión y la producción para atender necesidades y hábitos de consumo nuevos.

La conclusión a sacar de todo esto es que la demografía importa muchísimo, y necesitamos un cambio mental profundo para ver cómo nos organizamos social y económicamente para hacer frente a esta transformación. Entre otras cosas, habría que abolir las jubilaciones obligatorias, aumentar la participación de la mujer en el trabajo, invertir los ahorros en actividades productivas que generen rentas, dar una lógica social a la tecnología, y distribuir equitativamente sus frutos entre los trabajadores.

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