Tribuna Económica

La libra, el euro y la deuda pública

  • Un análisis sobre el papel de los bancos centrales sobre los tipos de interés y la apreciación o depreciación de las monedas aplicado al escenario que se abre tras el 'brexit'.

SUPONGAMOS un Gobierno que decide emitir deuda púbica -es decir, pedir prestado-, pudiendo elegir entre acudir al mercado de deuda o al banco central de su país. Si acude al mercado y encuentra inversores suficientes, conseguirá que estos le financien a cambio de una rentabilidad. Si no fuesen suficientes, entonces tendrá que elevar la rentabilidad ofrecida, reduciendo el precio de colocación. En este caso, tendría lugar un aumento de los tipos de interés, puesto que todo demandante de préstamos se verá obligado a competir con la mayor rentabilidad de la deuda pública.

Si acude al banco central, todo aquél que mantenga dinero en moneda nacional se convierte en financiador involuntario del Gobierno. Cuando el banco central abona en la cuenta del Gobierno el importe de la deuda adquirida genera base monetaria por esa misma cantidad, que inmediatamente se multiplica y se pone en circulación en forma de dinero a través de la banca privada. El banco central y los bancos han funcionado como intermediarios entre el Gobierno y los particulares, que terminan siendo, como financiadores, los depositarios finales del riesgo de la operación. En este caso, la posible insuficiencia de la demanda de deuda no habría jugado ningún papel ni se habrían alterado los tipos de interés, pero si el recurso al banco central por parte del Gobierno es reiterado, la tensión terminará apareciendo por otro sitio. Si finalmente hay más dinero en circulación del deseado, lo más probable es que se reduzca su poder adquisitivo, con dos consecuencias inmediatas: inflación y depreciación de la moneda nacional. Como se puede apreciar, se habría producido un perjuicio al ciudadano derivado del riesgo transferido a los poseedores de dinero en moneda nacional.

La situación descrita pretende aproximarse a escenarios posibles en el Reino Unido tras el Brexit, donde la deuda pública se aproxima al 90% de su PIB. Por un lado, y aunque a corto plazo es previsible algún estímulo monetario que presione a la baja sobre los tipos de interés, el retroceso en la demanda de deuda pública (y privada) se traducirá en una fuente de presión al alza sobre los mismos. Por otro, la depreciación de la libra como consecuencia de la hiperactividad del Banco de Inglaterra en la reparación de tensiones financieras que están apareciendo, en el supuesto de que entre ellas se incluyan temporalmente las del estado.

Este mismo análisis desde la perspectiva del euro ofrece matices de gran interés. Cuando el Banco Central Europeo (BCE) decidió entrar en operaciones de adquisición de deuda pública, convirtió a todos los poseedores de euros en financiadores de los estados emisores y en depositarios del riesgo de los más endeudados. Esto explica el efecto balsámico sobre los tipos de interés y primas de riesgo de las últimas medidas del BCE, pero también la hostilidad con la iniciativa de alemanes y otros ciudadanos centro europeos, cuyo poder adquisitivo garantiza la estabilidad del euro en beneficio de los periféricos y que debería llevar también a estos últimos a considerar la consistencia ética de una prolongación excesiva de la situación.

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