Tribuna Económica

Gumersindo Ruiz

Siempre nos queda el BCE

Es una novedad que Draghi pida legislación a favor de un mercado eficaz y líquido.

SI no fuera una frivolidad podría decirse que cualquier medida que pudiera adoptar en los próximos meses un gobierno en España no tendría, ni de lejos, el alcance de una intervención del Presidente del Banco Central Europeo (BCE). En la de este jueves, Draghi ha presumido de que la actitud de los bancos centrales, asegurando liquidez ilimitada, ha permitido que acontecimientos como el del referéndum británico, los atentados en Francia, o el intento de golpe de estado en Turquía, hayan sido digeridos con relativa facilidad por los mercados financieros, con cierta convulsión inicial, pero volviendo rápidamente al equilibrio.

Los tipos de interés permanecen en el cero por ciento, los de refinanciación en 0,25, y los depósitos en el banco central se siguen penalizando a un -0,4 por ciento. El BCE ha seguido la línea del Banco de Inglaterra, y la Reserva Federal norteamericana, de no sobre reaccionar ante eventos que generan incertidumbre, y esperar a ver cómo se comportaban las economías y los mercados. Ha preferido guardar políticas más fuertes que las actuales para un momento en que la economía pueda presentar un cierto estrés como consecuencia de todo lo que está ocurriendo.

No es una novedad que el Presidente del BCE justifique sus decisiones con el argumento de que los precios al consumo en la zona del Euro están por debajo del objetivos del 2 por ciento. Sí lo es que pida a los gobiernos y a la Unión Europea que legislen a favor de un mercado eficaz y líquido donde se puedan negociar los préstamos bancarios dudosos, lo que sin duda ayudaría a estabilizar a los bancos. Por otra parte, ha insistido mucho en la fuerte capitalización actual, y en el fortalecimiento del crédito en la Unión Europea.

El corresponsal de un periódico español le ha preguntado por los riesgos políticos de las reformas económicas, pensiones y laborales, entre otras, pero no ha entrado en el tema y ha respondido que esa es la responsabilidad de los países. También lo es -ha dicho- que se hagan reformas para reducir el paro estructural, y que se invierta (recordando el Plan Juncker) para estimular la productividad y el crecimiento. Por su parte, Draghi se encuentra cómodo recordando que la compra de 80.000 millones de euros mensuales de deuda pública y privada, que durará al menos hasta marzo de 2017, y entre la que hay deuda pública y de empresas españolas, ha conseguido facilitar la liquidez y que los consumidores dispongan de más dinero para gastar al tener que pagar menos por los créditos; e igual las empresas. Las compras no son un fin en sí mismo, sino una forma de afectar en positivo a la economía real.

En suma, una intervención interesante, en la que la simple presencia y la manifestación de la voluntad del Banco Central de sostener la economía, da una vez más respiro para que se emprendan de verdad acciones directas por parte de los gobiernos y de la Comisión Europea.

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