Las claves de Pilar Cernuda

Fin de curso con dos elecciones inminentes

  • Carrera. La meta de la prueba, que se presume para finales de noviembre, está en La Moncloa, pero sus participantes principales tienen antes otra competición crucial en las catalanas del 27-S.

PEDRO Sánchez encara el fin de curso convencido de que puede convertirse en el próximo presidente del Gobierno, Rajoy está absolutamente seguro de que por primera vez en la historia de la reciente democracia el PSOE, si pierde, va a hacer todo lo posible para que no gobierne el ganador si no consigue la mayoría absoluta. Pablo Iglesias hace tiempo que no dice aquello de que si no consigue ser presidente en las próximas elecciones dejará la política, se ha dado cuenta de que el papel lo aguanta todo, como los mítines, pero tomar decisiones significa perder siempre parte de las adhesiones inquebrantables. Albert Rivera acaricia la idea de convertirse en socio de Gobierno del PP o del PSOE, y su estrategia de apoyar las listas más votadas le ha ido bien, aunque su partido no es nada sólido. Apenas media docena de personas destacan en Ciudadanos, aparte de él mismo, y finalmente ha comprendido que el aluvión de candidatos de distintas procedencias y de nula experiencia sirve para hacer listas pero no para potenciar unas siglas. Izquierda Unida, por su parte, aspira a sobrevivir al huracán Podemos, y los nacionalistas siguen tomando posiciones frente al independentismo.

En ese convulso escenario de fin de curso, los protagonistas son conscientes de que se juegan todo en fechas próximas: en las elecciones catalanas y, sobre todo y fundamentalmente, en las elecciones generales, que previsiblemente se celebrarán a finales de noviembre.

En el PP tocaron a zafarrancho de combate tras las municipales y autonómicas. Perdieron dos millones y medio de votos, muchos más de los previstos, parte se fueron a Ciudadanos -también más de lo previsto- y parte a la abstención. Pero sobre todo perdieron poder porque, en contra de lo que pensaban, Sánchez no dudó en llegar a acuerdos con Podemos para intentar arrebatar gobiernos municipales y autonómicos al PP. Rajoy no oculta su decepción contra Sánchez, tampoco su rabia, y en estos momentos las relaciones entre el presidente y el líder de la oposición son inexistentes.

Rajoy ha remodelado profundamente la dirección del partido y sobre todo ha asumido la presidencia del PP de forma activa, tras casi cuatro años dedicado en exclusiva al Gobierno y desaparecido de los despachos de la sede de la calle Génova. La secretaria general, María Dolores de Cospedal, ha dado un paso atrás, pero dispone de más tiempo libre al perder la Presidencia del Gobierno manchego. El segundo de a bordo, Jorge Moragas, tiene responsabilidades que van más allá de ser el director de la campaña electoral. Por ejemplo, ha sido pieza clave en la designación de Xavier García Albiol como candidato a presidir la Generalitat en unas elecciones en las que el PP tiene los sondeos abrumadoramente en contra.

El partido se va a renovar en los próximos meses con nuevos presidentes regionales y Rajoy "cuida" sus relaciones con Ciudadanos. Pasó a la historia aquello de los naranjitos que lanzó con tan poca visión política el portavoz parlamentario Rafael Hernando. Emerge en el PP la figura de Cristina Cifuentes y se han lanzado nuevas caras en las vicesecretarías que sin duda serán rostros relevantes en el futuro.

Enfrente, Pedro Sánchez no necesita tantas caras nuevas a su alrededor, la suya ya lo es, apenas lleva un año al frente del partido. Se ha consolidado como secretario general, pero en cambio no todo el mundo está de acuerdo con sus pactos con Podemos, aunque le hayan permitido recuperar la Presidencia manchega y quitársela nada menos que a Cospedal. Pero un sector importante del PSOE considera que esos pactos pueden dañar la imagen del partido al apoyar a unos alcaldes y presidentes que respiran como respiran, de una forma muy distinta al PSOE, en algunos casos con iniciativas que llenan de indignación a votantes y militantes socialistas por su falta de respeto a la ley, a la Constitución y a instituciones como la Corona.

Otro sector, sin embargo, piensa que con ese apoyo Sánchez logra algo importante para la izquierda democrática: precisamente demostrar el nulo respeto de Podemos a la legalidad, la escasa entidad de sus dirigentes, sus contradicciones y su entusiasmo por el poder. Y de esa manera, creen, el PSOE recuperará el voto que se le ha ido al partido de un Pablo Iglesias hoy en declive precisamente porque han aparecido abiertamente sus muchas deficiencias.

Ese es precisamente el problema principal al que debe enfrentarse Iglesias en los próximos meses. El ejercicio del poder ha hecho aparecer la peor cara de Podemos, las promesas incumplidas, el autoritarismo de algunos de sus dirigentes -sobre todo el del propio líder- el nepotismo, la inconsistencia de su proyecto.

La peor de las decisiones, la que ha provocado más desencanto interno, ha sido la imposición de una lista única en primarias formada por personas afines a Iglesias y de las que saldrán los candidatos al Congreso y Senado. La escasa participación en esas supuestas primarias es la prueba más palpable del desencanto. Hace seis meses había sondeos que daban a Podemos como primer partido en unas generales. Hoy se disputa el tercer puesto con Ciudadanos.

Que sube. Más de lo que se pensaba. Además, Rivera reaccionó con inteligencia al decidir que apoyaría las listas más votadas, fueran del PP o del PSOE. Eso es lo que hoy le permite insistir en que es el único partido capaz de pactar con los dos bandos. No es exactamente cierto, él ha pactado investiduras, no gobiernos… y es ahí, al gobernar en coalición, donde ya no cabe jugar a dos bandas.

El punto débil de Rivera es su falta de cuadros, de personas con peso y trayectoria, la prueba es que él está en todas las decisiones. Hasta el punto de que su fichaje económico, Luis Garicano, ha presentado el programa educativo, probablemente porque Ciudadanos no disponía de una cara verdaderamente solvente y de prestigio en ese terreno. El proyecto de Garicano contenía ideas que ya habían tratado de imponer gobiernos socialistas y del PP, que no pudieron hacerlo por la complejidad del mundo de la enseñanza.

Alberto Garzón es otra de las figuras emergentes. Tiene claro que Izquierda Unida debe acercarse a Podemos, pero pretende mantener las señas de identidad de una formación que forma parte importante de la historia de la España democrática. Iglesias trató de captarle para su "lista única" porque sabe que Garzón suma votos y apoyos, pero Garzón no quiso. Habla de coincidencias, pero también de lo que le separa de Podemos, que al final son los personalismos. Tiene en cuenta un dato importante: mientras las cuestas afirman unánimemente que Podemos está en declive, esas mismas encuestas afirman que IU sube en intención de voto. Lo que significa que Garzón no yerra al apostar por sus siglas.

Y en Cataluña, el Govern va a por todas con un Mas que pelea por la independencia. Sería importante que los dos principales partidos, PP y PSOE, mantuvieran una posición conjunta, sin fisuras, para hacer frente al reto de un dirigente regional obcecado en desobedecer la legalidad vigente. Porque su mensaje de que lo democrático es votar se viene abajo cuando pide el voto para impulsar una Cataluña anticonstitucional.

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