Salud sin fronteras

josé Martínez Olmos

Refugiados y salud

EN estos últimos meses y fundamentalmente por causa de la guerra de Siria, estamos siendo testigos del drama de los refugiados que llegan a las costas de Europa. Vaya por delante mi más profundo desacuerdo y malestar con la respuesta que la Unión Europea está dando a la problemática de los refugiados. Todos en cualquier momento podemos ser refugiados y de hecho, muchos españoles fueron refugiados tras la guerra civil del siglo pasado. Uno de los derechos irrenunciables que deben protegerse a las personas que se ven abocadas a pedir refugio y asilo en otros países es el derecho a la salud.

Un derecho que no tiene fronteras y que en este episodio de los refugiados sirios que ahora están siendo expulsados a Turquía está siendo pisoteado.

Especialmente frágiles a las situaciones adversas que para la salud suponen el proceso de tránsito desde el país de origen hasta el asentamiento en campamentos son las personas mayores o los niños y niñas. Igualmente quienes lleguen con enfermedades crónicas que el proceso de huida de la guerra les hace interrumpir sus tratamientos de base.

Es por eso que la labor de las ONGs que en el terreno dan asistencia a estas personas debe ser aplaudido y reconocido públicamente. Desgraciadamente ese trabajo no es suficiente y por eso, uno de los elementos que hay que reforzar en relación con la solución al drama de las personas refugiadas es el de ofrecerles garantías de protección a la salud.

Por una parte, los niños y niñas deben tener continuidad en la cobertura de aquellas vacunas que les deben ser aplicadas para protección de su salud en relación al calendario vacunal del territorio en el que estén.

También, las condiciones de vida que tienen que sufrir los niños y niñas perjudican la calidad de su alimentación y les exponen a riesgos de enfermedades ya que el frío, la lluvia y otras condiciones son extremadamente perjudiciales para la salud en esas edades.

No debemos olvidar nunca que las personas mayores y quienes tienen enfermedades crónicas también son colectivos especialmente vulnerables en esta situación de desarraigo y desamparo.

Entre los profesionales sanitarios, estos asuntos están claros. Por eso, muchos profesionales realizan una labor muy importante para colaborar en el terreno con organizaciones no gubernamentales para paliar estas circunstancias.

Pero los organismos internacionales tienen la obligación de asegurar la protección de la salud con acciones eficaces. Por eso, desarrollar un acción de acogida y de reconocimiento del estatuto de refugiado, es imprescindible.

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