Granada

Madres con mucho CORAJE

  • Con tan sólo 18 años, algunas jóvenes, asumieron la responsabilidad de criar a sus hijos solas · Casi en la adolescencia, su vida dio un vuelco y pasaron a ser adultas

En la casa de Salomé L.G. hay juguetes por todas partes y en el ambiente huele a bebé, a potito y a pañales. Su apariencia de mujer responsable no refleja, en absoluto, la edad que tiene. Su mirada calmada y su actitud tranquila tampoco, aunque sus expresiones al hablar y sus inquietudes en la vida descubren que bajo esa capa de madurez, Salomé, con tan solo 20 primaveras, sigue siendo una chica muy joven con demasiadas responsabilidades a sus espaldas. Ella, como muchas otras madres solteras que se quedaron embarazadas siendo unas adolescentes, tuvo que madurar de golpe para adaptarse a vivir como una adulta a una edad en la que aún se piensa en chicos, en ligar e ir de botellón.

En la actualidad, al frente de un negocio de ropa de niño, tirando de una casa y criando a sus dos hijos pequeños -Samuel, de diecisiete meses, y Pablo, un recién nacido de veintiocho días-, Salomé tiene claro que las discotecas, las salidas al cine y las meriendas con las amigas forman parte del pasado .

Explica que no sale desde hace casi dos años porque sus obligaciones no se lo permiten. "El otro día fui al cumpleaños de un amigo y le pedí el favor a mi padre para que se quedara con los niños, aunque normalmente no suelo hacerlo", relata. Acepta que su vida ha dado un cambio brusco, pero también advierte que, a veces, la gente pone muchas expectativas sobre ella y se pasa por alto el hecho de que sólo tenga 20 años. "Cuando una es suficientemente mayor para echar un buen rato y tener hijos, se supone que también se es adulta para ir a la universidad, tener un trabajo, llevar una casa y no se dan cuenta de que tengo sólo 20 años. Las expectativas son que seas empresaria perfecta, padre y madre perfecto, hija perfecta, y cuando se espera de ti tantas cosas sólo puedes cumplir con dos o tres".

Los llantos forman parte de su rutina habitual porque "cuando los niños son pequeños lloran porque tienen sueño, quieren comer, ver la tele o tomar el bibi. Cuando son tan pequeños te dan el triple de trabajo. Hay veces que los dos se ponen a llorar a la vez y me faltan manos", explica. Por eso, en su vida, no hay casi hueco para el descanso. "Mi jornada comienza por la noche preparándolo todo para el día siguiente. Las mochilas del colegio, la ropa de los tres, también ducharlos y preparar la cena. Además, me tengo que levantar tres veces cada noche para darle la toma de leche a Pablo. Solo tengo un break de 45 minutos antes de incorporarme a la tienda, pero no puedo descansar mucho porque tengo que limpiar la casa".

Ella jamás pensó que tener un hijo sola sería tan difícil.Su pareja en aquel entonces -un chico de 17 años- nunca se quiso responsabilizar de su hijo. "Ahora, lo ve de vez en cuando por el Skype y me pasa 100 euros para poder pagar la guardería". Porque lo cierto es que a pesar de lo difícil que es criar a un hijo sola, mucho más es mantener a dos hijos con un único sueldo. "Son pañales, potitos, leche, comida para los tres... y un adulto puede comer pechuga cuatro días si quiere, pero un niño no. Es difícil llegar a final de mes y no recibo ninguna ayuda porque soy empresaria".

Salomé no pensó en abortar en ningún momento. La decisión estaba tomada. Aunque sus padres aún no sabían la noticia porque ella estaba a 3.000 kilómetros de distancia trabajando en Irlanda como cuidadora de niños en una casa. "Mi familia no lo entendía porque era muy joven y ni siquiera tenía pareja, sin embargo con el segundo embarazo inesperado que tuve, el de Pablo, todo fue distinto porque tenía la tienda, estaba en Granada y aunque el padre tampoco se responsabilizó, ellos me podían echar una mano".

Su sonrisa de madre feliz que sabe que va a recoger los frutos de todo el esfuerzo cuando sus hijos sean mayores lo dice todo, pero reconoce que de Pablo sí se planteó abortar en un primer momento porque uno no es lo mismo que dos. "Fue cuando vi la reacción del que era mi novio. Le dije que estaba embarazada y me contestó diciéndome: ¿no te puedes esperar? Ahí decidí que no quería tener un hijo de esa persona. Pero cuando fui a la Seguridad Social para abortar y escuché el corazón del que iba a ser mi niño, no fui capaz de hacerlo", arguye.

La historia de Helena Jurado es distinta porque ella sí quería tener un hijo con su pareja. Explica que Pedro -que ahora tiene tres años-, "fue buscado" cuando ella tenía 21. En un principio, reconoce que se asustó cuando vio que el 'predíctor' había dado positivo. "Fue un pánico horroroso y luego sentí una felicidad inmensa y aunque pasé un embarazo estresante jamás pensé en abortar". Su familia no se lo tomó muy bien. "Pensaban que era una locura y lo primero que me dijo mi madre es que ya podía ir corriendo a una clínica a abortar porque no quería ser abuela. Fue bastante duro y doloroso, pero como es lógico mi novio me aseguró que iba a estar a mi lado". Con el paso del tiempo, las cosas se pusieron difíciles y el chico con el que estaba se quedó en paro. Se fueron a vivir a casa de los padres de él, a Sevilla. "La situación era insostenible por la mala relación con su familia y nos fuimos a Madrid a casa de mi madre. Allí descubrí que me era infiel y a los 15 días antes de dar a luz, decidí dejar la relación".

Tras el desengaño afrontó la situación con valentía, pero reconoce que "es muy duro criar a un hijo sola porque, aunque mi madre me ayuda mucho, educarlo es más difícil. Gracias a ella hemos podido salir adelante ya no solo económicamente, sino porque también me da consejos y me escucha". Su ex novio, por su parte, no ve al niño ni le ayudó nunca aportando algo de dinero "porque son muchas las necesidades". Y es que al final, queda claro que madre no hay más que una y su coraje es imprescindible.

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