Granada

Se prohíben los periódicos en Granada

  • Desde el siglo XVIII la prensa salta mil obstáculos. Como esto siga así los periódicos desaparecen, a menos que queramos saber quién se murió ayer o, como primos que somos, cómo anda la prima.En mayo de 1814 llega a Granada el veto a la libertad de prensa, en un bando firmado por Pedro Cortés, presidente de la Real Chancillería, que lo extendía a carteles, anuncios, periódicos y "papeles perversos"

Raro es el día que no nos desayunamos con la noticia de la amenaza de cierre de un periódico, la desaparición de una revista o la crisis de tal grupo editorial. Y es que entre las prohibiciones seculares a la libertad de prensa, las crisis económicas y la incorporación de las nuevas tecnologías, la prensa salta mil obstáculos y el final es que se hará bueno el refrán "entre todos la mataron y ella sola se murió".

Pues es una pena porque parece que se necesitan los periódicos aunque sea para ver quién se ha muerto el día antes o cómo quedó la prima de riesgo. Y si se muere la prensa, ¿dónde leeremos las esquelas mortuorias? ¿Qué sabremos de la prima ya casi hermana?

Un Real Acuerdo de la Chancillería de Granada firmado en 1766 ya empezó prohibiendo la impresión de ciertos pasquines, sátiras y versos que se presumían ofensivos por la autoridad. Advertía además que no se imprimieran en los conventos de clausura.

Unos años después, en 1792, reinando, o lo que fuera, Carlos IV, no pudo salir el Diario de Granada, que así se llamaba, porque el Fiscal de Su Majestad don Juan Sempere informó desfavorablemente tras leer el primer número escrito a mano.

Menos mal que cuatro años después el matemático Luis Dalmau pudo sacar en Granada el primer periódico propiamente dicho, El Mensagero Económico y Erudito de Granada (mensajero se escribía entonces con g) que, junto con la Gazetilla Curiosa del Padre La Chica Benavides será el más importante del siglo XVIII aunque sólo duro año y pico; se inició el 2 de junio de 1796 y llegó hasta el 28 de septiembre del 1897; otro que cayó enseguida, pero al menos trajo para Granada los aires nuevos de la Ilustración.

Los reinados del cazador Carlos IV y el imbécil de su hijo Fernando fueron nefastos para la prensa. Una real orden dada en Madrid en abril de 1808 prohíbe la edición de nuevos periódicos y que en los ya permitidos no se ofendan las buenas costumbres ni se usen expresiones injuriosas.

Pero la rotunda prohibición de la libertad de prensa llegó para Granada en el Bando del 18 de mayo de 1814, firmado por don Pedro Cortés, presidente de la Real Chancillería, en el que se prohíben los carteles, los anuncios, los periódicos, los escritos volantes y los "papeles perversos". Todos los escritos que hayan de circular habrán de ser revisados por un canónigo de la Catedral, el Arzobispo y el Fiscal de la Chancillería; tampoco se representarán funciones teatrales; y los impresores de libros no admitirán ninguno que no lleve antes su plena aprobación. Algo así como el que fijó el tradicional latinajo nihil obstat quominus imprimatur (no hay impedimento en que se imprima).

Y el colmo fue ya la prohibición general de todos los periódicos que se dio en el también funesto mayo de 1815, en un Real Decreto presentado en la Chancillería de Granada. Solo se permite la publicación de dos periódicos en España, La Gaceta y El Diario de Madrid.

Ya habían sido retirados de la circulación periódicos granadinos como El Loco Constitucional, El Publicista, etcétera. Unos morían de muerte natural, otros eran cerrados por la Santa Inquisición, otros por Real Decreto. Hubo que esperar a la Constitución de 1837 y luego a la de 1876 que proclamaba la libertad de prensa en su artículo 13, consagrada después y tras dolorosos paréntesis por la actual de 1978 en su artículo 20.

Y es que salvo muy raras excepciones los periódicos tienen una periodicidad limitada; y es una pena porque desde siempre han contado con profesionales de gran prestigio y con colaboradores muy dignos.

Pero como esto siga así los periódicos pueden desaparecer, a menos que queramos saber quién se murió ayer o, como primos que somos, cómo anda la prima.

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