Granada

Cuando los graffiti son parte de la historia

A finales del siglo XIX la Sección de Excursiones del Centro Artístico de Granada realizó una visita a las murallas del Albaicín y, durante esa visita, se descubrieron una serie de grabados e inscripciones, de los que da cuenta Manuel Gómez Moreno en el boletín de dicha sociedad. Se encontraron escudos, castillos, escenas de caza y textos, entre otras muchas representaciones. Pues bien, desde ese momento esas inscripciones -esos graffiti- han pasado sin pena ni gloria por delante de los investigadores, sin haberles prestado atención y provocando por tanto que, con total seguridad, un buen número de ellos hayan perecido por el camino.

No ha sido hasta finales del siglo XX cuando han empezado a identificarse estas manifestaciones plásticas, al hilo de la restauración o excavación de algunos edificios como la casa árabe de Zafra, la casa de los Girones o el Maristán. Pero aún así, no se había comenzado a realizar un estudio sistemático de estos dibujos o grabados, de su temática y de su significado en el contexto del edificio en que se encuentran, hasta que el arqueólogo José Ignacio Barrera Maturana se preocupara en 2000 de redescubrir los grabados de la muralla, fotografiarlos y sacar calcos, con los que pudo empezar a narrar, con pruebas físicas, la posible participación de esclavos cristianos en la construcción de dicha muralla.

A partir de ahí, Barrera Maturana ha proseguido con sus investigaciones aprovechando diferentes trabajos de restauración en casas moriscas del Albaicín, desvelando para el patrimonio granadino imágenes tan sugerentes como el de una bailarina morisca de casi dos metros de altura, conservada en las galerías de una casa particular albaicinera o la catalogación y publicación de los grabados con proyectos arquitectónicos existentes en la galería bajo el Salón de Embajadores de la Alhambra, donde se pueden identificar una serie de trazados de arcos superpuestos con su despiece geométrico e incluso una torre almenada, de gran semejanza con la Torre de los Picos de la propia Alhambra.

También ha descubierto magníficos dibujos con retratos de personajes y fieles reproducciones de embarcaciones, tanto en el Albaicín, como en los castillos de la Herradura y Almuñécar. Es curioso ver cómo se repiten los dibujos de naves, incluso lejos de la Costa, como en la Casa de los Girones o en el antiguo Cortijo de la Marquesa en la carretera de La Zubia. Estamos hablando de un periodo, siglos XVI y XVII, en el que la comunicación con las colonias era el todo de la economía española y la batalla naval había llegado al grado de mitología con Lepanto. Sería, pues, relativamente común que los habitantes de estas casas, en uno u otro momento de sus vidas, hubieran tenido un contacto con la marinería y su afán de conquista de nuevas tierras y riquezas.

Lo que sí está claro es cómo los muros en blanco han sido siempre una provocación para ser decorados por algún espontáneo, ya sea cautivo, proyectista, aspirante a artista o simplemente reivindicador de algo. En las murallas del Albaicín existe una inscripción que dice "de nos los cautivos que son del Rey", triste firma de quien estaba dejando su vida en la construcción de la gran estructura defensiva. Tan triste como los grabados en las columnas de la antigua cárcel de la Real Chancillería, donde decenas de nombres, con fechas incluidas, se amontonan por los fustes de piedra de Sierra Elvira, indicando probablemente condenas o momento de ingreso en tan triste edificio. Algo que después se repetirá en la recientemente demolida prisión provincial de Granada, donde se amontonaban un gran número de dibujos a lápiz con nombres y referencias militares de la época de la Guerra Civil, algunas de ellas en código Morse. Por desgracia, el edificio construido en los años veinte del pasado siglo por José Felipe Jiménez Lacal ha sido demolido sin que se haya podido documentar el inmenso caudal de información de debió albergar y, por tanto, algo de nuestra historia se ha ido con esa demolición.

Hoy nos quejamos de las repetidas pintadas por las fachadas de la ciudad, especialmente cuando se realizan en edificios protegidos y además, lo hacemos con razón. Pero también es verdad que con el paso del tiempo, algunas de estas manifestaciones sobrevivirán debajo de capas de pintura y alguien, con la curiosidad y el conocimiento necesario, trazará nuestra historia en el futuro.

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