convivencia | el presión en las zonas de aparcamiento no cesa

Un millar de multas al año no logran acabar con los 'gorrillas'

  • Cinco años después de su aprobación, la insolvencia de los aparcacoches frustra la Ordenanza de Convivencia La edil de Movilidad considera que la verdadera solución es "de tipo social"

El Ayuntamiento de Granada quiso dar un paso adelante al aprobar, en 2009, una vuelta de tuerca a la ordenanza antivandálica. La nueva normativa de convivencia ponía a los famosos 'gorrillas' en el punto de mira al prohibir la práctica de pedir dinero a cambio de aparcar coches e imponer una multa a todo aquel que la practicase. Sin embargo, cinco años después de su aprobación, el fracaso de la Ordenanza de la Convivencia se hace evidente al pasear por las calles y conversar con los vecinos.

Sergio Martínez los ve todos los días. Este joven regenta una ferretería en la zona de Plaza de Toros y asegura que aparca a diario por las calles colindantes: "hay un montón de 'gorrillas' por la zona; resulta muy molesto". En cuanto al dinero, confirma que "pedir te piden, lo que pasa es que yo no les doy; no me puedo permitir regalar monedas cada día". Por su parte, Isabel Fajardo tuvo la suerte de conseguir hace poco una cochera propia. Ahora no sufre directamente la presencia de los aparcacoches. Sin embargo, esto no significa que hayan desaparecido. Fajardo trabaja en un pequeño comercio cercano al Hospital Materno Infantil. Allí, en los entornos hospitalarios, los 'gorrillas' también suelen actuar con frecuencia. "Cuando aparcaba en la calle y me pedían dinero por ello, no solía ceder", confirma.

"Veo muchos por aquí y claro que me causan molestias (bastantes, de hecho). A veces les doy dinero y a veces no, depende de cómo me pillen", apunta Beatriz Hidalgo, a la que es posible visitar cada día en su tienda de moda y complementos.

Más que el dinero que exigen por aparcar, que no deja de suponer una extorsión, o al menos una coacción, los vecinos de Granada se quejan a menudo de otros problemas asociados a la presencia de los aparcacoches en sus calles. Uno de ellos es el de la suciedad. Otro, las interminables disputas que ocasionan: "más que peleas con los usuarios, lo que es constante son los insultos y rencillas entre ellos, que si este coche es mío, que si esta zona es mía, que si tú te vas abajo...", comenta José María Jiménez, un vecino del entorno.

El primer pensamiento de cualquiera señalaría la vía judicial como la principal solución. Pero, ¿es ésta una fórmula efectiva? "No podría decir el número exacto de multas anuales que pone la Policía Local a los 'gorrillas', pero ronda el millar", asegura Telesfora Ruiz, concejal de Movilidad y Protección Ciudadana. No obstante, la concejal asegura que estas multas no pueden tener un efecto "real", pues se trata de personas insolventes y que, a menudo, no tienen un domicilio fijo. "Incluso aunque se consiga su domicilio a través de interconexión de bases de datos, no tienen solvencia ninguna; de modo que no se les va a poder cobrar nunca".

Abundan en zonas que son de paso, como en los entornos hospitalarios, y también en algunas calles adyacentes de la zona centro. A menudo esperan a que pase la hora, ya que la mayor parte de las calles del centro son de zona azul y están reguladas por la Ordenanza Reguladora de Aparcamientos (ORA). Pero nada les detiene: a partir de las 8 de la tarde comienzan a actuar.

Para Ruiz, una ordenanza no es la única solución a las peripecias de los aparcacoches, pues "se trata más bien de un problema de tipo social" que "debería ir acompañado de planes de inserción". En su opinión, el perfil de los 'gorrillas' sigue una misma línea: grupos de personas nacionales y extranjeros que, por lo general, no tienen un hogar y encuentran en esta actividad la única vía de sacar unos euros para subsistir en su vida diaria. "Se ha intentado, por medio de los servicios sociales, conseguir una integración", señala Ruiz, ya que estas personas, con su presencia y su comportamiento, resultan "muy molestas" para los vecinos.

Las zonas por las que se mueven están constantemente vigiladas por policías locales. Además, según informa la concejal, los agentes tienden a requisarles el dinero que hayan obtenido como medida desmotivadora -"a menudo lo esconden para que no se les quite", señala Ruiz-. Esta es, en su opinión, una característica más del perfil de un colectivo cuyos integrantes "lamentablemente viven en la calle y tienen problemas de adicciones". Por tanto, resulta "muy complicado" para los servicios sociales normalizar su situación.

La concejal lo tiene claro: "para corregir esto no se necesitan actuaciones sancionadoras, sino actuaciones de durabilidad en el tiempo y de integración social". Pese a todo, estos actos de buena voluntad resultan complejos porque la mayoría de los 'gorrillas' tienen toxicomanías y otros problemas como alcoholismo u adicción a diversas sustancias; "se resisten a cambiar sus hábitos y su modo de vida", asegura Telesfora, quien comenta cuál debe ser la labor de los servicios sociales ante la problemática: "lo primero que tienen que hacer es introducirles pautas de vida normales, tales como dormir, comer, seguir un horario y acudir a lugares habilitados donde les permiten lavarse y les facilitan ropa limpia". ¿El problema? Los aparcacoches "se dejan" ayudar durante un par de días, pero después abandonan y, "si no hay voluntad por parte de ellos, no se puede trabajar", confirma Ruiz.

La concejal de Protección Ciudadana se muestra tajante: "una solución inmediata es imposible; la más urgente que pusimos en marcha a petición de los vecinos fue en la zona de Plaza de Toros". Allí, el Consistorio amplió la zona azul a algunas calles. La medida, según Telesfora, ha dado un resultado "efectivo" porque "mientras está la ORA, ellos no están". Nadie les va a dar una moneda porque va a poner su correspondiente ticket; "es incompatible". José María Jiménez parece mucho más pesimista: "sigo pensando que la zona azul tiene un fin exclusivamente recaudatorio; los 'gorrillas' van a seguir existiendo, incluso si aparcas en la zona azul te van a querer cobrar igualmente".

A pesar de los esfuerzos, "tan solo se trata de una medida paliativa", confirma Ruiz. El ojo no engaña: cuando pasa la ORA, los aparcacohes vuelven.

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