Granada

El origen granadino del villancico

  • El primer arzobispo de Granada tras la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos creó en el siglo XV la tradición de la canción navideña con la idea de atraer a los fieles Propuso eliminar la misa en latín

ERA un hombre de natural colérico, muy aseado en su persona, honestísimo en sus palabras y acciones, fieles testigos de la pureza de su alma, decía Antolínez de Burgos de Fray Hernando de Talavera (Talavera de la Reina, 1248-Granada, 1507), un siglo después de la muerte del que fuera el primer arzobispo de Granada tras la toma del reino nazarí por los Reyes Católicos. Pasa a la historia mediática, en series como 'Isabel', por ser el confesor de la reina, pero también fue, y aquí viene el hito navideño, el ideólogo y creador del villancico. Pensó -como tantos humanistas que defendían en aquella época las lenguas romances- que las misas y maitines, con sus salmos, antífonas, lecciones y responsorios en latín, como prescribía la liturgia, resultaban demasiado farragosos cuando se podrían hacer en castellano. Sobre todo de cara a sus feligreses, que nunca entendían, valga la expresión, de la misa, la media. Fray Hernando de Talavera prefería un sabio a un santo. Fray Hernando fue confesor y consejero de Isabel la Católica desde 1475 hasta la muerte de la monarca, cuando cayó en desgracia por ser de familia conversa y por estar en las antípodas de la política de mano dura del Cardenal Cisneros. Isabel I quiso confesarse con él porque su fama le precedía. Ella se quedó de pie y Fray Hernando le pidió que se arrodillase. "Yo soy la reina de España", le respondió. "Usted es aquí la penitente y se tiene que arrodillar", le reprendió el fraile. "Desde ese momento se convirtió en su consejero porque era el confesor que estaba buscando porque todos la adulaban.

Era un hombre de profundas convicciones religiosas pero con una gran coherencia. Era una persona que convencía cristianamente a todos menos a los beatos, a los curas y los canónigos. Políticamente, Fray Hernando era un gran administrador, de una profunda ética. Fue un reformador de los que querían volver a los orígenes, dejar la tara medieval de la teología chonista para un cristianismo centrado en la figura de Jesucristo, con un compromiso con los necesitados. Y la gente le quería, incluso los musulmanes le respetaban porque era un hombre que ayudaba siempre a los necesitados. De hecho, cada dos por tres regalaba su plata a los pobres y cada dos por tres el marqués de Tendilla tenía que estar comprándole plata. Consiguió un Patronato Regio para Granada para evitar que vinieran obispos que pudieran llevarse el patrimonio fuera. Con esto consiguió de paso que el obispo lo pusiera el rey y no el papa. También exigió que fuera de los reinos, honesto y que no estuviera formado en el campo de batalla sino en la Teología. En resumen, no temía a las facultades y quería que todo el mundo pensara por su cuenta. Prefería un sabio a un santo. En 1493 la población nazarí debía convertirse al cristianismo, aunque no fue lo inicialmente pactado en las Capitulaciones.

Pero los villancicos eran una especie de representación litúrgica más que las canciones que en la actualidad se conocen. Fray Hernando decidió incorporar al repertorio eclesiástico aquellas piezas que eran cantadas por los trovadores y romances de ciego. En definitiva, elevó a los altares a la copla popular con tal de extender y divulgar la fe católica entre la población morisca. Los especialistas en Fray Hernando de Talavera cuentan que «en lugar de responsos hacía cantar algunas coplas devotísimas. De esta manera atraía el santo varón a la gente a los maitines como a la misa. Otras veces hacía hacer algunas devotas representaciones, tan devotas que eran más duros que piedras los que no echaban lágrimas de devoción».

La propuesta, de gran éxito popular, fue rápidamente sancionada y prohibida por las autoridades eclesiásticas, que no lograron impedir, finalmente, su restringida expansión en la liturgia de las fiestas más importantes, es decir, Navidad, Reyes, Corpus, Asunción, y algunas otras de carácter fuertemente local. Pero la iniciativa musical de Fray Hernando de Talavera así como su actitud tolerante respecto a musulmanes y judíos le hizo sufrir la persecución de la Inquisición, aunque finalmente fue rehabilitado por el papa Julio II. El Santo Oficio no pudo acabar con la propaganda de la fe ideada por el arzobispo de Granada, un sistema que se extendió por todo el reino. Llegó a tal la importancia de contar con unos buenos villancicos, que las oposiciones a maestro de capilla de una iglesia o catedral consistían en musicar una serie de textos de villancicos dados al compositor. Además, una vez admitido el opositor, se le dispensaba de obligaciones eclesiásticas durante meses, e incluso la ausencia absoluta con tal que tuviera el tiempo y concentración suficiente para lograr unos lucidos villancicos.

Poco a poco, las catedrales ricas comenzaron a costear la impresión de los textos de sus villancicos. En un principio lo hicieron meramente como recuerdo de la fiesta, pero después, ya pasada la segunda mitad del siglo, con objeto de que el público asistente a las festividades pudiera seguir y comprender lo que se estaba cantando. Se repartían a las autoridades por medio de unos monaguillos vistosamente ataviados, aunque el resto podía comprarlos a los ciegos encargados de los célebres romances: «Y de aquí, por las calles vayan los ciegos / a vender villancicos / del Nacimiento.»

Por otra parte, el fenómeno social de estas fiestas litúrgicas era inimaginable para espíritus modernos. Se sabe que la aglomeración de gentes de todo tipo abarrotaba catedrales y parroquias hasta el punto de invadir el coro en el que se cantaban y representaban los villancicos. Un moralista contemporáneo describe uno de estos conciertos eclesiásticos de la siguiente manera: «Hállanse personas tan indevotas, que, por modo de hablar, no entran en la iglesia una vez el año, y las cuales, quizá, muchas veces pierden misa los días de precepto, sólo por pereza, por no levantarse de la cama; y sabiendo que hay villancicos, no hay personas más devotas en todo el lugar, ni más vigilantes que éstas, pues no dejan iglesia, oratorio ni humilladero que no anden, ni les pesa el levantarse a media noche, por mucho frío que haga, sólo para oírlos».

Sin lugar a dudas el ámbito social y festivo en que estos acontecimientos se realizaban va a cargar las tintas literarias y llenarlas de toda la imaginería popular sobre todo hijo de vecino, sobre todo tema candente de la calle, sobre todas las personalidades, personajes de la vida y vía pública, sobre todas las clases sociales, los marginados, los extranjeros, las profesiones y las procedencias. Cabe en estos villancicos toda la vida nacional, la viveza de sus gentes, la expresión de un mundo y una época vista con aire de fiesta, de jácara, de burla, entre las que conviven verdades, mentiras, y el buen humor.

Testigos de la creación de villancicos son las partituras existentes en la Capilla Real de la Catedral de Granada, ya que Fray Hernando de Talavera no sólo incorporó las canciones navideñas como forma de promocionar a la Iglesia católica sino que trajo a Granada a una serie de impresores alemanes, que pudieron publicar algunas de aquellas canciones.

El hecho de que enseñara árabe a los sacerdotes para mostrar el catecismo es porque él quería que conocieran las fuentes de la fe, que los árabes pudieran leer el Evangelio en su lengua, algo que estaba prohibido pero que él consigue, reflejando lo más parecido a la convivencia entre las tres culturas. En cuanto al problema morisco, consiguió dentro de la posible, si no una convivencia, sí una coexistencia y además obligó a los católicos a respetar las Capitulaciones, respetar sus mezquitas, sus lugares de culto....

Pero impuso también las misas en castellano porque él quería que la gente descubriera personalmente la fe que él vivía, que no fuese una imposición. Al morir en 1507 el inquisidor se cargó toda su obra. Pero pasado un tiempo se intentó iniciar su proceso de beatificación que no llegó a ningún sitio. Monseñor Antonio Cañizares, arzobispo de Granada entre 1997 y 2002, intentó poner en marcha de nuevo la beatificación de este hombre como un modelo para la Iglesia. Fray Hernando hizo en su época una recomendación que llamaría la atención al actual arzobispado granadino, al afirmar que "no convenía que los frailes hablasen con los niños ni los curas, que no había que ser un figurín".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios