ayer y hoy

Sonsoles de Icaza, la hija del poeta

  • No hay en la vida nada, como la pena de ser ciego en Granada Sonsoles, la hija del poeta mejicano Icaza y la granadina Beatriz de León se enamoró de Serrano Suñer, el cuñado de Franco El amor también es ciego

Lejos quedan ya los días en que se gestaron aquellos románticos versos del poeta y diplomático mejicano Francisco A. de Icaza. Versos grabados en los muros de la Alhambra, al pie de la Torre de la Vela: "Dale limosna, mujer…". La mujer, Beatriz de León, nacida en La Habana y criada en Granada, miraba en silencio al invidente que pedía limosna junto a la Puerta de la Justicia. Su marido, el poeta Icaza, compadecido, inspiró los versos que rezan hoy como cartela de identidad del mejor piropo a Granada.

De aquella idílica pareja, que celebraba su viaje de novios en Granada paseando por la Alhambra, nació hace un siglo, en 1914, la bella Sonsoles. Dama exquisita de la buena educación española, casada con un marqués; aunque ella prefería verse a solas con su amor de verdad: el ministro plenipotenciario y cuñadísimo de Franco, el cartagenero, alto, rubio de ojos azules y camisa muy a tono, Ramón Serrano Suñer.

Abundan las biografías, más o menos noveladas, más o menos respetuosas, de esta guapa doña Sonsoles, hija de granadina y mejicano, en la que se unían estilo, inteligencia, valentía y elegancia. Fue de valientes verse a solas con el cuñado de Franco, quedar embarazada y dar a luz a otra belleza igualmente inteligente, de vida intensa y hasta dramática: Carmen Díez de Rivera e Icaza, la que sería luego mano derecha de Adolfo Suárez.

Alta sociedad de risas a carcajadas, frívola, hipócrita y divertida; si no fuera porque la pagamos todos, estando como estábamos en los años 50 de la penosa posguerra, caninos los bolsillos y rebuscando en las basuras; pasando el tiempo entre las cartillas de racionamiento, las lentejas con cocos y la leche en polvo. La alta sociedad posbélica prefería otras leches y otros polvos de esos que dan más glamour al maquillaje corporal. Sociedad de alta costura y baja estofa; de cuidados peinados de día y de bucles muy deshechos de noche. De golpes de pecho en misa de 12 y whisky con hielo a las 24.

Atrás quedó el romántico poeta Icaza; atrás sus versos en el muro. Su hija Sonsoles prefirió los besos en lo oscuro. Embarazo deseado con el Cara al sol de fondo y la amenaza de Zita, la verdadera esposa de Serrano Suñer y hermana de Carmen Polo. ¿A quién se le ocurre? Pero el amor, como el mendigo pedigüeño de la Puerta de la Justicia, es ciego.

De la agitada y dramática vida de la hija habida fuera del matrimonio, Carmen Díez de Rivera e Icaza, casi prefiero no hablar. Debió ser muy duro para ella enamorarse de un hijo de Serrano Suñer sin saber hasta momentos antes de la boda que era su hermano de padre. Me quedo mejor con su brillante carrera política, primero en la UCD como mano derecha de Adolfo Suárez y luego en el PSOE. Prefiero recordar el aplauso colectivo que Carmen, la nieta del poeta Icaza, recibió de todos los parlamentarios europeos puestos en pie en la Cámara de Bruselas, cuando anunció su retirada; un tumor de útero tuvo la culpa.

La maldita enfermedad acabó con ella en 1999 cuando había cumplido los 57; pero no con su memoria. Vida de novela que envuelve a los descendientes del poeta y novelista Francisco A. de Icaza y la granadina Beatriz de León. Vida objeto de chismes y chismorreos en la que ninguna culpa tienen los abuelos de los nietos, ni estos de aquellos, pero que han servido para que periodistas de medio pelo hagan caja vendiendo trapos viejos, sucios y ensuciados.

Los granadinos pasamos por alto lo de Sonsoles; preferimos quedarnos con el recuerdo de sus padres Francisco y Beatriz; aquellos que pasearon por la Alhambra recién casados, puestas las miradas en la Torre de la Vela, el corazón apasionado en el lecho nupcial y la moneda generosa en la mano extendida del ciego de la esquina. Estos recuerdos sí que son soles.

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