Granada

Granada se despide de su Giralda

  • La emblemática droguería de la calle Pescadería cierra sus puertas después de 135 años de historia La clientela se ha volcado con la familia Toro

Pocos comercios quedan ya en el centro que puedan dibujar un 'árbol genealógico' que llegue hasta el siglo XIX. La Giralda, la emblemática droguería de la zona de Bib-Rambla, en la calle Pescadería, era uno de ellos. Hasta ahora. Después de 135 años de historia, de varias vidas recorridas entre sus estrechas paredes, la droguería con más solera de Granada, la más antigua y la más querida, ha cerrado sus persianas por última vez. Granada ha perdido su Giralda, el comercio ha perdido una referencia, y su extensa clientela se ha quedado 'huérfana' y sin opciones en un centro histórico plagado de cadenas y grandes superficies.

Después de más de un siglo, la familia Toro no ha tenido más remedio que despedirse del que ha sido su modo de vida desde que José Toro entrara como aprendiz en el negocio a los 17 años. Después del fallecimiento del anterior propietario, José se hizo cargo de la droguería, en la que trabajó hasta su jubilación y a la que seguía acudiendo cada día. Al Tito, como lo conocen en el barrio, no era raro encontrarlo sentado en su silla de madera en una esquina de La Giralda, hablando con los clientes mientras su sobrino, José Ángel Vega Fernández, más conocido como Pepito, atendía sus pedidos.

El fin de los alquileres de renta antigua y la falta de acuerdo con los nuevos propietarios del edificio no han permitido a la familia Toro continuar con un negocio que había llegado ya a la segunda generación. La hija de José, María Angustias, también era propietaria de la droguería, a la que están ligados buena parte de sus recuerdos. "No ha sido sólo cerrar la puerta de un negocio. Ahí se queda una vida, muy buenos momentos", explica María Angustias, que recuerda que no había turista que pasara por la puerta y se resistiera a llevarse un recuerdo de uno de los comercios más antiguos de toda Granada.

Pero La Giralda no sólo era un recuerdo de otra época. Ni mucho menos. La Giralda era un comercio activo, con una clientela fija y fiel, caracterizado por un trato personalizado y por atender a sus clientes con mimo, aunque esto supusiera llevar a domicilio los pedidos después de echar la persiana. La Giralda era una institución del comercio granadino, que hacía más fácil la vida de sus vecinos. "Mi padre todavía se está preocupando por las últimas notas de los clientes y estamos atendiendo nuestros últimos pedidos", apunta María Angustias.

Tantos años de buen servicio tienen sus frutos. Durante los días en los que han estado desmontando la droguería -liquidando los productos y llevándose a casa algunos de los muebles centenarios del interior-, los clientes se han ido acercando a La Giralda para despedirse de José, de Pepe y de María Angustias, dándoles las gracias por el trato recibido y la enhorabuena por ser el alma durante todos estos años de un negocio "tan bonito". Muchos lo hicieron con lágrimas en los ojos, sabiendo que no volverán a encontrar otro negocio como este, que el centro no recuperará los cientos de comercios que han ido cerrando sus puertas en las últimas décadas. La Giralda era uno de los últimos vestigios de otra forma de entender el sector, y lo ha sido hasta sus últimos días. Porque ayer la familia Toro sólo podía agradecer a sus clientes, sus vecinos y amigos la confianza depositada durante todos estos años, y el cariño más que demostrado en sus momentos más duros.

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