Granada

El poeta Manuel Benítez Carrasco también fue niño

  • Con la publicación de la antología poética referida a la infancia asistimos al capítulo más entrañable de la extensa obra del poeta albaicinero El Teatro Isabel la Católica fue testigo

Un kilómetro tiene la Avenida Poeta Manuel Benítez Carrasco en Sevilla; un monumento al poeta en nuestra Avenida de la Constitución; y en América lo conoce hasta san Botón. Sin embargo yo esperaba ver allí a toda Granada, menos a los poetas de fuste; a esos se les ve poco en homenajes de otros; tal vez se creen parnasianos descendientes de Dante, Shakespeare o Garcilaso. Suelen ser poetas de bombos mutuos, que se aplauden entre ellos, que se reparten los premios y hasta las tortas y bollos; no saben lo que gusta al pueblo ni han oído hablar de Homero y menos del poeta albaicinero. Son muchos los poetas que tenemos en Granada y que quieren ser valorados; no es bueno darles de lado.

El Teatro Isabel la Católica estaba lleno para oír a los socios de la Tertulia Literaria recitar los poemas del maestro Benítez. Fue un ocho de noviembre cuando voces entrañables nos trajeron el recuerdo de la infancia del poeta a través de los versos que él mismo recitaba; fueron muchos los rapsodas y a todos pusieron broche de oro la voz de Curro Albayzín y la guitarra afinada de José Manuel Cano.

Quien no conoce la obra de Benítez Carrasco no debiera despreciarla; aunque como estamos en Granada, todo es posible. Tal vez no sepan algunos de su formación en los jesuitas, de sus continuas alusiones clásicas a San Juan de la Cruz, a Calderón o a Quevedo; de sus sentidos sonetos; de su inspiración lorquiana. Es bueno bajarse a la arena de lo sencillo y recrearse en el verso popular sin tener que emplear cursis metáforas culteranas o extravagantes sinónimos rebuscados.

La publicación de la antología Manuel Benítez Carrasco y la infancia, graciosamente ilustrada con dibujos infantiles, quería conmemorar el decimoquinto aniversario de la muerte del poeta con más de 50 poemas referidos al mundo infantil que nuestro paisano vivió. Es como una radiografía de su infancia y de la humilde sociedad granadina de principios del siglo XX, bellamente engarzada en acertadas rimas, contadas por un modesto albaicinero, alumno del Ave María. "…Aprendí el Ave María/en la Cuesta del Chapí". (De su poema Mi identidad).

Entrañables son los poemas dedicados a las Escuelas del Ave María Por los caminos de mi escuela; nos acercan a la pedagogía manjoniana; la que unía teoría y práctica, la letra escrita con la "letra" tocada con las manos. La que enseñaba Geografía con el mapa en el patio de juego permitiendo a los niños "navegar" por el Guadalquivir estando en el Sacromonte o "tocar" los Montes de Toledo desde el Albaicín.

Voz de niño ponía Benítez cuando recitaba aquello de "los niños cantan y cantan/con ellos cantaba yo/de diez me llevo una…/de veinte, dos…/Geografía al aire libre,/mares a mi alrededor./Y el Darro allá abajo era/el estudiante mejor". Recuerdos de un niño travieso que aprendía al aire libre soportando los fríos, mientras don Ramón, el maestro, iba con su abrigo negro. Esto decía el poeta niño. "…Con qué risa y con qué temblor/estoy prendiendo en el abrigo de don Ramón/un muñeco de papel/un alado fantochón/hecho con letras santas/del libro de religión…/borriquillo caliente, que lleva la carga y no la siente…".

Con nostalgia recuerda a su maestro don Juan, aquel que un día lo castigó por robar naranjas: "tres libros en cada mano/y de rodillas en un rincón/mi llanto no se sabía/si era rabia o contrición". "¡Qué pena que se haya muerto!/¡Resucite usted, don Juan!; le pido en nombre de Dios!". Era Manolo aquel niño albaicinero que todo lo quería ser: perro, pez, pájaro…todo. No pudo ser. Pero esto dice el evangelio "si no os hacéis como niños, no entrareis en el reino de los cielos" (Mateo, 18, 4). Con seguridad Benítez está en la gloria; otros que presumen tanto, los que se intercambian palmas, premios y laureles, siguen en los laureles.

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