Granada

Elvira es una calle para excéntricos y una fuente de datos curiosos

  • En esta caótica vía, llena de negocios y de actividad, uno se puede sentir extranjero.

EN todos los países cuecen habas y cada mañana se inaugura un cuerpo. Eso le digo a Harry cuando me habla con fervor de las excelencias de Irlanda. Yo le digo que sí, que es posible que haya cosas en cualquier sitio del mundo que sean mejores que otras, pero que todos los países tienen algo de lo que avergonzarse. Antes, cuando los españoles no salíamos al extranjero, nos parecía que todo lo que había detrás de nuestras fronteras era mejor. Permanecíamos acomplejados. Creíamos que vivíamos en el culo del mundo. Mi hija ha pasado la Semana Santa en Amsterdan y me cuenta que no la dejaron entrar en un bar con mi nieto porque allí estaba prohibido que los menores accedieran a los locales en los que se servían bebidas alcohólicas. Una ciudad que tienen cientos de locales en los que se puede fumar canutos y un barrio en el que se exhiben públicamente mujeres semidesnudas en los escaparates, no deja entrar a niños a los bares por creer que pueden llegar a ser alcohólicos. Menuda hipocresía. Ángel Ganivet lo tenía claro cuando dijo que más vale un minuto de vida franca que cien años de hipocresía.

De esto hablamos mientras vamos en el LAC camino del Triunfo. Mi amigo Harry quiere conocer la calle Elvira porque le han dicho que es una de las más granadinas y quizás de las más inquietantes debido al maremágnum de actividades y negocios de distinta índole allí establecidos.

Elvira es una calle para excéntricos y una fuente de datos curiosos. Como suelo decir, es una calle que exige la mirada atenta del que la visita. Allí hay un Covirán regentado por chinos, un sex-shop que es de los primeros que se abrió en España, una tienda que alquila disfraces de políticos corruptos, una diminuta capilla en donde San Juan de Dios vendía libros antes de dedicarse a la predicación, una pequeña librería con el tabucchiano nombre de 'Sostiene Pereira' y muchas calles adyacentes que llevan el apelativo de San Andrés: Coca de San Andrés, Honda de San Andrés, Molino de la Corteza de San Andrés… El santo que lleva mi nombre (lo más seguro es que yo lleve el nombre del santo) tiene también dedicada una calle para él solo y una iglesia con un estupendo techo mudéjar y una copia de una Virgen con Niño de Alonso Cano.

Todo eso le cuento a Harry antes de pasar por el Arco de Elvira, que fuera el principal acceso a Granada durante la dominación islámica. Le informo al irlandés de que aquella puerta es un símbolo de la historia granadina y que por ella han pasado ilustres personajes de la historia.

-¿A mí contar entre esos ilustres personajes?-, me pregunta Harry con cierta dosis de ironía cuando traspasamos el arco.

-Tú no, Harry… Por ahora.

Decía mi amigo Paco Izquierdo que por esa puerta entró Mohamad aben Alhamar para ocupar el palacio del Gallo del Viento, fundar el reino nazarí y soñar la Alhambra. Por ella salió el mismo Alhamar a encontrar la muerte en la Vega granadina (1273). Por ella marcharon a recobrar Jaén el rey de Granada y su tío Reduán (1407). Por ella entraron solemnemente los Reyes Católicos el 6 de enero (Día de Reyes) de 1.492 y cambiaron la media luna por la cruz. Por ella salió Cristóbal Colón con las capitulaciones bajo el brazo para descubrir el nuevo mundo. Por ella salió y a su vera ajusticiaron a Mariana Pineda. Por ella entró el rey José Bonaparte cuando quiso modernizar Granada.

Le digo a Harry que es una puerta fortaleza de las más antiguas ya que se construyó en el siglo XI por los sultanes ziríes y estaba integrada en la muralla que la unía por el este por la Puerta Monaita y por el suroeste con el Arco de las Tinajillas.

Cuando iniciamos el recorrido por la calle, Harry me comenta que hay muchos edificios cochambrosos. Yo le contesto que en parte es por la desidia de sus propietarios y en parte por la desidia de las administraciones que no dictan normas para que esto no pueda suceder. En una de esas paredes que claman una ración de cal, se puede leer: "Al pasar el coche le dijo el cochero, la próxima vez ni pito ni freno", seguramente atendiendo a esa reivindicación antigua de los vecinos que quieren que la calle sea peatonal. Y es que el tránsito de vehículos por aquella calle parece estar destinado al caos y el paseo por ella (a veces la acera es tan estrecha que ni puede pasar una persona) se convierte en un juego de azar en el que el premio consiste en ser alcanzado por algún coche o moto.

Hace un día primaveral y a los cuerpos comienzan a sobrarles ropa. Conforme avanzamos hacia Plaza Nueva, la calle parece animarse. Le digo a Harry que seguramente es la calle más cosmopolita de Granada porque podemos encontrar en ella a vecinos de muchos países, tendencias y culturas distintas: chinos, árabes, hippies, bohemios, jóvenes estudiantes… Igual de variedad hay en los negocios porque podemos encontrar pizzerías, kebabs, anticuarios, carnicerías halal, tiendas de regalos orientales y hasta un sex shop. En la vieja calle parece que todo lo foráneo y tienen cabida.

Al pasar precisamente por el sex shop, que se llama Patxi, le explico a Harry que no solo fue pionero en Granada, sino que fue uno de los primeros de España. En el año 1975, aún con Franco vivo, su dueño se iba con su 'Seiscientos' a Francia donde cargaba su maletero de preservativos, películas y artículos eróticos. Aquel hombre, que se llamaba José Álvarez y que era conocido por Patxi, sufrió cárcel por eso y tuvo muchos problemas con la justicia ya que cada dos por tres la Policía le precintaba el negocio. Si quería vender estos productos tenía que ser clandestinamente.

-Es que antes, Harry, si queríamos ver una película en la que se vieran tetas había que irse a Francia. Cruzar los pirineos. Y en mi pueblo, Harry, ni las farmacias vendían condones.

Al pasar por un negocio dedicado a vender cosas antiguas, también le explico a Harry que aquella calle fue en otros tiempos la que reunía a casi todos los anticuarios de Granada y que ya sólo quedan un par de ellos.

En la calle Elvira se pueden juntar los olores de una ciudad que atrae a miles de visitantes. Lo mismo puede oler a pachuli que a porro, a incienso y a jazmines, a gasolina quemada y a sebo de carne. A Harry le encanta la calle. Dice que es la más moruna que tenemos y que en ella uno se puede sentir extranjero, que es de lo que se trata. Como soy periodista antiguo, tengo muchos casos que contar. Le narro a Harry la vez que un mesón de allí, el Andaluz, se incendió a consecuencia de la explosión de una bombona. Hoy no hay rastro del incendio porque un mesón ha sustituido a aquel.

-De todos los elementos, el fuego ser el único capaz de no contaminar. Seguro que el fuego esconder un misterio-, dice Harry.

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