Ayer y hoy

Un clavel, un rojo clavel

  • Los famosos claveles de Motril los trajo Carlos V de Turquía. Un clavel regaló el emperador a Isabel de Portugal en la Alhambra. Clavel se llamaba el que inventó el Día del Libro.

Son hoy protagonistas los claveles, símbolo de fiesta y alegría. Salimos de la bulliciosa semana de las cruces y casi caemos sin respiro en la semana del Corpus. No se han marchitado aún los claveles que embellecen el pelo de la guapa granadina cuando de nuevo aparecen orgullosos para lucir con sus pétalos rojos de festón en los adornos rocieros y en los moños de las manolas más castizas.

Es el clavel, el “rojo clavel” de la canción del maestro Solano que popularizó Rocío Jurado; el ‘dianthus caryophyllus’ de los botánicos; el que fue calificado como “la flor divina” (deos-anthos) por el filósofo y botánico griego del siglo III a. C. Teofrasto; el clavel “lindo en color” en el poema de Tirso de Molina; el “oloroso clavel de la vega de Motril” en la popular canción Así es mi Granada que escribió el médico granadino Fernando Lastra y que entonaba nuestro paisano el entrañable Paquito Rodríguez. Fueron los claveles protagonistas de la revolución portuguesa de abril de 1974 que puso fin a la dictadura de Salazar. Era el clavel que una florista regaló al soldado y que este colocó en el cañón de su fusil; acabó siendo un símbolo de libertad.

Dicen que el clavel rojo simboliza amor apasionado, admiración y orgullo; y una bonita leyenda cristiana identifica el primer clavel como el nacido de las lágrimas de María caídas en la tierra al contemplar desolada la muerte de su hijo Jesús. Y Leonardo da Vinci nos dejó entre sus obras la titulada Virgen del clavel, flor que la madre ofrece cariñosamente a su Hijo. Clavel que también aparece en la pintura del flamenco Van Eyck, El Hombre del clavel, del Museo de Berlín.

Debía estar de moda esta rara flor en occidente en el siglo XVI. Muchos son los granadinos que conocen ya la verdadera historia del clavel que mandó traer Carlos V desde Turquía (hay quien dice que fue desde Persia bajo dominio turco) al enterarse del embarazo de su guapa esposa Isabel de Portugal. Pasaban su luna de miel en Granada, alternando las modestas estancias del Monasterio de San Jerónimo con las alegres y decoradas salas alhambreñas, mientras se construían las nuevas habitaciones en los jardines de Lindaraja y el posterior Palacio imperial en el corazón de la ciudadela; corría el año 1526 y del fruto de aquel amor, certificado con el regalo de un clavel, nacería a los nueve meses en Valladolid el “granadino” Felipe II. Si eso es así sería Granada la primera ciudad española en lucir claveles, pues dicen que se plantaron luego en los jardines de la Alhambra.

Resulta curioso que fuera 400 años después cuando el que inventara lo del Día del Libro se llamara precisamente Vicente Clavel, un  periodista valenciano afincado en Barcelona. Un Real Decreto firmado el 26 de febrero de 1926 por el rey Alfonso XIII así lo certificaba.

Puesto que Carlos V trajo el clavel, regalo de amor, y fundó la Universidad, regalo de cultura, no estaría mal que en Granada se mantuviera la costumbre de acompañar la compra de un libro con el regalo de un clavel, no una rosa como hacen otros, siempre y cuando fueran los claveles de la Vega de Motril, o más o menos de por aquí. Aunque me parece que en la vega motrileña más que el clavel se está plantando el aguacate y el chirimoyo que, aunque son menos románticos, suponen para el bolsillo un chollo.

Regalen libros y luzcan luego olorosos claveles en el pelo y la solapa; y si les pilla lejos Motril, mil floristerías tiene Granada; y si no, en la Plaza Bibarrambla está Ana, la florista superviviente, junto a la fuente.

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