Granada

La diva universal dePinos puente

  • Una de las cantantes líricas más prodigiosas debutó en 1895 en Granada y a partir de entonces frecuentó los principales teatros. Luego llegó el olvido, pero los viejos registros fonográficos han salvado su memoria

Francisco de Paula Valladar, director de la revista Alhambra, en la primavera de 1895 revelaba a los medios musicales el descubrimiento que los hermanos y compositores Orense hicieron de María Galván, una joven con una voz prodigiosa que vivía en Pinos Puente, donde se creía que había nacido. De origen modesto, no había salido de las lindes de su pueblo. Y esto era lo extraordinario: ¿De quién aprendió, quién la preparó, quién estimuló su natural instinto musical? ¡Nadie! Hasta que los profesores Orense la descubrieron y se constituyeron en maestros de la muchacha por amor al arte. En torno a su nacimiento hay una zona de misterio, como en el de su muerte. En todas las enciclopedias musicales, en sus entrevistas, a la hora de declarar en documentos civiles, María confiesa que ha nacido en Granada. También se habla de su modestísimo origen. El cúmulo de contradicciones nos llevó, durante mucho tiempo, a seguir pistas que nos alejaban de sus orígenes granadinos. Las indagaciones nos llevaron a Mancha Real (Jaén) y su registro civil nos aclaró que había nacido allí, el 6 de agosto de 1875. Le impusieron los nombres de María Jesús, Elena, Lorenza, Ciriaca, Ramona de San Juan Bautista. Su padre era Juan Galbán, de Casares (Málaga), "notario y escribano a mérito de oposición" y de Ciriaca Martínez, de Torredonjimeno (Jaén). No sabemos qué pasó con sus padres, la cuestión es que la niña se cría en Pinos Puente, con la abuela materna, de donde era natural. En el libro de Marily García de Valenzuela, titulado Mi bisabuela, aparecen como patrocinadores de María, adolescente sirvienta en la casa familiar de sus antepasados, los cuales al descubrir sus dotes la envían a Italia a estudiar el bel canto. Es una versión altruista, pero alejada de la realidad.

Los compositores Orense convencieron al director de la revista Alhambra, una autoridad en la ciudad, para que los acompañase a Pinos Puente y oyera cantar a María. Tras escuchar su prodigiosa voz en algunas romanzas, Valladar, impresionado, decidió que había que organizar una velada-concierto para presentarla a la sociedad artística granadina. En la época, la efervescencia lírica era importante, diariamente había representaciones a cargo de una o dos compañías. Sin perder tiempo se dedicaron a conectar con asociaciones musicales. Descartaron El Liceo y la Sociedad Económica de Amigos del País porque, instaladas en el convento de Santo Domingo, tuvieron que evacuar sus sedes: la primera se instaló en varias salas del Teatro Principal y la segunda en un caserón de la calle de la Duquesa. Tampoco pudo ser en el Centro Artístico, pues preparaban su gran exposición de pintura para las fiestas del Corpus. Era obvio que los organizadores de la fiesta mayor estaban por los conciertos en Carlos V, que dirigía el maestro Bretón, con ochenta profesores, tras el cual se iluminaban con bengalas los bosques de la Alhambra , y la actuación de la gran figura lírica del momento, Emma Nevada. María no podía imaginar que, años más tarde, la crítica la compararía con ella: "…un prodigioso registro agudo de tiple ligera, semejante en delicadeza y arte al de Emma Nevada". Y todavía lo más grande para la afición, las corridas de toros de los diestros Mazzantini, Lagartijo y Guerrita.

Pasadas las fiestas y la inauguración para abrir la Gran Vía de Colón, María Galván se presentó ante los granadinos, con un repertorio preparado por los compositores Orense. La interpretación de la desconocida sedujo al exigente público granadino. Sus mentores lograron encauzar el entusiasmo de los espectadores para lograr los medios necesarios con el fin de costear los estudios de bel canto en Madrid, en la escuela privada del célebre barítono Napoleón Vergés. Bajo sus enseñanzas simultaneó su formación lírica con la dramática. María Galván era una joven de gran modestia y timidez, Valladar, en los tiempos de su debut en Granada, la describe como "muchachita medrosa y sencilla, de mirada inteligente y agraciado y bello rostro". Parecidas descripciones reflejan los retratos literarios que los críticos de Europa y América harán de ella.

No tuvo que ser muy largo el tiempo de formación de María con el profesor Vergés, pues El Popular, diario independiente granadino de la tarde, el 12 de junio de 1896 informaba que había ingresado en la Compañía Giovannini, en sustitución de la célebre artista Ida Saroglia. El articulista alterna ya el nombre de Galván y Galvany. El empresario italiano consideró oportuno añadir al final del apellido una y para italianizar el nombre, dada la identidad de la compañía. Parecida transformación fue la de Adelina Colombini que, como Galvany, era andaluza y de Córdoba.

La nueva soprano María Galvany debutaba el 4 de junio de 1896 en Cartagena, con Lucia di Lammermoor, en el Teatro Principal. Esa noche quedaba consagrada su carrera, convirtiéndose en una de las célebres figuras de su época que cultivaron el canto de coloratura en los teatros de Europa y de Estados Unidos. El periodista de El Popular granadino informaba del debut en donde la novel artista logró el regium exequatur del público. El rondó del final de la obra de Donizetti desató el delirio de los espectadores, dadas las dificultades de ejecución de la pieza musical, que afrontó con total dominio de la voz, en trinos, escalas picadas, grupetos y demás florituras.

María Galvany será su nombre artístico. Tras una gira por Italia en la compañía de Giovannini, entró a formar parte del elenco del Teatro Real de Madrid en la temporada de 1898 a 1899, como primera soprano, junto a Regina Pacini. El espacio de que disponemos no nos permite enumerar las actuaciones de Galvany en el Real desde su debut. Como ocurre con sus actuaciones en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. Para entonces, se había casado con el abogado Carlos de Tejada y era madre de un niño, nacido en la primavera de 1897. El 10 de abril, María tuvo que interrumpir sus actuaciones en el Teatro Cervantes de Málaga para ir a dar a luz en Granada a su primer hijo, llamado Carlos, según noticias de los Anales del Teatro de la ciudad malagueña.

El repertorio de María la convertía en la Lucía , de Lucia di Lammermoor (G. Donizetti); en Amina, de La sonnambula (V. Bellini); en la Elvira de Los Puritanos (V. Bellini); en la Rosina de El barbero de Sevilla; en la Gilda de Rigoletto (G. Verdi); en la Mimí , de La Bohème (G. Puccini); en la Violeta de La Traviata (G. Verdi); en la Isabella de Roberto il diavolo, en la Inés de La Africana

En 190l actuó por primera vez en el Dal Verme, de Milán. En junio de 1902, iniciaba una tournée por Hispanoamérica, que comenzó en el Odeón de Montevideo, y se prolongó en el Victoria, con la Compañía Lírica Ferrari de Albaredo. La crítica la recibe con el entusiasmo de algo mucho tiempo esperado: "María Galvany, una mujercita pálida y rubia, serena, casi triste, con una voz angelical y un supremo dominio de la escena, nos brindó una Lucia di Lammermoor que, de golpe, no obstante la fama de que venía precedida, produjo en el público efectos de revelación tan artística, y deliciosamente cantó y representó el papel de la protagonista…". El triunfo de María Galvany en Montevideo hizo posible que se organizara otra temporada de ópera, en torno a su figura, del 15 de noviembre al 14 de diciembre. Sus actuaciones prosiguieron en Buenos Aires, en los teatros de Mayo y de la Comedia , y en Santiago de Chile, en el Teatro Municipal.

En 1908 Galvany lograba uno de sus grandes éxitos en el papel de Ophélie, en La Fenice. Al año siguiente estuvo de gira en Inglaterra. De su interpretación de Amina en el Covent Garden dijo la crítica: "María canta los pasajes brillantes con considerable destreza… Tiene una apariencia juvenil y actúa con ánimo y sinceridad. Su éxito no se puso en duda ni por un instante…Cantó un fa alto y tuvo que repetir Ah non giunge. (The London Times, 3-6-1909). En Londres fue recibida por la reina Alejandra en el Palacio de Buckingham, en donde Galvany ofreció un recital para la familia real.

El gran musicólogo Enrique Franco, nos escribía: "Realmente es asombroso el olvido que rodea a esta soprano de Pinos Puente" y se asombra de que un repertorio como el de Galvany haya estado "…arrinconado hasta la Callas, no porque fuera malo. Sino porque encerraba unas dificultades tremendas. Y nuestra granadinita, a pecho descubierto, hecha una Mariana de Pineda de la lírica, sin que de ella quede ni memoria, sin una voz que diga existió". Pero como algo mágico, ese olvido, como el final de un cuento feliz, viene a salvarlo su propia voz, tanto tiempo dormida, y es ella misma la que reivindica, con sus portentosas facultades, su personalidad musical. Y el milagro es posible porque Galvany se dedicó a hacer grabaciones discográficas muy pronto. El registro de su primera grabación es de 1903, para G & T, en Milán, en etiqueta negra, que Michael Scout considera como una especial rareza. Ninguna de sus más tempranas grabaciones con T & S, incluyendo las de etiqueta roja, parecen haber alcanzado este mismo nivel. "De su pre-dogs, probablemente L'Incantatrice de Ardite sea la más escuchada, y se trata de un tour de force de flexibilidad, pureza y nitidez de ejecución". (Meter G. Hurst, The Golden Age Recorded). Su discografía logró gran fama y difusión, "convirtiéndose en un gran fenómeno de la música grabada".

Enrique Franco tiene en su gran colección un disco de Heritage, de Londres, que según su propia definición es de carácter histórico, con las voces de Anselmo, Benci, Tita Rufo, De Lucía y Galvany, que canta con Rufo el dueto del segundo acto de El barbero de Sevilla, "…y aún cuando el registro es una reconstrucción de 1908, basta para darse cuenta de que era un fenómeno. Mejor, a mi juicio, que la Hidalgo, la maestra de la Callas, que también figura en la grabación".

Reconstruir la trayectoria vital y artística de un personaje que recorre el mundo con el instrumento de su voz es en ocasiones labor ardua, más aún si, como en el caso de Galvany, mantenía su vida privada fuera del escenario alejada de la curiosidad. Hay zonas que nunca podremos iluminar o que se arrastran durante décadas o siglos, como la confusión de María Galvany con una cantante brasileña del mismo nombre. La historiografía musical sigue propalando el hecho de que la artista española murió el 2 de noviembre de 1949 en Río de Janeiro, en Casa de Pobres, ocultando su identidad para no ser reconocida. De este error parte la confusión con la diva andaluza. Una larga labor de investigación nos ha llevado a documentar su muerte, ocurrida en Madrid, el 3 de agosto de 1927, no en soledad, sino rodeada de sus familiares.

Hoy, la magia de la técnica hace posible que se reedite la discografía de María Galvany, surgida de las sombras de viejos cilindros y gramófonos. Su portentosa voz reivindica su memoria largo tiempo silenciada, en Voces históricas españolas, editadas por el Gran Teatro del Liceo de Barcelona.

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