Granada

"Un profesor se gana la autoridad desde la vocación y la implicación"

  • La Plataforma por la Homologación cierra esta tarde su ciclo de conferencias con el profesor Urra, experto en educación e infancia, en el colegio Amor de Dios

-Un centro educativo ¿es un lugar de encuentro o de conflicto?

-El aula es el fonendoscopio de la realidad social. Pero, como la educación es un derecho y un deber, hay muchos jóvenes que son objetores escolares.

-¿No cree en la obligatoriedad de estudiar hasta los 16 años?

-Es imposible obligar a alguien a seguir estudiando cuando no está motivado.

-Pero el ministro Gabilondo ha planteado que la educación sea una obligación hasta los 18 años.

-Tiene cierta lógica en un mundo cada vez más exigente con los conocimientos y cuando la esperanza de vida es cada vez mayor. Pero hay que afianzar la garantía social de adquirir una formación profesional (lo que antiguamente se le llamaba ser aprendiz). Si un chaval no quiere un pensamiento abstracto, vamos a hacer que estudie hostelería o mecánica, por ejemplo. Algo donde se sienta inmediatamente útil, que le permita empezar a tener algún tipo de ingreso, realice una función útil para la sociedad y, a partir de ahí, intentaremos engancharle en un pensamiento más generalista.

-¿Qué se necesita para ser feliz?

-Tener una buena pareja, tener buenos amigos y una razón de ser. Y para ello el trabajo es esencial.

-¿Qué opina del sistema educativo público español?

-Las escuelas están funcionando bien, lo único que tenemos que hacer es actualizarlas, porque el sistema escolar actual sigue siendo similar al de hace cien años. Las nuevas tecnologías han avanzado mucho, pero todavía se pasan muchas horas sentados de manera poco interactiva. Y tenemos que valorar la formación pedagógica de los profesores.

-¿El profesor debe tener más autoridad?

-Sin duda. Hay que darle potestas [poder socialmente reconocido], pero sobre todo tiene que tener autoritas [legitimación social]. Y la autoritas se gana desde la vocación, desde la implicación y desde el ser. Nadie recuerda al buen profesor que tuvo por lo que le enseñó sino porque le transmitió su ser.

-¿Y los progenitores?

-Tenemos muchos padres equívocos, abogados de los hijos, que se ponen siempre de su lado, que no escuchan nada de lo que le dice el profesor, sino al revés. 'Si el profesor te dice algo tú me lo dices que se va a enterar ese...', ¿no?

-¿En qué radica el arte de educar?

-En ponerle mucho cariño, en dedicarle tiempo y, sobre todo, en disfrutar con la educación de los propios hijos. En no querer hacerlo estupendamente, sino simplemente bien, pues somos humanos. En dar cabida a otras figuras, como son los abuelos, los tíos, los amigos o el tutor. En compartir la naturaleza, la práctica del deporte. Y en entender otros aspectos, no sólo los racionales de la vida, como son los emocionales, el perdón, la compasión, la verdadera empatía, la sensibilidad (esto hay que mamarlo desde la más corta edad). Y, por supuesto, tener unos límites y normas claras y quien las inclumpla tener derecho a una sanción. A partir de ahí, a crecer juntos.

-Son cada vez más los que alertan de la proliferación de pequeños dictadores, como los llamó usted; sobre todo de las niñas...

-Es verdad, el año pasado hubo más de 8.000 denuncias de padres contra hijos, de las que un tercio eran contra hijas. Esto tiene una explicación: confunden lo que es la igualdad. Las niñas ya beben tanto alcohol como los niños, fuman tanto como ellos y utilizan la palabra de forma arisca. Estamos confundiéndolas. La verdadera igualdad radica en feminizar la sociedad. La mujer tiene algo que no posee el varón que es esencial: la memoria afectiva. Para bien o para mal, las mujeres sufren más, pero son más sensibles. Eso no se puede perder, es la vacuna contra los psicópatas.

-¿Cuál es la educación del futuro?

-La que se basa en los dilemas éticos. Vamos a tener una sociedad muy compleja, una sociedad de la duda... La educación tendrá que enseñar a reaccionar ante los medios, a tener capacidad crítica, a descodificar los mensajes, a plantearse qué esta bien y qué está mal.

-Sí, estamos perdiendo pilares esenciales como son el dolor y la muerte. A los niños se les protege en exceso de una realidad que es parte de la vida. Tienen que ir a los hospitales a ver niños muy enfermos, muchos de los cuales no van a salir nunca de ahí; y tienen que ir a ver a la abuela con alzheimer, aunque no le guste porque no sabe muy bien lo que dice.

-¿Y qué se debe potenciar más?

-El sentido del humor, como un signo de inteligencia y capacidad de reírse de uno mismo. Y el lenguaje expresivo. Es penoso ver a los políticos sin capacidad para argumentar. Me refiero al lenguaje dialógico, el qué transmites las 24 horas del día: pensamientos en positivo, ideas negativas, y cómo ves las intenciones ajenas...

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