Día 7

Doble y nada

  • Mireia Belmonte, colosal, conquista su segunda plata en los 800 · El dúo Feliciano-Ferrer malogra 4 bolas de partido.

Mireia Belmonte apostó a doble o nada. O más bien a doble y nada. Porque ha nacido para eso, para nadar. Y ayer nadó maravillosamente en la final de los 800 hasta colgarse su segunda plata. Es el sostén del alicaído orgullo español, la reina de la delegación. Nuestra reina. Pudo caer otra medalla unos instantes antes, pero Feliciano López y David Ferrer malograron cuatro bolas de partido en su semifinal de dobles ante los franceses Tsonga y Llodra, que soportaron mejor la terrible presión y se colaron en la final (6-3, 4-6 y 18-16). A Feli y Ferrer les queda una última bala para el bronce, ante Benneteau y Gasquet, el otro dúo galo. Ahí sí que será doble... o nada.

Y si épica fue la semifinal del doble, aún más fue la que regalaron Federer y Del Potro. En 4 horas y 26 minutos (el partido a tres sets más largo en la historia en la era Open), el gran maestro suizo y la torre argentina destilaron tenis del mejor. Un partido para el recuerdo: 3-6, 7-6 (5) y 19-17. A Delpo le volvió a traicionar su maltrecho físico. Si es por tenis, no claudica. Federer verá cumplido su gran anhelo de ganar el oro olímpico si derrota a Murray, el verdugo de Djokovic.  

Mireia, a diferencia de Federer, al que sólo lo sacia el oro, ya ha saldado su cuenta pendiente con los Juegos gracias a sus dos platas. Hasta estos Juegos, a la badalonesa le faltaba un punto de convencimiento para estar al nivel de las mejores del mundo. Pero lo encontró cuando se lanzó a por la medalla en una prueba que no era de sus predilectas, los 200 mariposa. Después de oír el pasado miércoles las notas épicas de Carros de fuego mientras se encaminaba por primera vez hacia un podio olímpico, paladeó el sabor sin igual de la gloria y supo que nada la iba a parar ya. Y por eso ayer se zambulló con el pleno convencimiento de que el segundo metal era suyo. Se había liberado de todos sus miedos y encima nada a favor de corriente, en una prueba que no tiene secretos para ella, los 800 metros.

Sabía la catalana que tenía que hacer los 16 largos de piscina en torno a los 8 minutos y 20 segundos. Y para eso, tenía claro que no iba a dejarse llevar por la precipitación. La británica Rebecca Adlington era la favorita, y tanto la estadounidense Kattie Ledecky como la danesa Lotte Friis marcaron un mejor crono en las calificaciones. La teoría decía que estas dos últimas imprimirían un alto ritmo de salida para poner a prueba a la anfitriona. Y Mireia no quería verse enrolada en esa lucha inicial. Quería ir a su ritmo, marcar los tiempos e ir acercándose a esa barrera de los 8.20. 

Efectivamente. Ledecky se lanzó sin reservas -la bisoñez de sus 15 años, pensaría más de uno- y dispuesta a morir en el intento. Y Mireia, a lo suyo, cruzó los primeros largos en la quinta posición, pero controlando a las primeras. Ledecky no flojeaba y marcaba parciales de récord del mundo. Pero Adlington y sobre todo Friis empezaron a bajar su ritmo de brazada. Mireia pasó ya cuarta el 500. Nada más pasar el 600 se colocó ya en medalla. Y a falta de los dos últimos largos ya superó a la gran favorita. Sólo Ledecky la separaba ya del oro, pero la americana había fraguado una ventaja ya imposible de enjugar, aunque frenara su ímpetu en sus últimos 50 metros y dejara escapar la plusmarca mundial.

Qué más daba. La plata le supo a Mireia tan dulce como la de hace un par de días. Se convirtió en la primera nadadora española que se cuelga dos medallas olímpicas. Y que sus gestas se inscriban en dos pruebas tan opuestas como el 200 mariposa y el 800 libre ilustra la calidad de una nadadora que saldrá de Londres consagrada entre las mejores del mundo. Lo logró en el escenario idóneo, en una piscina que está brindando los momentos más dorados de estos Juegos.

Y por encima de todos, Michael Phelps. El mejor nadador de todos los tiempos se colgó ayer otro oro, el decimoséptimo que logra en unos Juegos. Fue en los 100 mariposa, la prueba en la que peligró su gesta de lograr los ocho oros en Pekín. Esta vez no ganó por una sola centésima, como pasó hace cuatro años con Cavic. El sudafricano Le Clos, una de las revelaciones de estos Juegos, tocó 21 centésimas más tarde que el genio de Baltimore. Phelps ha ganado la triple corona olímpica (Atenas, Pekín y Londres) en los 200 metros estilos y en los 100 mariposa. En estos Juegos suma tres oros y dos platas y, a falta de su última prueba, los 4x100 estilos, su legado para la historia olímpica es por ahora de 21 medallas. Y es casi seguro que serán 22. ¡Nada menos que 22!

En la prueba de velocidad más pura, los 50 metros, sorprendió el francés Florient Manaudou, hermano de la gran campeona Laure. El galo ganó bien: marcó 21,34, 20 centésimas menos que el estadounidense Cullen Jones. El brasileño Cesar Cielo se tuvo que consolar con el bronce (21,59).

Y el récord del mundo de cada día cayó esta vez en los 200 metros espalda. Lo firmó la estadounidense Missy Franklin con 2.04,06.     

Sí. Las notas épicas de Carros de fuego son el fondo musical perfecto para el rosario de fantásticas pruebas que brinda la natación. Hoy acaba con todos los honores el segundo gran deporte olímpico.

También suena ya suena la sintonía que compuso Vangelis en el marco más adecuado. Los primeros en oírla camino del podio, los lanzadores de peso: el polaco Tomasz Majewski (oro), el alemán David Storl (plata) y el estadounidense Reese Hoffa, bronce.

En la otra final de la jornada, la etíope Turinesh Dibaba se impuso a las kenianas Kipyego y Cheruiyot en el primer pulso africano de los que se vivirán en el fondo.

Los temores sobre el atletismo español se quedaron cortos. Ayer no se clasificó ni uno solo de los atletas hispanos para la siguiente prueba. Todos a casa. Incluso en carreras emblemáticas como son los 1.500 metros masculinos y los 3.000 metros obstáculos, donde el morbo de ver a Mullera se volatilizó cuando se fue al suelo tras un tropezón con el portugués Alberto Paulo. También decepcionaron en la prueba de la ría Víctor García y Aldelaziz Merzoughi.

Y en el milqui, ni David Bustos, ni Diego Ruiz ni Álvaro Rodríguez fueron capaces de meterse en semifinales, algo que no le ocurría a España desde Seúl 88. Fracaso sin paliativos para esa federación que preside el sempiterno Odriozola. Esperemos que, siguiendo la tendencia, otra mujer, Ruth Beitia, salve el honor del atletismo patrio.

Más españolas siguen manteniendo a flote las ilusiones en la piscina. Ellas, casi siempre ellas. El equipo de waterpolo salvó la oposición húngara y el adverso arbitraje para asegurarse la primera plaza de su grupo cara a los cruces de los cuartos de final. Diecisiete exclusiones sufrió el aguerrido equipo que adiestra Oca por sólo diez de las magiares. Y dio que pensar el penúltimo ataque español, con una jugadora impotente para llegar a la pelota debido al flagrante agarrón de una rival ante la indiferencia arbitral. Faltaban 21 segundos y Hungría dispuso de un último ataque para empatar a 12. Suerte que la portera Laura Ester se adelantó a la atacante. Ya en el último ataque, Espar puso el 13-11 definitivo que aseguraba la primera plaza para las españolas. Oca, expulsado dos minutos antes, celebró el gol como si hubiera supuesto un podio. De momento, estas inesperadas heroínas se cruzarán en los cuartos con las cenicientas de estos Juegos, las anfitrionas. Si España, como parece, derrota a las británicas mañana domingo, luchará abiertamente y sin complejos por las medallas.

Más guerreras españolas: las de balonmano. Derrotaron a las suecas por 25-24 y acarician el pase a los cuartos de final. Habrá que retocar el tópico: la española, cuando compite, compite de verdad.

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