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Fray Hernando de Talavera: sabio antes que santo

  • Francisco Javier Martínez Medina publica un estudio sobre el primer arzobispo de Granada en el que analiza su figura como hombre de iglesia, estado y letras

Fray Hernando de Talavera prefería un sabio a un santo. El primer arzobispo de Granada es el protagonista de un detallado estudio de Francisco Javier Martínez Medina que cuenta además con un retrato de su personalidad intelectual trazado por Martín Biersack y con el prólogo de Miguel Ángel Ladero Quesada. Fray Hernando fue confesor y consejero de Isabel la Católica desde 1475 hasta la muerte de la monarca, cuando cayó en desgracia por ser de familia conversa y por estar en las antípodas de la política de mano dura del Cardenal Cisneros.

Isabel I quiso confesarse con él porque su fama le precedía. Ella se quedó de pie y Fray Hernando le pidió que se arrodillase. "Yo soy la reina de España", le respondió. "Usted es aquí la penitente y se tiene que arrodillar", le reprendió el fraile. "Desde ese momento se convirtió en su consejero porque era el confesor que estaba buscando porque todos la adulaban", explica Martínez Medina sobre este encuentro que determinaría la política de Castilla durante décadas.

El autor de Fray Hernando de Talavera. Primer arzobispo de Granada. Hombre de iglesia, estado y letras (Eug) subraya que era un hombre de profundas convicciones religiosas pero con una gran coherencia. "Era una persona que convencía cristianamente a todos menos a los beatos, a los curas y los canónigos", detalla el profesor de Historia de la Iglesia y de Arte Cristiano en la Facultad de Teología de Granada.

Políticamente, Fray Hernando "era un gran administrador, de una profunda ética". "Fue un reformador de los que querían volver a los orígenes, dejar la tara medieval de la teología chonista para un cristianismo centrado en la figura de Jesucristo, con un compromiso con los necesitados", continúa el autor. Y la gente le quería, incluso los musulmanes le respetaban porque era un hombre que ayudaba siempre a los necesitados. De hecho, "cada dos por tres regalaba su plata a los pobres y cada dos por tres el marqués de Tendilla tenía que estar comprándole plata...". Respecto a las procesiones, que cinco siglos después siguen llenando las calles de la ciudad, afirmaba que no convenía que los frailes hablasen con los niños ni los curas, que no había que ser un figurín... "Era un hombre de su tiempo aunque algunos lo han puesto como un ejemplo del hombre tolerante y ecuménico, pero él era sobre todo un hombre respetuoso, que son dos cosas distintas"

Fray Hernando era ante todo un hombre creyente. Era exigente, pero es que él se exigía. "Estaba unido a la política, es verdad, pero es que por entonces estaba indisolublemente unida a la religión". Eso sí, consiguió un Patronato Regio para Granada para evitar que vinieran obispos que pudieran llevarse el patrimonio fuera. Con esto consiguió de paso que el obispo lo pusiera el rey y no el papa. También exigió que fuera de los reinos, honesto y que no estuviera formado en el campo de batalla sino en la Teología. En resumen, no temía a las facultades y quería que todo el mundo pensara por su cuenta. "Normalmente, las obispos ven en la Universidad un peligro si no las controlan directamente, pero él prefería un sabio a un santo". En definitiva, un hombre innovador, "además de un fiable administrador y un humanista".

En la actualidad se están haciendo tesis doctorales de Fray Hernando España y en el resto del mundo por ser un personaje clave en la transición de la España Medieval a la España Moderna, además ser un modelo de obispo y de intelectual. "El hecho de que enseñara árabe a los sacerdotes para mostrar el catecismo es porque él quería que conocieran las fuentes de la fe, que los árabes pudieran leer el Evangelio en su lengua, algo que estaba prohibido pero que él consigue", explica Martínez Medina reflejando lo más parecido a la convivencia entre las tres culturas. En cuanto al problema morisco, consiguió dentro de la posible, "si no una convivencia, sí una coexistencia y además obligó a los católicos a respetar las Capitulaciones, respetar sus mezquitas, sus lugares de culto...".

Pero impuso también las misas en castellano porque él quería que la gente descubriera personalmente la fe que él vivía, que no fuese una imposición. Al morir en 1507 el inquisidor "se cargó toda su obra". Pero pasado un tiempo se intentó iniciar su proceso de beatificación que no llegó a ningún sitio. La iniciativa se intentó recuperar pasados los siglos y Monseñor Antonio Cañizares, arzobispo de Granada entre 1997 y 2002, "intentó poner en marcha de nuevo la beatificación de este hombre como un modelo para la Iglesia".

En definitiva, un hombre "de natural colérico, muy aseado en su persona, honestísimo en sus palabras y acciones, fieles testigos de la pureza de su alma", tal y como le describió Antolínez de Burgos un siglo después de su muerte.

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