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Mil días y mil noches

  • La editorial Astiberri acaba de publicar el volumen que cierra la trilogía autobiográfica de Li Kunwu, 'Una vida en China', un recorrido apasionante y singular por medio siglo de historia del gigante asiático

A la luz de Una vida en China, cabría decir que Li Kunwu ha vivido una existencia épica, sin asomo de hazaña alguna. En El tiempo del padre, el primer volumen de la obra, centrado en la infancia y adolescencia de Xiao Li, su alter-ego, evocaba su iniciación a la vida iluminado por los altos preceptos de Mao Zedong. El tiempo del partido ilustró a continuación su ingreso en el mundo adulto y su empeño por mantener vivos los ideales de la Revolución en un tiempo remiso a las empresas utópicas. Y en El tiempo del dinero, que clausura ejemplarmente este tríptico, sigue al protagonista a través de una sociedad cambiante y una economía rampante empeñada en la cuadratura del círculo: reunir en el mismo haz el pragmatismo de las leyes del mercado y el idealismo de los principios socialistas. China es ahora una sombra de lo que fue, afortunadamente, pero también una sombra de lo que quiso ser, y no tengo claro qué adverbio usar aquí. El gobierno chino perpetúa las enseñanzas de antaño mientras se rinde a los imperativos de hogaño en una actitud bifronte digna del dios Jano.

El tiempo del dinero empieza, de manera simbólica, con la primera clase de desnudo para estudiantes de Bellas Artes en la Provincia de Yunnan; los alumnos, abrumados por la desnudez de la modelo, no valoran como debieran un hecho absolutamente impensable unos pocos años antes. Estamos en 1980, y el tren de los nuevos tiempos ha entrado en la Estación del Presente arrollando todo a su paso. La política aperturista de Deng Xiaoping se ha incorporado como dogma de fe a los estatutos del Partido Comunista y, aun con cuentagotas, los cambios están transformando poco a poco la gran roca china. Otro mundo parece posible y en junio de 1989 miles de estudiantes ocupan la plaza de Tian An Men para exigir mejoras. La gran roca china mostrará entonces su corazón de piedra: a las ejecuciones in situ, hay que sumar las detenciones sumarias y desapariciones inquietantes de los principales cabecillas de la revuelta. Quizás por carácter, quizás por miedo, Li Kunwu pasa de puntillas por estos sucesos. Estaba lejos cuando ocurrieron, se excusa. No sabría explicar bien qué sucedió, comenta. Esta actitud prudente, remisa o conciliadora, domina la obra entera.

El tiempo del dinero recorre tres décadas de aceleración sostenida, entre 1980 y 2010, que han colocado a China en una posición ventajosa en la balanza económica global. Esta pujanza se manifiesta en multitud de signos externos que han transformado el paisaje urbano: los mercados han cedido el espacio a los supermercados y éstos a las grandes superficies comerciales; las chabolas fueron sustituidas por casas y éstas por rascacielos cuyos últimos pisos hienden las nubes; los juegos alrededor de una mesa dieron paso a las tragaperras y éstas a las casas de juego; las televisiones de plasma han vencido a las viejas radios, los teléfonos móviles a los fijos, el correo electrónico a las cartas de papel; el dinero en el calcetín ha claudicado ante las tarjetas de crédito... Al mejorar la existencia de la ciudadanía se acentúan las diferencias sociales entre quienes están arriba y quienes abajo: las zanjas que separan la élite del pueblo se convierten en abismos. La denuncia de Li Kunwu vuelve a ser indirecta: no incurre en el error de afirmar eso tan temible de que cualquier tiempo pasado fuera mejor, aunque tampoco en el de creer que todo lo pretérito es prescindible.

Una vida en China se inició en 2006 por iniciativa de la editorial francesa Dargaud-Lombard. Los recuerdos son los de Li Kunwu; en cambio, los guiones han corrido a cargo de P. Ôtié, quien, en las páginas inaugurales del tercer volumen, confiesa haber tenido que tirarle de la lengua al artista y obligarlo a contar lo que, por cultura, un ciudadano chino jamás habría aireado en un cómic (aun así, como hemos dicho, fracasó en su pretensión de que Li Kunwu se pronunciara sobre los hechos de Tian An Men). La premisa inicial, un retrato de China que no incurriera en la apología ni en el exotismo, está plenamente satisfecha. Desde ya, esta obra es un título de referencia para los interesados en dicho país. En cinco años de trabajo se han recorrido más de cincuenta de Historia; los tres volúmenes superan las setecientas páginas. En la página de agradecimientos, Li Kunwu escribe: "He pasado mil días y mil noches de alegría y de penurias" para llevar a cabo la empresa. Esos mil días y mil noches de entrega y esfuerzo han conseguido que, al leer Una vida en China, esas alegrías y penurias también sean nuestras.

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