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Dichosos los que imaginan

  • El escritor Félix J. Palma consigue un éxito arrollador con 'El mapa del cielo', la segunda entrega de su conocida trilogía de aventuras dedicada a H. G. Wells

Por más que los nuevos fuegos de artificio como el libro electrónico pretendan imponer un paradigma distinto, la literatura sigue siendo literatura. Y en este marco, amplio y confuso como pocos, tan legítimas son las aspiraciones intelectuales como las ansias de fascinación. No hace mucho, a finales del siglo XIX, antes de internet y antes incluso del cine, la novela gozaba de su hegemónica capacidad de ensoñación y se convertía por derecho en un fenómeno de masas. Hoy, en pleno apogeo de la imagen, este dominio está más que discutido, pero los ingredientes siguen siendo los mismos. Así lo expresaba ayer en un hotel malagueño el escritor Félix J. Palma (Sanlúcar de Barrameda, 1968) horas antes de presentar su última novela, El mapa del cielo.

"Hay escritores que hacen pensar a sus lectores, pero lo que yo intento es hacerles soñar". Y lo cierto es que el éxito ha venido a refrendar su postura: habría que remontarse mucho tiempo atrás para encontrar una propuesta editorial española que haya tenido un impacto semejante en todo el mundo. La entrega con la que el autor compareció ayer en Málaga se inscribe en un proyecto de literatura de aventuras al estilo más clásico, una trilogía ambientada en la Inglaterra de la época victoriana y nada menos que con H. G. Wells como protagonista.

Todo empezó en 2008, cuando Félix J. Palma, que había publicado entonces cuatro libros de relatos y novelas como La hormiga que quiso ser astronauta, ganó el Premio Ateneo de Sevilla con El mapa del tiempo, primera entrega de la trilogía cuya continuación, El mapa del cielo se publicó recientemente. Aquella primera aventura partía ya de una premisa estimulante: "Qué podría suceder en el caso de que lo que H. G. Wells había profetizado en sus novelas se hiciera realidad", según su mismo creador. Y así fue: en El mapa del tiempo, una empresa ofrece viajes en el tiempo a la manera de la primera gran novela de Wells, quien participa directamente en la trama junto a Jack El Destripador y otros personajes insustituibles. Palma adoptaba además el estilo, la intriga, la arquitectura y el misterio del autor de La máquina del tiempo, pero también de otros contemporáneos como Stevenson y Verne. El resultado fue una novela de aventuras pura y dura, según el formato que más y mejor apasiona a Félix J. Palma, "en el que no paran de suceder cosas y en el que reina la pericia por la pericia".

El resultado no se hizo esperar: El mapa del tiempo conquistó el mercado anglosajón (ingresó en la lista de best sellers de The New York Times), se publicó en más de 25 países y llegó a vender 150.000 copias en Alemania, país que venera, literalmente, al gaditano. Así que el responsable de tal hito, que ni una sola vez pensó en una trilogía mientras escribía El mapa del tiempo obedeció a los dictámenes del éxito y presenta ahora su continuación. La consigna de El mapa del cielo es la misma, y Félix J. Palma la explica: "La imaginación puede salvar vidas. Yo, al menos, así lo creo".

En esta ocasión, H. G. Wells se ve implicado en una invasión marciana similar a la que él mismo había narrado en La guerra de los mundos. Su autor indaga en los contrastes de la sociedad victoriana, "entregada supuestamente al progreso pero dispuesta a creer cualquier cosa". Así, conviven en esta novela una expedición enviada a la Antártida para buscar una puerta de acceso al centro de la Tierra (a finales del siglo XIX se creía aún que el planeta era hueco como un globo) y el caso real del astrónomo Locke Harlow, quien en 1835, alcanzó a ver la superficie lunar con un telescopio de su invención y cometió uno de los mayores fraudes de la historia al dejar escritas sus observaciones: rebaños de unicornios, castores gigantescos y hombres murciélago. Estos elementos "hoy parecen fantásticos, pero hace algo más de un siglo podían pasar por reales".

La siguiente y última entrega de la trilogía estará inspirada en El hombre invisible'. Su autor habla con verdadera pasión del género: "Creo que las novelas populares de aventuras del siglo XIX respetaban más al lector que los actuales 'best sellers". Razón, no le falta.

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