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Clara Sánchez retrata el drama de los 'niños robados' en su novela

  • La escritora continúa su trayectoria "comprometida con la realidad" con 'Entra en mi vida'

Clara Sánchez rememora, con la incomodidad que produce el recuerdo de los errores de juventud, un episodio que ocurrió cuando ella tenía 20 años. Entonces, una amiga que descubrió que no era la hija biológica de los que creía sus padres le pidió consejo, y Sánchez le recomendó que no buscara sus orígenes. "Yo estaba muy influida por lo que se decía entonces, que los hijos adoptivos no tenían derecho a conocer de dónde procedían, no sé si porque se pensaba más en los padres adoptantes que en los hijos, por intereses o por comodidad", expone la autora. Ahora, tiempo después de aquello, repara en "lo manipulada que estaba; si me pasara hoy, a esa amiga le diría que iba con ella al fin del mundo", comenta sobre aquella experiencia. Quizás por ese capítulo, y por otras "cosas no resueltas" de su pasado, la narradora se interesó por las primeras noticias que oyó sobre el robo de niños recién nacidos. "Sentía que esas noticias entraban en mi vida, tenían que ver conmigo, me removían muchos sentimientos, como madre y como hija", apunta. La curiosidad por casos tan estremecedores como los que se relataban, y esa extraña identificación que le despertaban aquellas historias, activaron la imaginación de Sánchez. Más de dos años después de embarcarse en aquel proyecto, la manchega presenta Entra en mi vida (Destino), el relato de una joven, Verónica, que decide confiar en la intuición de su madre, Betty, y encuentra a Laura, su hermana mayor, que fue oficialmente dada por muerta y en realidad entregada a otro hogar.

La trama, su "intriga psicológica y emocional", servía a la ganadora del Nadal con Lo que esconde tu nombre para hablar de cómo los vínculos con la familia "nos determinan la vida y todo lo que hacemos cuando somos mayores". Sánchez admite que Entra en mi vida le permitió profundizar en la relación con su madre. "A ella no le habían robado un hijo, pero le habían ocurrido otras cosas, y sus estados de ánimo siempre pesaron sobre mí. Con este libro me di cuenta de que me había faltado esa fortaleza de Verónica para ayudar a mi madre y no dejarme vencer por sus estados emocionales, no dejarme aplastar por la situación", se sincera. El temor a adentrarse en la verdad, el riesgo que conlleva afrontar una información que podría ser dolorosa, son otros temas que se analizan en las páginas del libro. "La novela refleja ese miedo que surge cuando debemos decidir si queremos saber lo que ha ocurrido. Es como si intuyéramos que nuestra pareja nos engaña. ¿Qué hacemos? ¿Queremos conocer la verdad, lo que nos puede obligar a una determinación tan dura como no seguir con esa relación? En mi novela, Laura se debate entre hacer caso a Verónica o seguir con su vida de siempre", resume Sánchez sobre una ficción que, pese a sus premisas, "no es un dramón, sino una obra muy vital, una historia de personas llenas de vida que tratan de vislumbrar la luz".

La escritora no cree que su literatura sea "militante", pero sí "muy comprometida con la realidad". Su narrativa habla al lector del mundo en el que vive: ha descrito las esperanzas y frustraciones del hombre bien sea en las urbanizaciones de las afueras o en un edificio de oficinas; se ha aproximado a cuestiones de interés general como la impunidad que disfrutan los antiguos criminales nazis afincados en España. Hasta ahora, sin embargo, una propuesta suya no se sumaba tan oportunamente a un debate social. El día que Sánchez presentaba en Sevilla Entra en mi vida la religiosa María Gómez Valbuena, sor María, declaraba ante el juez que investiga la causa de los niños robados, y el Gobierno se reunía con asociaciones de afectados en esta causa. "Cuando empecé a escribir el libro no tenía ni la menor idea de que esto iba a estallar de esta manera. Me alegro de haberla comenzado cuando todo esto estaba en ciernes, de haberle dado voz a madres, a hijas, a maridos...", declara la novelista. Antes, "estas cosas se antojaban irreales, parecía que no podían pasar en este país ni a nosotros, sino en otras latitudes y a otra gente"; ahora "las evidencias son tales que no podemos negar los hechos. Lo importante es que ya no estamos mirando hacia otro lado".

Como ocurría en otras obras suyas como Últimas noticias del paraíso o Lo que esconde tu nombre, Sánchez vuelve a perfilar a personajes jóvenes como protagonistas. "Lo hago porque cuando se está creciendo estás menos acomodado, estás descubriendo la vida, quieres descubrirla; cuando pasan los años uno ya no tiene la misma voluntad. Pero en mis novelas siempre se unen generaciones, los hijos, los padres y los abuelos, sean biológicos o no. Mi padre me dijo una vez que una persona, por vieja que sea, no deja de ser un hombre o una mujer, y eso nunca lo he olvidado. Caemos en el error de ver sólo al viejo o a la vieja, no a quien hay detrás", afirma.

Sánchez, que publicó su primera novela a finales de los 80, podía presumir de contar con el respeto de los lectores desde hace mucho, pero aún reacciona con asombro a la admiración que su obra despierta últimamente en Italia: Lo que esconde tu nombre, rebautizada allí como Il profumo delle foglie di limone, ha superado la veintena de ediciones y vendido 400.000 copias; Presentimientos, aparecida más tarde como La voce invisibile del vento, se ha colocado también en la lista de los títulos más vendidos. Un triunfo que la escritora celebra porque acalla viejas incertidumbres de la adolescencia. "Si yo he escrito toda mi vida, desde que soy pequeña, era para ver si los demás también sienten lo mismo, para ver que no eres un bicho raro. Expresas todo lo que te desborda, lo que no entiendes, lo que no has tenido, y en el fondo estás esperando que las personas que lo leen sientan lo mismo. Que haya gente en Italia y en otros países a la que le gusta lo que cuento demuestra que, al fin y al cabo, no era tan rara".

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