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Un paseo nocturno por Europa

Charles Dutoit y la Royal Philarmonic Orchestra reafirmaron ayer en el Carlos V su hechizo con la 61 edición del Festival, con un segundo concierto que pasó por Francia, Austria o Italia de la mano de Ravel, Falla y Respighi

La Royal Philarmonic Orchestra se despidió ayer del Festival Internacional de Música y Danza de Granada dejando una huella imborrable, con un segundo concierto dirigido por Charles Dutoit en el que el maestro suizo paseó por Europa de la mano de Ravel, Falla y Respighi. Un paseo romántico y noctívago que hechizó al público que llenaba el Palacio de Carlos V.

Dutoit y el conjunto londinense han sido los grandes protagonistas del ecuador del certamen, una visita de lujo ante la que solo ha cabido unanimidad. A falta de conciertos tan importantes como los de la clausura de la Orquesta de Toulouse, el próximo fin de semana (que también prometen ser históricos), hay quien ya se queda con estas dos citas como las favoritas de esta edición. Además, se ha tratado de un debut deseadísimo, Dutoit no había estado antes en el Festival y es un director al que la Alhambra le sienta como un guante.

El programa empezó con las cinco piezas de Ma mère l'Oye (Mi madre la oca), cuentísticas y evocadoras, una enternecedora propuesta infantil que, en manos de la Royal, engatusó al público como si de un equipo de flautistas de Hamelin se tratara.

Arrancó así la velada, dibujando en el aire una puesta de sol en la campiña francesa. A continuación, Dutoit presentó su visión de El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla, uno de sus compositores favoritos, trazando la línea que unía este trabajo del compositor gaditano con la influencia del país vecino, pero dejando claro que el concierto estaba ahora en un pueblo andaluz. Dado que Ernest Ansermet, encargado de dirigir el estreno original de la obra en 1919, fue el mentor de Dutoit, estábamos ante una de las ejecuciones más auténticas de un ballet que en Granada es bien conocido y apreciado.

Antes del intermedio, el concierto viajó hasta Viena, de la mano de nuevo de Ravel, con su Le Valse, pero ya no era el mismo Ravel. Entre los cuentos del principio y esta obra hay una Primera Guerra Mundial de por medio, y el compositor está serio, solemne, trágico. El viaje seguía por Europa, pero ahora por su lado más oscuro y tenso, inquietante.

Después, el descanso italiano. Dutoit y la Royal Philarmonic Orchestra dejaron al público en Roma, con las evocaciones del poema sinfónico que el autor dedicó a las fuentes de la ciudad eterna, como si fuera una visita guiada en sueños por la fuente del Valle Giulia, la fuente de Tritón, la fuente de Trevi y Villa Medici. Y se marcharon perdiéndose entre los Pini di Roma (Pinos de Roma) del mismo Respighi y con un suspiro en el pecho. Aplausos y arrivederci.

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