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Víctor Ullate exhibe su 'carpe diem'

  • El conocido coreógrafo celebra con el Festival de Música y Danza su 20 aniversario con 'Beethoven', un montaje optimista en el que dialoga cara a cara con la muerte y propone un nuevo renacer

El tres corporal y absoluto mecido por la batuta de Beethoven. El triángulo amoroso y el ángulo cíclico de la vida dejándose ver con claridad en una noche para la danza. Víctor Ullate demostró ayer en los Jardines del Generalife por qué ha sido premiado con el Max de Honor de las Artes Escénicas. Lo hizo con su último montaje, Beethoven, compuesto por un paso a tres creado por Eduardo Lao -director adjunto de la compañía- y una coreografía muy personal de Ullate: La Pastoral. La sensibilidad de la música del compositor alemán y el enérgico aprendizaje del que fuera su maestro, Maurice Bèjart, estuvieron presentes en todo momento.

Acompañados por la Sonata nº2 y nº5 y Claro de Luna, los bailarines So Yeon Kim, Dorian Acosta y María José Redelico abrieron la noche con una pieza cargada de simbolismo emocional. Una coreografía clásica por donde dejaron fluir los deseos y frustraciones del cuerpo humano con pasos dulces y sofisticados; un diálogo de versos de unión y desunión, de sumas y restas, con movimientos de absoluto control y fuerza estética; una coreografía con la que Lao consigue transmitir a la perfección lo que aporta la tercera persona al trío. Los cambios. La incertidumbre. La desembocadura irremediable y la fusión más fuerte en unos puntos del triángulo que en otros: el amor.

Después, la vida misma. La Pastoral es un canto al optimismo. Una exhibición del encanto pese a los desencantos. Un baile de la naturaleza por donde pasan todos sus elementos: el calor, el frío, el viento; el agua, el fuego, la tierra, el aire... Un carpe diem reflejado en un espejo sobre el escenario por donde pasa la realidad fragmentada.

Víctor Ullate habla en la fabulosa coreografía de una vida sin contemplaciones. Habla con ella a través de sus recuerdos. Dividida en tres actos, el primero simboliza la juventud, la niñez y el despertar. Los tonos pasteles se quedan esparcidos por el escenario en las telas y la respiración del cuerpo de los bailarines. La dulzura y la inocencia llevadas a su máximo esplendor.

El amor y la madurez después. Cambiando los colores. Trasmutando la piel en las correspondencias y perdiéndola en los abismos de la indiferencia. Los bailarines aparecen de blanco representando la puerza del amor hasta llegar al tercer acto.

Aquí, la vejez, la muerte y el ocaso son los protagonistas. Las catástrofes con los colores del otoño y los vendavales del invierno pero sin acabar del todo con las esperanzas vitales del montaje de Ullate que en esta pieza se muestra más teatral. El ballet parodia el paso del tiempo. Finalmente, el caos es superado por el salto a lo espiritual, el renacer a una nueva vida.

Por encima de todo optimista. Siempre vital, Ullate ofreció ayer en el Generalife lo mejor de la vida sin dejar de lado lo peor. Al final, el conocido bailarín y coreógrafo salió al escenario para saludar al público y repartió claveles entre sus bailarines y otro que lanzó con admiración al patio de butacas. Con Beethoven su compañía festeja el 20 aniversario. Con La Pastoral el coreógrafo celebra la vida.

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