Cultura

Un testigo de nuestra cultura

  • El Museo Reina Sofía dedica una exposición al pionero del arte 'pop' británico, Richard Hamilton, una cita que nadie, amante de lo contemporáneo o no, debería perderse.

Hoy, cuando se nos llena la boca hablando del malagueño universal, apenas recordamos que en los 60 buena parte de la cultura española ignoraba a Picasso, apreciando a lo sumo la época azul y, los de izquierdas, el Guernica. Trabajo nos costó valorar el arte moderno y cuando a duras penas lo asimilamos, llegó la ola del arte pop y todo se complicó más: ¿es que unas serigrafías mal hechas de anuncios o fotos de revistas eran arte? Aún hoy es frecuente oír, incluso en medios académicos, que el pop es sólo una invasión de la sagrada esfera del arte por la sociedad de consumo. De ahí que me atreva a recomendar a todos, devotos o no del arte contemporáneo, la exposición que el Museo Reina Sofía (y antes la Tate Modern) dedica a Richard Hamilton (1922-2011), iniciador del pop y atento testigo e intérprete crítico del arte y la cultura de los últimos 60 años.

No tuvo Hamilton una formación artística académica. Fue una ventaja: antes de iniciarse en la pintura era ya un apasionado del cine y el cómic, y durante la II Guerra Mundial se familiarizó con distintas tecnologías de la comunicación. Por eso, cuando Gran Bretaña pasó de la estrechez de posguerra al despuntar de un consumo aureolado por la publicidad y el diseño industrial, Hamilton pudo preguntarse cuál podía ser el papel del arte en tal situación.

Exploró primero el diseño, inclinándose a fórmulas orgánicas, no funcionales. En una temprana muestra alzó una red de exactas cuadrículas pero en ellas colgó fotos de formas naturales: espiras de caracol, insectos, flores. Poco después, en una estructura similar, instaló imágenes de las más diversas máquinas que, como prótesis, permitían ampliar el movimiento. Era un acercamiento a la técnica, pero desde una perspectiva peculiar: la máquina como vehículo de la pasión. Un tercer paso fue su intervención en la muestra Hoy es mañana, una reflexión de arquitectos, pintores, diseñadores y críticos sobre la imagen de masas, es decir, las del cine, la publicidad, la prensa gráfica o el cómic. En ella presentó su obra más conocida. Un collage poco mayor que un folio que reunía el nuevo y tópico confort del hogar middle-class británico. Fue el cartel de la muestra y lo tituló con sorna ¿Qué hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?

Su mirada no es cínica ni tampoco cáustica. Con lo que llama ironía positiva analiza cómo nuestra intimidad la deslumbra el diseño, la invade el consumo y la seduce la tecnología, creando una erótica movilizada, primero por el automóvil, después por el ordenador personal y más tarde por el teléfono móvil. Es una de sus líneas de trabajo: así en Hommage à Chrysler Corp., los rasgos del coche se confunden con los de un cuerpo femenino. Estas obras se han llamado tabulares: como en un tablero, reúnen trazos de la nueva cultura. Pero se diferencian de la página de anuncios o de revista ilustrada: estas son a lo sumo un catálogo, mientras la pintura propone una totalidad: por eso hace pensar.

La invasión de la intimidad transforma un venerable género pictórico, el interior, cultivado por Velázquez, Vermeer, Manet o Picasso. Hamilton lo estudia desde el cine y la arquitectura en obras que se suceden a lo largo de toda su vida. Otra inquietud recurrente es la percepción: ¿cómo la modelan los medios de comunicación? Recoge fotos de multitudes en playas o ciudades y las amplía hasta que las gentes son sólo manchas y lleva el resultado al lienzo. Indaga también el camino inverso: lleva al lienzo fotos sensacionalistas, como las de Mick Jagger y el galerista Fraser, detenidos por un asunto de drogas. Unas y otras son trabajos muy pensados: se preguntan cómo y por qué llegamos a soportar, casi con indiferencia, las imágenes de la brutalidad cotidiana de nuestra época. Las obras dedicadas a las víctimas de los disparos de la policía en una universidad americana (Kent State) o a la huelga de hambre de los presos del IRA, silenciada por la prensa británica durante meses, buscan la reflexión más que la denuncia.

Hamilton fue amigo y seguidor de Duchamp, que le encargó una réplica de El gran vidrio. Un vídeo da cuenta del proceso cuyas piezas llenan una sala. Como se sabe, Duchamp empleó en esa obra procesos y materiales ajenos al arte. Algo parecido hace Hamilton cuando explora las posibilidades artísticas de las nuevas tecnologías de la imagen. A diferencia de otros autores, solía recurrir a diferentes técnicas, reuniéndolas en la elaboración de la misma obra, después de sopesar las exigencias de la pieza y el alcance de las diversas tecnologías. Así elaboró su último trabajo dedicado a un cuento de Balzac, La obra de arte desconocida: Tiziano, Poussin y Courbet parecen hablar de la pintura ante un desnuda que evoca La venus de Urbino.

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